miércoles, 17 de junio de 2015

Imputadas y otras menudencias

La despelotada de la complutense, a la sazón portavoz de la alcaldía de Madrid, ha dicho que hay dos tipos de imputados: los malos, que son los que cargan con imputaciones por delitos de corrupción y los buenos que son los que – como ella – son imputados por actos de militancia política.
Para terminar de arreglarlo la sorprendente letrada, sólida jurista donde las haya, ha dicho que lo de Rita la de las domingas es una imputación derivada de un defecto de nuestro sistema penal que – parece ser – tiene mal calibrado lo de la libertad de expresión. 
Según las matemáticas de la abuela Manolita interrumpir una misa faltando el respeto a los congregados, insultándolos y vejándolos es un ejercicio de libertad de expresión… y si algún artículo en alguna ley vigente dice lo contrario, lo que hay que hacer es ignorarlo.
De modo que cuando se comete un delito, la culpa la tiene el Código Penal, no el delincuente. (¡Hasta ahí podíamos llegar!)
Al final, estas cosas, lo que ponen de manifiesto es que la izquierda española – como viene haciendo desde que se constituyó - cuando se les antoja, se pasan las leyes por las tetas de Rita… vamos, que no respetan mas ley que sus prejuicios.
Y como segunda derivada, haciendo nuevamente gala de ese talante de chulo de barraca que adorna a nuestra progresía, te dicen que si es delito, te aguantas. 
Que es precisamente lo que ha dicho la susodicha despelotante: que vamos a tener que irnos acostumbrando, ya que a la política se accede por la militancia… y determinados delitos – al parecer - son inevitables cuando se milita en según que ideologías.
Rita Maestre y la autocalificada “bollera feminazi” Alba López Mendiola, pertenecen a esa clase de invertebrados que no han llegado (ni llegarán nunca a comprender) que cuando adquieres responsabilidades de gobierno tienes que sustraerte a tus prejuicios, convirtiéndote en representante de – incluso – aquellos que no te han votado.
Rita Maestre no ha sido imputada por tomarse un café con leche, está imputada en la comisión de un delito… y le guste o no, va a tener que hacer frente a la solicitud de hasta un año de cárcel por parte de la fiscalía.
A lo mejor, si se topa con uno de esos jueces como su jefa, sale hasta absuelta, pero – hoy por hoy, y mientras no cambien las circunstancias – es un político imputado en un delito que se niega a dimitir de su cargo… "casta" pura y dura.

martes, 16 de junio de 2015

Concurso de méritos

La incursión de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid de la mano de la Pasionaria de Chamberí, ilustre jurista según dicen, ha convertido el Consistorio madrileño en el Circus “Freak Show and Human Oddities”… un lugar donde encontrarse con la mujer de dos cabezas, el hombre mas alto del mundo, el niño-mono, la mujer barbuda o el hombre-elefante.
Estábamos acostumbrándonos a que para gestionar fondos públicos lo único que hacía falta era llevar entre veinte y sesenta años respirando, que el único mérito de este concurso era pertenecer a un partido político (da igual si el “militante” seleccionado sabe leer, escribir en correcto castellano o entender lo que le dicen cuando se le habla deprisa… con saber levantar la mano, asentir con la cabeza y estampar la firma en un documento, es suficiente para acceder a un sueldo público).
No todos son así, pero el mentado gestor de fondos abunda mucho más de lo deseable.
Como las marcas “blancas” de Podemos han pisado moqueta y – gracias al PSOE – van a despilfarrar nuestros impuestos, el concurso de méritos ha cambiado.
Ahora para ser concejal hay que ser capaz de emitir tweets ofensivos en los que se cachondee uno de las niñas de Alcasser e Irene Villa en apenas ciento cuarenta caracteres… Marta de Castillo también vale y los judíos y el holocausto (un clásico) dan incluso puntos.
También da puntos pedir la decapitación de Ruiz Gallardón o la horca para Botín… y si te despelotas en medio de una misa católica, te dan matrícula de honor y te hacen portavoz del ayuntamiento.
Lejos de tener concejales que han llegado al cargo “a pesar” de lo expuesto, creo que tenemos concejales que han llegado al cargo “precisamente” por lo expuesto.
Oír hablar a la bollera-camionera (se lo llama a si misma, no se lo he puesto yo) que está a las puertas de una concejalía es todo un acontecimiento… y le permite a uno constatar la calidad intelectual de nuestros ilustres gestores.
La mayor parte de los concejales de la abuela roja – currículo en mano – serían incapaces de encontrar trabajo y, con toda probabilidad, no les darían ni la presidencia de una comunidad de vecinos.
No obstante, los españoles somos tan cachondos que no sólo llevamos a eurovisión al “chiquilicuatre” sino que ponemos a sus primos a gestionar nuestros impuestos.
Definitivamente, “Spain is different”.

