martes, 29 de diciembre de 2015

Almendras amargas

Mientras lidio con mi tradicional catarro de fin de año, en mi Barcelona natal, haciendo tiempo para comenzar la ronda de visitas a familiares y amigos, me detengo en un kiosco y adquiero un periódico para, a la lumbre de un café con leche y un croissant, empezar el día informado de los eventos mas significativos de la actualidad nacional.
Durante la ingesta del desayuno en uno de esos cafés postmodernos donde las camareras, vestidas de negro y con gorrito, parecen sacadas de las páginas de “Shogun”, hojeo desprovisto de pasión alguna el rotativo de tirada nacional (edición catalana) que acabo de adquirir.
El periódico seleccionado contiene un suplemento de “viajes” donde se analizan los pros y los contras de elegir un destino u otro para disfrutar de una breve estancia… y – si me permiten el exabrupto – es lo único decente que trae.
Un tercio del rotativo está dedicado al heredero guapo del presidente tonto que, con los resultados electorales más débiles de la historia reciente de su partido (desde su refundación allá por los setenta) pretende gobernar España.
La merienda de negros del coleta morada (partido de partidos formado por asambleas de juntas que se agrupan en círculos temáticos de tribus urbanas) sabedores de su condición de “llave” de gobierno, tientan al guapete con la manzana del pacto, marcando – eso sí – unas directrices que, lejos de ser incumplibles, tienen un inconfundible aroma a cianuro.
Y el émulo guapete del tonto intercontinental, deshojando la margarita, se enfrenta a las hienas que lo auparon sabedor de que la disyuntiva es gobernar o desvanecerse. Formar un gobierno en precario con regustillo a almendras amargas o desaparecer – derrotado – del panorama político.
A todo español sensato (con los demás no cuento) la posibilidad de enfrentarse a una reedición del “frente popular”, le pone los vellos como escarpias… porque el nuevo “frente popular”, extinta la URSS, se refleja en el espejo del chavismo bolivariano, una realidad que (según estadísticas recientes) genera tres muertos por hora.
Pero sucede que en España, a diferencia de lo que sucede en el resto del mundo, los ciudadanos votan pensando en las maracas de Machín, no en el bien de la Nación… y por eso, y por la mala leche que nos gastamos (que es el único producto que podríamos exportar con éxito) estamos donde estamos.
Aquejados del síndrome del suicida, los españoles andamos estudiando si es mejor empacharse de barbitúricos o abrirse – directamente – las venas en canal. 
¿Y saben que es lo mas gracioso?
Que los que pueden evitar que nos abramos las venas en canal hace ya muchos años que andan sumidos en la sobredosis de barbitúricos.
Que este año 2016 reparta suerte, porque si reparte justicia…

lunes, 28 de diciembre de 2015

El bosque de los deseos

No sé en otros lugares, pero en España, la infancia de un niño estaba plagada de ilusiones relacionadas de una forma u otra con el cristianismo.
La Historia Sagrada, que ya no se explica en los colegios ni la conocen los padres de estas generaciones perdidas, causaba un enorme impacto en nuestros imaginativos cerebros cuando – en ausencia de superhéroes de ficción y videoconsolas japonesas – un melenudo Sansón o un valiente David nos conducían a un mundo lejano, a menudo cruel y peligroso, donde – a la postre – el bien triunfaba, aunque su triunfo exigiese como tributo la vida del héroe.
Luego estaban los hitos. La Primera Comunión, la Confirmación… o las anuales navidades y Semana Santa… unas épocas de asueto escolar que, de una forma u otra, ora con alegría, ora con solemne tristeza, vivíamos en el seno de nuestras familias.
Esa ilusión vivida en edad temprana es lo que hace que la progresía, esta peste que asola nuestra vieja piel de toro, pretenda mantener a toda costa en forma de ritos iniciáticos vacíos y – seamos sinceros – horteras hasta la nausea, el sucedáneo de las festividades religiosas.
Bautizos y primeras comuniones civiles, festividades dedicadas a los solsticios… no hay estupidez que no tenga una apasionada acogida entre estos ilusos que, reos de su propio sectarismo, son incapaces de reconocer algo bueno en la Tradición Cristiana de Occidente.
Se impone pues, felicitar las fiestas con tarjetones llenos de bolas y guirnaldas, abetos, estrellas de nieve… y el aséptico mensaje de “Felices Fiestas”, como si lo que se celebrase a finales de diciembre fuese la vendimia o la llegada del verano.
Ni una sola alusión a la Navidad, a la Natividad, al origen sólido y cierto de la fiesta.
Un Santa Claus (San Nicolás) importado de otras culturas y caricaturizado hasta el ridículo por interminables generaciones de cursis, sustituye el milagro del Dios hecho Hombre por una sarta de gilipolleces que incluyen duendecillos verdes y renos voladores… ilusiones vacías, hechos huecos, conmemoraciones de nada.
La última, que seguramente no será la última, es “el bosque de los deseos” que Ada Colau y su caterva de horteras han desplegado en Barcelona para sustituir al tradicional pesebre.
Una ridiculez en la que el niño, acompañado de un payaso, escribe en una cartulina lo que le pide a “los reyes” o a “Papá Nöel” y – tras un ejercicio de papiroflexia por parte del hábil payaso – el “deseo” se convierte en una pajarita que cuelgan ceremoniosamente en las ramas de un árbol falso… magia huera, barata, cutre y onerosamente hortera que pretende sustituir a la rotundidad del oro, el incienso y la mirra que unos lejanos sabios pusieron a los pies de un recién nacido que vino a liberarnos para siempre del peso de la muerte.
Y yo lo siento por estos niños que cuando alcancen una edad en que la razón les muestre la realidad en toda su crudeza, no tendrán el consuelo de saberse portadores de una tradición milenaria, no alcanzarán a entender como, en hechos y ritos, se transmite la grandeza del nacimiento de Cristo, el Salvador, el Mesías, el Señor… no sentirán, pierdan toda esperanza, la solidez de la “magia” que acompañó nuestra infancia.
Solo tendrán el recuerdo difuminado de una ocurrencia cutre urdida en la mente de un hortera.
Menudo sucedáneo.

