viernes, 23 de octubre de 2015

La maquinaria del odio

La maquinaria del odio, nuevamente, se ha puesto en marcha.
En plena campaña electoral, cuando mentir está consentido y se hacen promesas que nunca se van a cumplir, el PSOE, con ZPedro a la cabeza, se lanza a la piscina de las estupideces consciente de que la bilis, en España, da mejores resultados electorales que las neuronas.
La vieja piel de toro ha tenido siempre un número enorme de tontos, algo que en mi opinión sucede con la mayoría (por no decir totalidad) de los países del mundo.
Es cuestión de estadística. Los cualificados son siempre menos que los no cualificados… y el número de intelectuales de verdad (no esa caterva de indigentes que se lo llaman entre ellos) es muy pequeño.
Sin embargo, la unión de tontos con listos da resultados diferentes en cada uno de los países.
La sociedad, que no deja de ser el conjunto de los tontos y los listos, atempera en muchos países la tontería colectiva… supongo que en base al reconocimiento por parte del tonto, de la existencia y los méritos del listo. Reconocimiento que – por supuesto – obliga al listo a tener que hacerse merecedor de su condición, tanto moral como intelectualmente.
En España no es así.
Pongo por ejemplo cierta dimisión de un ministro centroeuropeo al descubrirse que plagió parte de su tesis doctoral… ¿Alguien se imagina que esto pueda suceder en España?
Aquí, cualquier tonto sin formación ni calidad moral conocida, puede cobrar del erario público por voluntad del resto de la piara.
A la piara no le molesta que el cochino alfa sea un sinvergüenza, un trilero, un ladrón, un mentiroso o un idiota… porque es, a la postre, “uno de los nuestros”.
Y este hecho (fácilmente constatable) explica muchas de las deficiencias sociales de nuestro país.
En las pasadas elecciones, el objetivo de ese PSOE que dirige el guapete de la voz engolada, fue – exclusivamente - expulsar al PP de las instituciones. 
No importaba como o con quien tuviese que pactar. 
No había programa electoral, solo odio y un objetivo.
De hecho – en Madrid – el señor Carmona se presentó diciendo mamarrachadas tales como que si ganaba la alcaldía, impulsaría la utilización de lago de la Casa de Campo para hacer naumaquias… 
Ahora, cuando este PSOE, que está en caída libre desde que empezó a escorar hacia su izquierda, se ve ante el panorama desolador de alcanzar por méritos propios un número ridículo de diputados, su dirigente se descuelga con las tradicionales simplezas contra la Iglesia Católica.
El motor del odio – nuevamente – en marcha y a todo trapo.
A la simple inspección de la figura, se puede constatar que – en España - la Iglesia Católica hace ya mucho tiempo que perdió su influencia social.
El único colectivo sujeto a su influencia es el conjunto de los que se declaran católicos “practicantes” (adjetivo incomprensible que indica que en España se puede ser católico al margen de los criterios de Roma).
Este colectivo al que pertenezco, numeroso aunque minoritario, supone para la izquierda un peligro de tal magnitud que desata – sistemáticamente – sus iras en campaña electoral.
Como los árabes con los judíos, la izquierda busca la expulsión de los católicos de la sociedad. 
No les basta con que desde el punto de vista legislativo seamos ya irrelevantes, nos quieren socialmente muertos.
Sorprendentemente, esta aspiración “laicista”, solo es de aplicación a los que profesan el catolicismo… con los musulmanes en concreto y el ISLAM (esa religión que dice que la mujer vale la mitad que el hombre) son increíblemente comprensivos y tolerantes.
No acabo de entender esta obsesión de la izquierda por convertir a los católicos en ciudadanos de segunda, sin derechos, en un Estado cuya Constitución ampara la libertad de culto.
Claro que al votante de izquierdas también le cabrea que tengamos un himno, una bandera, un ejército… 
Como dijo Alfonso Ussia, en la clasificación de tontos, el que ocupa el primer puesto es el tonto “ciudadano del mundo”, y de estos jiliprogres trasnochados, en España, hay a cascoporro.
El triunfo de la bilis sobre la neurona.

viernes, 16 de octubre de 2015

Cumplir y hacer cumplir

Dedicados a ese deporte nacional de llorar sobre la leche derramada, nuestros políticos empiezan (algunos) a darse cuenta de que transferir a las Comunidades Autónomas las competencias en materia de educación fue un inmenso error.
Algo parecido sucede con Sanidad, Orden Público, Justicia y otras cosas que – por innecesarias – sólo han reportado un incremento desmesurado en el gasto público, una patente descoordinación entre administraciones y una ineficiencia más que onerosa.
Además, el “Estado de las Autonomías”, ha materializado el hecho aterrador de que los ciudadanos en España no están sujetos a las mismas leyes… todo depende del lugar en que se encuentren en cada momento.
Quizá piense el amable lector que estoy exagerando, pero si bien en lo grueso tenemos leyes comunes, en lo menudo (y no tan menudo) no sucede así.
Las diferencias en materia fiscal, tasas e impuestos, son aterradoras (impuesto de sucesiones, tasas ecológicas…) y son directamente proporcionales a las necesidades de “trincar” de las Taifas.
Si deseo recibir educación pública (eso que pagamos todos los españoles) en Cataluña puedo, únicamente, recibirla en catalán, lengua que habla, seamos sensatos, un porcentaje ridículo de la humanidad… si quiero acceder a la que ya es segunda o tercera lengua mundial, tengo que pagarlo de mi bolsillo.
En Cataluña las horas de enseñanza en Español (no hablo de enseñar “el Español”, hablo de enseñar matemáticas en español) son un atentado a la lengua catalana, pero las que se dan en inglés, francés o alemán, no… sorprendente.
En manos de sinvergüenzas que pastorean rebaños de descerebrados, lo que antaño fue una Nación ha vuelto a convertirse en un rompecabezas.
Es nuestra genética.
Con frecuencia pienso que en España no podemos aplicarnos una democracia, porque el español, en si mismo, es un ser profundamente antidemocrático.
Echando un vistazo atrás – con un poco de honestidad – se puede constatar que los grandes proyectos nacionales en infraestructuras se han podido hacer en España únicamente cuando al españolito medio no le han dejado decidir.
En el siglo pasado, los logros de Primo de Rivera (padre) y de Francisco Franco en materia de desarrollo son apabullantes por mas que les pese a aquellos cuyo sectarismo les impide reconocer su propia mano aunque se la pongan delante de las narices.
Porque la paz y el orden – sobre todo en España - son los motores del progreso.
Hoy podemos contemplar atónitos que, cuando un representante del Estado se salta la ley y lo citan a declarar por ello, va con todo un circo a sus espaldas. A su vera, una masa de objetores de la ley (vulgo delincuentes) campea por la piel de toro con la aquiescencia de quienes juraron “cumplir y hacer cumplir”.
El criminal no reconoce el delito, el juez se lo consiente y el Estado no lo castiga…
Si quien debe hacer cumplir la ley y dispone de los mecanismos adecuados no lo hace… ¿Quién va a hacerlo?
La cobardía dinamita las democracias… y – en España - conduce inexorablemente a situaciones que ya hemos vivido anteriormente.
Y maldita la gracia que hace.