jueves, 8 de octubre de 2009

Sangre generosa

El Ministerio de Defensa ha asegurado en un comunicado que el ataque que acabó con la vida del cabo Cristo Ancor Cabello Santana en Afganistán, que Defensa quiere denominar atentado para seguir negando la situación real de guerra en el país asiático, fue perpetrado con una mina antitanque, al tiempo que aseguró que "todos los indicios" apuntan a que ese ataque no iba dirigido "específicamente" contra las tropas españolas.” [LD 10/10/2009]


Visto así, tiene sentido.
Las minas contracarro, específicamente, no están dirigidas contra nadie... se dirigen, concretamente, al que pasa por encima de ellas.
Salvo que el talibán de turno se ate la mina al pecho y se lance en plancha contra el BMR español, no podemos afirmar – para ser exactos - que el “atentado” se ha dirigido “específicamente” contra nuestras tropas.
Otra cosa es que lo de las minas contracarro suele asociarse a acciones de guerra.
Es una medida defensiva que se ha usado profusamente desde que se inventaron estos artefactos.
La finalidad que persigue el que las entierra, es dificultar el movimiento de personas y vehículos por una zona, ahora si, específica.
Cuando una unidad militar en movimiento ve que uno de sus vehículos salta por los aires debido – presumiblemente – a que a pisado una mina de las no específicamente dirigidas a él, se detiene “ipso-facto”, monta un perímetro defensivo y llama a los zapadores para que despejen en camino de artefactos explosivos no específicamente dirigidos a nadie en concreto. (Al menos eso es lo que me han contado)
En cualquier caso, cuando eso se produce en un Estado de Derecho se le puede denominar atentado terrorista, pero si el hecho acaece en territorio sioux durante las incursiones de Custer, lo justo es llamarlo acción bélica.
Al que muere en esas circunstancias hay que repatriarlo con honores, hacerle un precioso funeral, condecorar su féretro y pagarle a su viuda una pensión de por vida.
Eso es lo que hacen los países civilizados que mandan sus tropas a la guerra.
Pero nuestro gobierno no está dispuesto a reconocer que estamos metidos en una guerra... y que no podemos salirnos de ella.
Que mala suerte tienen estos soldados que les ha tocado vivir una época en la que el honor, el heroísmo, el patriotismo y el valor de la sangre se ha desterrado de la sociedad a la que sirven.
Los Cabos como Cristo Ancor Cabello Santana derraman su preciosa sangre por España en lejanos desiertos, y lo hacen sin chistar... son lo mejor que tenemos y merecen nuestro reconocimiento.
Pero para eso hay que sentirse español y tener entrañas... y no es el caso de nuestra ministra de Defensa ni, desde luego, del padre de las góticas.