martes, 22 de diciembre de 2015

... y no echar gota

El inevitable colapso de España se va a producir por descomposición interna… se caerá del árbol como una fruta madura y se pudrirá. Así de fácil.
Dirán ustedes que me he levantado pesimista, pero en mi defensa diré que el panorama no está como para albergar optimismos.
Las últimas elecciones generales, con la increíble subida del voto perroflauta-bolivariano, queda patente que en España el único sentimiento en común de los españoles es el odio mutuo.
Hace dos divagaciones recomendaba en este blog el voto hepático… pero – desde luego - no me podía imaginar la cantidad de cirróticos terminales que tenemos en España.
Ciudadanos ha fracasado como tercera vía desde el momento en el que Podemos (el voto de la bilis) le saca treinta escaños… y si no espabila le auguro una trayectoria similar a UPyD que – créanme cuando digo que lo lamento – no ha sobrevivido a la soberbia de su fundadora.
El PSOE pierde 10 escaños que van a parar a Podemos (hasta ahí estamos de acuerdo), se puede estimar que los 40 escaños de ciudadanos salen del PP (voto prestado al PP en las anteriores elecciones)… pero los 59 escaños restantes de Podemos ¿de donde salen? 
Asumo que nuestro nefasto sistema electoral premia a los partidos estrambóticos ya que determinadas “circunscripciones” pesan mucho mas que otras… pero ¿59 escaños?
Y si vamos a los votos, el PSOE obtiene 5,53 millones frente a los 5,18 millones de Podemos… ¡Prácticamente los mismos votos!
Entre el PSOE asilvestrado de Pedro Picapiedra y el partido demagogo-bolivariano suman ¡más de 10 millones de votantes! (casi los mismos que PP y Ciudadanos juntos)
En esta situación no es que España sea ingobernable (ya lo es desde que el PP de Arriola renunció a hacerlo) es que vamos a ir a las manos irremediablemente.
Al españolito medio se le ha ido la pinza… y nos vamos a reír a carcajadas.

domingo, 13 de diciembre de 2015

En nombre de Alá

En el imaginario musulmán, el único país que han dominado y del que se les ha expulsado es España.
Bajo el término Al-Andalus se describe el 80% de la península Ibérica… y dicen que es la “tierra de sus abuelos”.
Pero no es una aspiración política… España no es el “Gibraltar” del Islam, es un objetivo estratégico de la Guerra Santa. 
Sonará a tremendismo, pero es así... es como lo digo.
De momento, al igual que está sucediendo en casi toda Europa, estamos afrontando una colonización silenciosa.
Poco a poco van llegando musulmanes, de forma pacífica, a instalarse en nuestras ciudades en busca – según dicen – de una vida mejor.
Escapan de países dominados por el Islam para acomodarse en países que – precisamente por no haber estado bajo el yugo islámico – presentan unas mejores condiciones de vida. 
No son felices en su tierra y vienen a la nuestra para serlo.
Sin embargo, nuestra forma de vida no les gusta.
Dicen que nuestras costumbres son pecado y consideran que su obligación es cambiar nuestra sociedad.
Quieren cambiar la sociedad a la que han emigrado para ser felices, en una sociedad del tipo de la que han emigrado por ser infelices…
De paso, esquilman literalmente nuestros recursos sociales, desabastecen nuestras organizaciones de caridad y reivindican un trato igualitario con los que  llevamos cincuenta años trabajando y pagando impuestos para que ahora ellos se coman el producto de nuestro sudor.
Y no me interpreten mal, no me molesta que vengan inmigrantes, que precisen atención médica o que pidan ayudas para sus hijos… lo que me pone de los nervios es que – encima – se quejen y se fortifiquen en esos guetos en los que voluntariamente se atrincheran y, desde ellos, llamen a la destrucción de mi sociedad… de la sociedad que los acoge sin pedirles nada a cambio.
No soy – siempre lo digo – sospechoso de estar orgulloso de la sociedad que tenemos en España… Occidente ha degenerado mucho desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y empezó a instaurarse el  "Nuevo Orden", pero con eso y todo, una de las inconfesables herencias del cristianismo que es – además – un pilar de nuestras sociedades “modernas” es la tolerancia, que no es otra cosa que una actitud personal que permite la convivencia entre "distintos".
No me molesta su fe, me molesta su intolerancia.
Me molesta que no se respete el principio de “mi casa, mis reglas”… sobre todo cuando “mis reglas” dan cabida a una tolerancia muy, pero que muy superior a la que pretenden imponerme con las suyas.
Cuando veo esos niños empuñando fusiles de asalto en nombre de Alá, me pregunto si es sensato educar a nuestros hijos en el respeto hacia los que están preparando a una generación para destruir nuestro mundo.
Y con todo y con eso, lo peor de la situación es la masa incontable de imbéciles que – en nuestra propia sociedad – se niegan a ver esta evidencia… un buenismo de “tonto de baba” heredado de la época en la que Mr Bean (paradigma del tonto de baba) dirigía los destinos de España.

