jueves, 8 de agosto de 2013

En blanco sobre negro

Por alguna extraña razón, mis dientes se resienten en verano.
No es el primer agosto en el que paso una parte apreciable de mis vacaciones peregrinando de consulta en consulta… extracciones, empastes, endodoncias y cualquier otra cosa que empiece por “e”, se convierten por mano del destino, en compañeros inseparables de mi asueto veraniego.
Hoy, mientras esperaba pacientemente mi turno, sentado en la sala de espera numero 1 de mi clínica dental favorita, he cometido el error de ojear una revistilla de esas que, Deo gratias, sólo editan para que decoren las salas de espera de los dentistas.
La revista en cuestión no era de temática sanitaria (apasionantes lecturas) ni de las denominadas “del corazón”… era, para mi sorpresa, una publicación dedicada al teatro, pero no deseo confundirles, en ella no se hablaba de teatro, se publicitaban obras de teatro, de modo que se aproximaba mas a chismografía farandulera que a temática literaria.
El editorial lo firmaba un tal no-se-cuantitos Rodríguez Lenin, apellido que llamó inmediatamente mi atención porque, como no estudié con la LOGSE, tengo una cierta idea de lo que hizo famoso al señor Vladímir Ilich Uliánov.
El articulito, de fácil lectura, se titulaba “los post-franquistas” y empezaba con un párrafo que daba a entender que el autor había conocido el franquismo, cosa que – a juzgar por la foto que acompañaba la firma – resultaba, cuando menos, sospechosa de no ser del todo cierto.
En unas cuantas líneas exentas de faltas de ortografía y correctamente redactadas (a cada uno lo suyo), el mentado Rodríguez Lenin hacía una apasionada defensa de los Bardem, Sabinas, Anas Belenes y Victor Manueles que pueblan nuestra vasta geografía.
Recriminaba a los medios no afines a la sacrosanta causa del progreso, que se metiesen con estos artistazos y les recriminasen que mientras ganaban dinero con su trabajo (sic), promocionasen esa basurilla ideológica que nuestra izquierda reparte con generosidad encomiable.
El artículo dejaba fuera pocos tópicos y consignas de lo que el malvado Federico dio en llamar el mundo de los titiriteros.
Como buen predicador de esa santa inquisición que ha montado en España la progresía, cargaba las tintas en ridiculizar a esos señores de bigotillo fino y cuatro pelos pegados a la calva, que es el estereotipo con el que estos “intelectuales”, definen a todo el que se aleja de sus consignas de bolchevique de Johnnie Walker etiqueta negra.
Maldecía al franquismo y abjuraba de la Transición que, a su juicio, estaba llena de concesiones a los del citado bigotillo.
Constato una vez mas que la izquierda sólo ve corrupción en los que no son “uno de los nuestros”… y que consideran que una industria que vive de la subvención pública y de meterle mano a la caja de la SGAE (esa entidad privada que recauda impuestos), es lo que en la Biblia – siempre a su juicio - llaman “ganarse el pan con el sudor de su frente”.
Pero lo que me llamó la atención es que al terminar el artículo recomendaba llevar a nuestros hijos a una obra de teatro denominada “Manifestación”, para “reconocer al enemigo” y lo que “habría que hacerle”, en el supuesto que “no fuese delito”.
Por las líneas que precedían a este demoledor párrafo, que no deja de ser una manifestación del más puro espíritu de Atapuerca, deduzco que el señor Rodríguez desearía (pese a que no estoy calvo y carezco de bigotito) hacerme algo que – hoy por hoy – es delito.
Y que quieren que les diga, empiezo a cansarme de que estos demócratas de la “democracia real” (que debe ser la que preconizaba su tocayo Vladímir) se muestren tan dispuestos a hacerme cosas horribles, por no comulgar con sus ruedas de molino.
Y me preocupa que se manifiesten continuamente en ese sentido, porque hace unos años, en esa época dorada de España que fue el reinado del Frente Popular, a todos estos señores Rodríguez, se les quitaron los melindros y nos hicieron - a los que oíamos misa los domingos - esas cosas horribles que se abstienen hoy de hacernos porque constituyen delito.
En España no cabe un tonto más… y a los irresponsables les han dado un bolígrafo.