domingo, 14 de agosto de 2016

Canalizando el odio

El odio, aunque esté mas o menos justificado, es un sentimiento irracional y envilecedor.
La mayor aportación del cristianismo a la humanidad es – sin duda – la superación del “ojo por ojo, diente por diente...” que, hasta hace dos mil años, era una ley implícita.
Es el odio un sentimiento poderoso que mueve al delito, al crimen o a la injusticia… que nubla el entendimiento y nos hace irreconocibles ante nosotros mismos.
Por odio se han cometido todos los genocidios de la historia.
Por odio el ISLAM se ha convertido en un serio problema para los musulmanes y por ende, para la humanidad entera.
Por odio, las sociedades se fraccionan, se enfrentan, se aniquilan.
Y lo peor que tiene el odio es que si bien es sencillo dejarlo aflorar, reprimirlo es muy difícil; porque para ser capaz de reprimir tu odio hay que estar dotado de una formación intelectual y espiritual básica… cuanto mas bajo es el nivel intelectual o espiritual del individuo, mas fácil es dejarse acunar en brazos del odio.
El odio es uno de esos sentimientos que afloran desde abajo, desde las entrañas… es atávico, irracional, muy poderoso, y en la España miserable y asilvestrada que nos ha tocado vivir, es un sentimiento que da votos.
Hay una relación directa entre el modelo educativo de las últimas décadas, la evolución del ocio social, la generalización de la telebasura y el crecimiento generalizado del odio.
Al vaciar a la juventud capacidad intelectual, de ocio constructivo y bombardearlo con basura mediática día y noche, hemos creado una juventud que no lee, apenas escribe sin cometer faltas de ortografía, desconoce los hechos de su historia (incluso la mas reciente) y carece de cualquier aspiración espiritual sea esta religiosa o – simplemente – fruto de la mas elemental ambición por perfeccionarse como hombre.
Eruditos en fútbol y marcas de licores, los jóvenes ocupan su tiempo libre (durante maratonianas jornadas nocturnas) en emborracharse, oír música a muchos decibelios y charlar de fruslerías… "il dolce fare niente".
Cuando la naturaleza les pide ir un poco mas allá, crecer, madurar, aspirar a algo que no se sirva en un vaso con dos hielos, los jóvenes encuentran ideologías especializadas en canalizar el odio.
El odio de clases (ahora castas), el odio a los toreros, a la religión (sólo la católica), a España, a los hinchas del “depor”… una enorme maquinaria creada para obtener masas de “zombies” con derecho a voto.
Deriva entonces el voto hacia el que odia con mas saña, al mas irracional, a mas ridículo.
Los argumentos se tornan insultos, las propuestas astracanadas, la visión de la nueva sociedad se fundamenta exclusivamente en la expulsión, cuando no el exterminio, de tal “casta” o de tal grupo… aunque se hunda España.
Contaba mi padre que el inicio de la guerra civil le cogió en Torredembarra con trece años de edad y que, al acudir a la plaza de la iglesia, se encontró con unos “intelectuales” que fusil en mano estaban incendiando el templo… uno de ellos repetía en voz alta – a modo de consigna – que “había que terminar con la raza latina”, en evidente alusión a los que decían la misa en latín… Odio y ausencia de intelecto: el cóctel perfecto.
Contemplo con horror como la “crisis” ha elevado en España la tensión umbral del odio hasta niveles insoportables.
Nuestros políticos, muestra selecta de la sociedad que los elije, son cada vez menos capaces de sobreponerse a sus irracionales manías, a sus odios atávicos, a sus carencias intelectuales… Ese “No es no” y los pactos bipartitos, tripartitos o pentapartitos para echar – como sea – al PP de un gobierno que (a fin de cuentas) le ha proporcionado ser la lista mas votada, encierra una firme decisión de expulsar, erradicar, aniquilar socialmente a una numerosa parte de la sociedad.
Encierra el deseo de eliminar políticamente a nada menos que un tercio de España.
Pero lo malo del extermino político es que es la antesala del exterminio físico.
Y ando pensando en ello con mucha preocupación, porque, sin proponérmelo, me veo convertido en miembro de la “raza latina”.