martes, 8 de diciembre de 2015

La solución al voto

Si fuésemos sensatos, cosa que no sucede, emplearíamos sistemas de ecuaciones para dirimir nuestro voto.
Las variables de cada sistema de ecuaciones (un sistema por partido) podrían ser las siguientes: “posición ante la vida (aborto, eutanasia…)”,  “posición ante la integridad territorial de España”, “posición ante el terrorismo”, posición ante la  propiedad privada”, “posición ante los impuestos”, “posición ante la Iglesia”, “posición ante los toros”, etc.
Asignando un peso de – por ejemplo – 1 a 10 a cada variable y realizando una simple suma (o una suma ponderada si para usted tiene mas importancia la postura ante los impuestos que ante los toros), se podría despejar la incógnita del voto… Una simple ordenación de mayor a menor de los resultados nos daría la respuesta de “a que partido votar”.
Sería estupendo ¿verdad?. Pero no es posible.
Y no es posible porque  “la postura ante (ponga usted aquí lo que quiera)” de los partidos políticos en España, simplemente, no existe.
Aquejados de “cortoplacismo congénito” y “relativismo endógeno”, los partidos políticos en España defienden una u otra postura en función de los resultados de las encuestas que cada mes van haciendo los distintos medios.
No es del todo como digo. Podemos tiene meridianamente clara su postura ante algunos temas… otra cosa es que pueda llevar a cabo sus reformas sin incurrir en delito, pero "claro", lo que se dice "claro", ya lo creo que lo tiene.
Sin embargo, en cuanto uno supera la frontera que separa a los partidos populistas y demagogos y empieza a analizar los partidos “serios” (si tal denominación es posible), se encuentra con que las variables pasan a ser – directamente – incógnitas.
Entonces uno se ve obligado a leer y escuchar tostones sin término para ir adivinando – declaración a declaración – que es lo que se supone que defiende cada candidato.
En ocasiones ni con una pitonisa sentada a la mesa (leyendo las vísceras de una oca) puede uno averiguarlo, y en otras, aunque aparentemente se vislumbre una postura sólida frente a un tema por parte de un candidato, el votador tiene la certeza de que cuando el mentado candidato haya obtenido su voto, se olvidará de lo prometido o, lo que es peor, tomará el camino opuesto a lo pactado con el votante.
Pongo como ejemplo a un PP que, básicamente, es un partido incapaz de cumplir una promesa electoral aunque obtenga el 99% de los diputados del parlamento, o a un PSOE que promete terminar con el desempleo (dos millones y pico) y deja cinco millones de parados al final de su legislatura… sin que – por supuesto – este hecho le pase factura alguna.
De los partidos de nuevo cuño (bananeros aparte) se puede afirmar "ninguna cosa", pues Ciudadanos, con una técnica asombrosa, esquiva su definición política dejando a la imaginación del votante la resolución de las incógnitas. Hoy digo una cosa, mañana lo contrario y pasado una tercera que no es ninguna de las anteriores.
A pesar de lo dicho, si que hay algo que todos los partidos políticos de España parecen tener claro: que hay que echar del gobierno al PP. Y cuando digo todos incluyo al PP que lleva varios años haciendo cosas para que su propio electorado se fugue con el primero que pase.
Así que – estimado votante – llego a la conclusión de que la única forma de votar en estas próximas elecciones va a ser la tradicional en España, mediante consulta a sus vísceras.
No trate de dirimir usted cual es la mejor opción… haga caso a su hígado.
Yo como votante responsable y dada mi personal preocupación por el devenir de España (algo que comparto con muy pocos españoles) hare una doble consulta: primero consultaré a mi hígado y luego a mi páncreas… ¡a ver que sale!