miércoles, 3 de junio de 2015

El mimbre y los cestos

Cada vez tengo mas claro que los Estados no moldean a los pueblos sino que son los pueblos los que moldean los Estados.
El que trate de implantar un Estado similar a una “democracia occidental” en un país islámico, se va a llevar como poco una sorpresa y, casi siempre, un disgusto.
En España pasa algo similar.
La sacrosanta transición nos cambió un modelo de Estado “normal” por una cosa absurda que sustituía la descentralización por el despedazamiento.
En Narnia, Westeros, Terabithia o cualquier otro país imaginario, este modelo basado en eso que llaman “solidaridad inter-territorial”, podría haber funcionado, pero en España, el país de cazurros con mas envidiosos por metro cuadrado del mundo, hablar de “solidaridad inter-territorial” es algo así como hablar de la naturaleza alegre, dicharachera y despreocupada de los pueblos nórdicos… una enorme y vistosa estupidez.
Porque en España, cada casa es un castillo y cada vecino el enemigo… aunque luego donemos los riñones o demos dinero para las hambrunas africanas.
De hecho me cuesta trabajo entender porque en un país de chorizos, donde roba todo el que puede y donde el amiguismo, nepotismo, favoritismo y otras cuantas palabras que terminan en “ismo” son el “panem nostrum quotidianum”, se escandaliza tanto la gente de que tengamos corrupción en la política.
Los políticos salen del mismo saco de miércoles que los taxistas, los médicos, los arquitectos, los abogados, los albañiles, los militares, los jueces, los bomberos, etc, etc, etc… no vienen de Marte o de Plutón. Y que sean impresentables se debe – sobre todo - a que ese conjunto de españoles que no forman parte de la mafia política los pone y los mantiene ahí.
Que al español la corrupción se la trae al pairo se ve cada vez que publican los resultados electorales.
Luego, los mas espabilados, nos intentan explicar a los mas torpes que esos resultados son fruto de “votos de castigo”, “redes clientelares” y cosas así… pero lo cierto, la verdad palmaria, es que el pueblo español no está capacitado para vivir en un modelo de Estado donde se tengan que tomar decisiones pensando en el bien común.
De modo que el “modelo autonómico”, que no fue una concesión de ilusos para contentar a los nacionalistas sino una traición a España en toda regla, ha llevado a nuestra agónica Nación a tener un modelo de Estado en el que sus ciudadanos no sólo no somos iguales ante la ley, sino que además pagamos diferentes impuestos, recibimos subvenciones distintas, nos educamos de diferente forma y – sobre todo - nos odiamos a muerte… un modelo en el que nadie quiere “ser español” (excepto cuando juega la selección).
En esta onerosa perversión de “democracia occidental” que estamos condenados a sufrir cada vez que intentamos implantar una, cualquier tarado que base su discurso en simplezas de taberna tiene acogida. Es más, tiene mejor acogida si en vez de decirlas las grita como una verdulera y – de paso – insulta al que tiene al lado.
En esta democracia que nos hemos dado, el odio da votos… y eso es así porque el español, genéticamente hablando, está diseñado para responder a ese estímulo.
Por eso, desde que España es España, cada cuarenta años o menos nos cosemos a puñaladas los unos a los otros... y me da la sensación que – tras setenta y pico años de convivencia - ya estamos tardando.
Menos mas que los de “Podemos” (con la ayuda del PSOE), los de Mas y los de Urkullu, han llegado para remediarlo.

