domingo, 2 de octubre de 2016

El fin del bipartidismo

Una cosa es lo que ha pasado y otra lo que parece que ha pasado.
Pedro Sánchez, el empecinado, “stonewall” Sánchez (con el perdón de T. J. Jackson por la comparación), ha sido invitado a abandonar la dirección del PSOE.
En cualquier país que no estuviese compuesto por españoles, Pedrito el derrotado (dos veces) habría dimitido tras las segundas (e innecesarias) elecciones, ahorrándole a España el bochornoso espectáculo y al PSOE la fiesta de navajazos.
Cree la militancia que tras el movimiento de “los Barones” se esconde la intención de darle el gobierno al PP… y creo que se equivocan.
La realidad ha sido, según los hechos, que debido a su progresiva radicalización, el PSOE caminaba hacia su extinción… pues una cosa es el militante y otra el votante.
De esto se han dado cuenta “los Barones” que veían peligrar sus poltronas y sus cuotas de poder, observando como se pelaban las barbas de sus vecinos.
No ha sido pues el deseo de “dar gobernabilidad” lo que ha movido al ala “conservadora”, ha sido el instinto de supervivencia.
Dicho de otro modo, no lo han echado para que gobierne Rajoy, lo han echado para que no los fagocite Podemos.
Prueba del interés que tenía Pablo Iglesias (mucho mas sibilino que el guaperas) en la permanencia de Sánchez como Secretario General del PSOE es que le ha faltado tiempo para mandar militantes a Ferraz en apoyo del “no es no”.
Porque como decía Maquiavelo, la felicidad del príncipe es que en el estado contiguo gobierne un idiota (traducción libre del que suscribe)… y el “estado contiguo” de Podemos es el PSOE, que es, además, el único caladero de votos que le queda.
Entre las falacias que hemos tenido que escuchar en boca de “la nueva política” brilla con luz propia esa de que en España se había acabado con el “bipardismo”, dando a entender que se abría una nueva era de concordia, pactos y regeneración... y ya hemos visto en que consiste el fin del bipartidismo: por un lado el PP y por otro lado los demás.
Carlistas e Isabelinos, Conservadores y Liberales, Patriotas y Afrancesados, Monárquicos y Republicanos… el español es genéticamente bipartidista y por mucho que lo vistan de limpio, el patán que llevamos dentro acaba siempre saliendo a relucir.
Viene esta reflexión a colación de ese razonamiento tan difundido por la izquierda según el cual “el pueblo” (o sea ellos) es mayoría frente a los “corruptos” (los que no son ellos) pero que por alguna extraña razón, los “corruptos” acaban siempre gobernando. La aritmética que les ha beneficiado durante la mayor parte de la democracia, deja de ser válida en el momento en que deja de beneficiarles.
El truco está en considerar que el voto del PACMA, de la CUP, de MAREAS o de esa asociación tramposa de partidillos que es PODEMOS, es el mismo “en esencia” que el que emite el votante del PSOE… cuando lo único que une a todos esos partidillos (muchos de los cuales no pasarían el filtro d´hont) es el odio irracional a la derecha y la firme determinación de evitar que gobierne (¿podríamos llamar a esto bipartidismo?).
Los partidos de la izquierda no coinciden en sus planteamientos, sus programas, sus intenciones ni sus votantes, pero a efectos de gobernar, son lo mismo.
De este modo el partido que con un único programa y un votante claramente identificable ha sacado 135 escaños, no está “legitimado” para gobernar, mientras que Pedro Sánchez con un único programa, un votante claramente identificable y 85 diputados, por lo visto, si está “legitimado” para gobernar… como diría un valenciano: de traca.
No simpatizo con Mariano, pero me molesta ver en la izquierda española aflorar un rechazo a este juego democrático “que nos hemos dado”, eso sí, únicamente cuando pierden las elecciones.
Y me asombra que al referirse a los votantes del PP hablen de “corruptos” aquellos que suman entre partidos, gobiernos y sindicatos casos de corrupción para parar un tren de mercancías.
Pero ya se sabe, la izquierda, haga lo que haga, estará bien hecho.