domingo, 13 de diciembre de 2015

En nombre de Alá

En el imaginario musulmán, el único país que han dominado y del que se les ha expulsado es España.
Bajo el término Al-Andalus se describe el 80% de la península Ibérica… y dicen que es la “tierra de sus abuelos”.
Pero no es una aspiración política… España no es el “Gibraltar” del Islam, es un objetivo estratégico de la Guerra Santa. 
Sonará a tremendismo, pero es así... es como lo digo.
De momento, al igual que está sucediendo en casi toda Europa, estamos afrontando una colonización silenciosa.
Poco a poco van llegando musulmanes, de forma pacífica, a instalarse en nuestras ciudades en busca – según dicen – de una vida mejor.
Escapan de países dominados por el Islam para acomodarse en países que – precisamente por no haber estado bajo el yugo islámico – presentan unas mejores condiciones de vida. 
No son felices en su tierra y vienen a la nuestra para serlo.
Sin embargo, nuestra forma de vida no les gusta.
Dicen que nuestras costumbres son pecado y consideran que su obligación es cambiar nuestra sociedad.
Quieren cambiar la sociedad a la que han emigrado para ser felices, en una sociedad del tipo de la que han emigrado por ser infelices…
De paso, esquilman literalmente nuestros recursos sociales, desabastecen nuestras organizaciones de caridad y reivindican un trato igualitario con los que  llevamos cincuenta años trabajando y pagando impuestos para que ahora ellos se coman el producto de nuestro sudor.
Y no me interpreten mal, no me molesta que vengan inmigrantes, que precisen atención médica o que pidan ayudas para sus hijos… lo que me pone de los nervios es que – encima – se quejen y se fortifiquen en esos guetos en los que voluntariamente se atrincheran y, desde ellos, llamen a la destrucción de mi sociedad… de la sociedad que los acoge sin pedirles nada a cambio.
No soy – siempre lo digo – sospechoso de estar orgulloso de la sociedad que tenemos en España… Occidente ha degenerado mucho desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y empezó a instaurarse el  "Nuevo Orden", pero con eso y todo, una de las inconfesables herencias del cristianismo que es – además – un pilar de nuestras sociedades “modernas” es la tolerancia, que no es otra cosa que una actitud personal que permite la convivencia entre "distintos".
No me molesta su fe, me molesta su intolerancia.
Me molesta que no se respete el principio de “mi casa, mis reglas”… sobre todo cuando “mis reglas” dan cabida a una tolerancia muy, pero que muy superior a la que pretenden imponerme con las suyas.
Cuando veo esos niños empuñando fusiles de asalto en nombre de Alá, me pregunto si es sensato educar a nuestros hijos en el respeto hacia los que están preparando a una generación para destruir nuestro mundo.
Y con todo y con eso, lo peor de la situación es la masa incontable de imbéciles que – en nuestra propia sociedad – se niegan a ver esta evidencia… un buenismo de “tonto de baba” heredado de la época en la que Mr Bean (paradigma del tonto de baba) dirigía los destinos de España.