lunes, 1 de junio de 2015

Otra de pitos

Tuve la suerte de ser educado en el amor.
Mis padres trataron de inculcarme – con relativo éxito – unos principio basados en el amor… principios de amor a Dios, a España, a la familia, a la vida, etc.
No me crié odiando a los franceses, a los judíos, a los taxistas, a los homosexuales o a los gordos… de hecho, incluso mis irracionales antipatías se veían atemperadas siempre por el convencimiento (sabiamente inculcado) de que todos somos hijos de Dios y, por ende, sujetos de indulgencia.
De modo que he terminado siendo un gruñón bastante tolerante.
De hecho, me sorprende lo poco que me molesta que la gente haga lo que le dé la gana con su vida y su dinero o que piense lo que le parezca mejor… siempre con los límites que marcan la verdad, el respeto por tus semejantes y la honestidad personal e intelectual. No soporto a los mentirosos, a los malintencionados, a los que piden respeto sin respetarme y a los deshonestos…  
Siendo así mi infancia, desde muy pequeño me vi forzado a nadar contracorriente… porque en mi Barcelona natal, desde que tengo consciencia, la educación predominante se apoyaba sobre principios de odio. De odio a España, a lo español, y - en general - a los que no eran “de los nuestros”…
De todas las paradojas a las que me he enfrentado en mi infancia y juventud, una de las mas tempranas, fue la de verme frente a un clero que inculcaba estos principios de odio. 
Al crecer en el seno de una familia Católica mi tendencia natural era la de creer que un hombre que asumía el sacrificio de entregar su vida al servicio de Dios y de los hombres, cualificado – en teoría – para despejar las dudas de índole espiritual que tuviésemos los feligreses, tenía que ser, forzosamente, una persona admirable… pero la realidad que presencié fue otra muy distinta. 
No abandoné mis creencias porque - gracias a Dios – fui capaz de darme cuenta de que el discurso no cuadraba con la sotana y que, al fin y al cabo, en su condición de hombres, también ellos estaban sujetos a la comisión de errores… dicho de otro modo, que no había que hacerles ni caso cuando se ponían pontificar sobre política.
La mayor parte de ellos terminaron colgando los hábitos (no sin antes sembrar amargas dudas en muchas cabezas adolescentes)… su misión apostólica – a la postre - consistió en vaciar las iglesias de jóvenes. Sobre todo de aquellos jóvenes que acudieron a ellos pidiendo ayuda espiritual.
El resto lo puso una sociedad ultra-materialista, pancista, pragmática hasta la enfermedad, siempre acomplejada y envidiosa como pocas… y no lo digo con ánimo de ofender, sólo describo lo que viví en mi infancia. En mi Barcelona natal, cualquiera que manifestase el deseo de sacrificarse por alguna causa noble, era tildado de orate inmediatamente… la única aspiración respetable era la de hacerse un sitio en el siguiente escalón social, ganando mucho dinero (aunque hubiese que hacerlo honradamente).
El nacionalismo cultivó además una xenofobia que – hoy por hoy – es ya endémica. No se odiaba a los negros (entre otras cosas porque a los negros no se les veía por la calle cuando yo era pequeño) pero se ridiculizaba y se afeaba a los “charnas” (charnegos, inmigrantes, los que no son “de pata negra” catalana) y se despreciaban sus costumbres... tolerándolas a duras penas y tratando de hacerles ver siempre que lo “nuestro” era mejor que lo que habían dejado atrás.
¿Exagero?, puede ser, pero como cada uno cuenta la feria según le va en ella, yo cuento la que viví.
Por eso, cuando varios miles de energúmenos se arman de silbatos para vaciar la bilis en un acontecimiento deportivo, no me sorprendo.
La balcanización de España empezó en mi infancia, amparada por la Iglesia, y con el apoyo de esa burguesía catalana que lleva cuarenta años robando a dos manos en lo que ya considera su cortijo.
Cuando se pita un himno y se abuchea a un representante oficial, se está insultando a los representados por ese himno y por esa persona. Es, al menos, una falta de educación y de tolerancia, pero sobre todo es una manifestación de odio irracional y primitivo.
Los ofendidos de forma tan gratuita no acaban de entender las razones de ese odio… yo si lo entiendo, es el odio propio de una sociedad paleta, casposa y cutre… la sociedad en que se han convertido los catalanes a fuerza de mirarse el ombligo y sembrar el odio.