martes, 25 de marzo de 2014

Cuatro dientes rotos

Incluso en una democracia tan deficiente como la nuestra, hay canales para reivindicar, expresar y difundir las ideas. 
Otra cosa es que te hagan caso. 
En España, habida cuenta el chiringuito político que tienen montado los que se supone que tienen que representarnos, lo normal es que no te hagan ni caso… a no ser que incendies una docena de contenedores de basura, machaques a cincuenta policías, arruines a tres o cuatro comerciantes destrozándoles la tienda o – llegado el caso – te dediques a dar esos tiros en la nuca que tanto le gustan a los euskomierdas de izquierda maoísta que nuestro gobierno de soplagaitas se está dedicando a sacar de las cárceles. 
Esa caterva de deficientes mentales y semovientes frustrados que no pueden expresarse sin montar una falla improvisada, se ve amparada por un Estado de Derecho que ni respetan ni defienden, y que, dicho sea de paso, ni respeta ni defiende al ciudadano que sí cree en él. 
Uno está dispuesto a aceptar que transita inmerso en una minoría que jamás alcanzará el poder, porque las cosas que defiende y los pilares sobre los que se asientan sus creencias son, inevitablemente, antidemocráticos. 
Y de esta forma, el abajo firmante acepta, mal que le pese, que las leyes no se adapten a sus gustos, consciente de que si un día se ve obligado por razones morales a trangredirlas o a incumplirlas, en su sentido de la responsabilidad está también el de afrontar la pena que corresponda. 
Es así. 
Si te dedicas a hacer el vándalo, dinamitando la “pacifica convivencia ciudadana”, lo único que debes esperar de un Estado como “Dios manda” es una docena de dientes rotos… y eso no es porque lo diga yo, es porque para canalizar tus necesidades y propagar tus ideas, en un país civilizado, hay formas y medios suficientes como para no tener que tomar algunos derroteros. 
Pero en España no hay un “Estado como Dios manda”, hay un Estado lleno de personajillos acomplejados y cobardes que no se atreven a defender la democracia que hemos depositado en sus manos, frente a esta colección de golpistas de todo a cien y orangutanes de feria. 
Y a las pruebas me remito: que tras una manifestación haya cincuenta policías hospitalizados sin que el número de manifestantes heridos, machacados y zurcidos sea diez veces mayor, indica que en España no hay un Estado capaz de proteger nuestra débil democracia. 
Y no se engañen, la violencia sólo es mala cuando se emplea contra el inocente. 
A estos bastardos de corral que acompañan a todas las manifestaciones de nuestra irresponsable izquierda (que además los defiende y los jalea) hay que aplicarles una dosis considerable de violencia de la buena… aunque sólo sea por ver si se les pasan las ganas de chinchar. 
De no ser así, cada día irán a más. 
Y después nos quejaremos de nuestra suerte.

domingo, 23 de marzo de 2014

Tierra de idiotas

Creo que España es –básicamente – un país de idiotas. 
No quiero decir con esto que en nuestra piel de toro no haya gente inteligente, capaz y – si me aprietan – admirable, pero el numero de idiotas es inmenso. 
Quizá le suceda lo mismo a Inglaterra, Francia, Alemania o a los Estados Unidos de América, pero en mi condición de español, la idiotez manifestada extramuros se me antoja irrelevante. 
La idiocia se manifiesta en España de muchas maneras, pero la que a mi modo de ver resulta mas llamativa, es la que engalana al españolito con ordenador y conexión a internet. 
Me explicaré. 
Desde que la WEB 2.0 se implantó como paradigma de comunicación, casi todos los contenidos publicados en Internet permiten que el lector los comente.  Sucede en las ediciones digitales de los periódicos, en muchos Blogs en las denominadas redes sociales (Facebook, Tuenti…), en eso que llaman Twitter, en los videos de Youtube… cualquiera dotado de unos medios técnicos mínimos, puede publicar lo primero que le pasa por la cabeza sin apenas despeinarse. 
Y aquí es donde quiero llegar. 
Es muy raro que estos comentarios aporten algo al contenido. 
Por lo general, el idiota tecnificado se limita a soltar un regüeldo digital, generalmente ofensivo, rara vez gracioso y casi siempre plagado de faltas de ortografía. 
El idiota con teclado siente una necesidad imperiosa de propagar su estupidez por el ciberespacio. 
No se para jamás a pensar si lo que está escribiendo puede constituir una ofensa gratuita al que publica el contenido o al que lo lee, el idiota suelta su rebuzno y se queda tan pancho. 
Que raro es encontrarse un comentario que aporte algo… una información curiosa, una corrección a algún dato inexacto, o incluso, una anécdota al hilo de lo expuesto. 
Tal es la cosa que acudir a internet para saciar la curiosidad, se convierte - casi siempre - en un ejercicio de masoquismo, en vez de en una experiencia enriquecedora, como sería deseable. 
Y todo ello por voluntad de la legión de idiotas que no pueden reprimir su necesidad de decir estupideces, insultar al prójimo, poner de manifiesto su incultura, y hacerlo, además, dándole trescientas patadas al diccionario. 
El comentario gratuito es la versión digital de hablar a gritos en la taberna… una práctica muy difundida en esta tierra de chulos de barraca. 
Por eso, muy rara vez, esta marmota pone en algún sitio un comentario… y cuando lo hace es para felicitar al articulista o apostillar algún dato. 
Cuando me pongo de los nervios, escribo en este blog que, debido a lo anteriormente expuesto, no admite comentarios. 
A mi teoría de la idiotez hispana podría añadir otras evidencias tales como la clase política que nos representa… pero eso lo dejaré para otro día. 
Hoy la cosa va de idiotas.