miércoles, 28 de mayo de 2014

Las europeas

Con mucho, lo que mas me preocupa de estas últimas elecciones es el millón largo de votos que ha obtenido esa cosa con programa denominada “Podemos”.
“Podemos” tiene un programa – que por supuesto nadie se ha leído – en el que se persigue dotar a España de un régimen similar al que mantiene Nicolás Maduro en Venezuela o al “paraíso” de los Castro en Cuba.
Pablo Iglesias a base de populismo y simplezas de taberna, ha aglutinado el voto de los cabreados y de los que todavía (a estas alturas de siglo) se creen las estupideces que propaga la maquinaria de agit-prop de nuestra miserable izquierda.
Admito que se me hincha el hígado cada vez que escucho a algún becerro hablar de la utopía… y eso es así porque mi medio siglo de existencia me ha permitido constatar varias cosas:
Primero, que los gestores de utopías son, generalmente, una partida de sinvergüenzas, que se limitan a alimentar el odio atávico que siente el ser humano por todos aquellos semejantes que viven mejor que él.
Segundo, que las utopías están muy bien para sociedades formadas por autómatas de feria, pero se adaptan poco a sociedades compuestas por seres humanos.
Tercero, que la masa dispuesta a perseguir utopías, suele estar formada por gente que usa la cabeza para embestir, no para pensar.
Cuarto, que la persecución de utopías conlleva una inexplicable fobia a los contenedores de basura, el mobiliario urbano, los escaparates de las tiendas, los cajeros de los bancos, la policía (municipal, autonómica y nacional) y a todo aquel que no crea necesario perseguir la utopía.
Una parte considerable de los perseguidores de utopías de mi generación, se pasó hace mucho tiempo a los wisquis de doce años, los chaletones en la playa y los coches de lujo, hozando con deleite en los lodos del capitalismo mas miserable, aunque siguen conservando de su utópica juventud – eso sí – la superioridad moral con la que te juzgan por tener una visión distinta de la vida.
Otra cosa que me han enseñado los años es que cuando hay un grupo humano engalanado por alguna tara social, surge siempre un iluminado dispuesto a dirigirlos, portando el estandarte de los tarados – casi siempre – para dar satisfacción a un ego desmedido.
La juventud española, fruto de esta sociedad de miércoles en la que vivimos, padece como ninguna el efecto del odio irracional que proporciona la ausencia de futuro.
No están cualificados, no soportan la disciplina, no aceptan la autoridad y no están dispuestos a sacrificarse por nada… cualidades todas que van en detrimento de la obtención de un trabajo remunerado. Podrían trabajar si tuviesen los redaños de sus abuelos, que se echaron a la espalda una posguerra sin emitir una sola queja, pero no tienen esa pasta… nacieron señoritos en una sociedad de blandengues.
La culpa de que no sean capaces de leer un libro la tiene sin duda el Cardenal Rouco, el Banco de Santander, Francisco Franco y Angela Merkel… por ese orden, ya que ellos (hasta ahí podíamos llegar) están fuera de la ecuación.
Están tarados por el odio… y para darse cuenta de ello, no hay mas que verlos cuando se manifiestan por cualquier cosa.
Que existan es preocupante, pero que aparezca alguien dispuesto a organizarlos pone los vellos de punta.
Porque el problema de las utopías es que las carga el diablo.

viernes, 9 de mayo de 2014

Los hijos de los ricos...

Hay mensajes que calan en la sociedad como esa llovizna tenue que unos llaman chirimiri y otros calabobos. Son mensajes cuyo enunciado no admite crítica. Sirven para zanjar discusiones y cerrar bocas, pero son mentira.
La fuerza de estos mensajes radica en que al remover nuestros mas atávicos sentimientos, generan un ruido que nubla por completo a la razón.
Presentan problemas a los que se ha liberado de aquellas variables molestas que podrían dar una solución diferente a la deseada. Si la realidad se aleja de la utopía es porque la realidad – evidentemente – está mal.
Hoy he escuchado uno de esos mensajes referidos al sistema educativo. 
No les revelo nada, están ustedes hartos de escucharlo: “Con los recortes en … (las becas, los profesores, el material escolar... ponga lo que usted prefiera) van a conseguir que sólo puedan estudiar los hijos de los ricos”.
Este escopetazo nos llega directamente al corazón… ¡Cómo vamos a permitir semejante injusticia!... La sola idea de pensar que ese muchacho, hijo de una familia humilde, no pueda a llegar a ser neurocirujano por lo perverso del sistema, nos pone los pelos como escarpias. Y además, que ese tarambana, hijo de papá, que no sirve ni para hacer leña, se pueda permitir el lujo de estudiar y el hijo del pobre no, se nos antoja una injusticia insoportable.
Pero en esto faltan – como siempre - algunas variables.
Nacer en el seno de una familia rica no es algo que pueda elegirse. 
Yo, por ejemplo, no nací rico, pero tampoco nací pobre. Puedo decir que formé parte de esa masa ingente de familias de clase media que pasaban sus apurillos para llegar a fin de mes. En mi infancia no hubo excesos de ningún tipo, y los cuatro hijos de mis padres tenemos formación universitaria (en universidades públicas, por supuesto). 
Nos guste o no, tenemos que jugar con las cartas que nos dan al principio de la partida… y si son malas, como dicen los franceses: “désolé”.
El juez Garzón, por poner un ejemplo, estudió la carrera en la portería de un edificio de Madrid en el que su padre ejercía de portero. No se puede decir que empezase su vida con un trio de reyes y dos jotas.
El rico – dada su capacidad de elección – puede decidir si manda a su hijo a una institución pública o a una privada… y generalmente opta por una privada. 
Antes no era así, pero en la actualidad, esa preferencia de los ricos por la educación privada se ve respaldada por el hecho de que la formación que se imparte en las instituciones públicas – en muchos aspectos – deja bastante que desear.
(Sinceramente pienso que si a ese cabeza de familia humilde le dejasen elegir, permitiéndole – al margen de consideraciones económicas – dar a su hijo la educación que quisiera, casi seguro, la elegiría privada).
Si el estudiante es bueno y merece la beca ¿Vamos a negársela por su cuna?
Y si es malo ¿Hay que dársela por su origen?
El derecho a recibir educación no debe interpretarse como la obligación del Estado de gastarse un dineral en quien no quiere estudiar.
La única enseñanza a la que un individuo puede tener derecho es la que te saca del analfabetismo… a partir de ahí, si demuestras que quieres estudiar, debemos apoyarte como sociedad, pero si no das señales claras de estar dispuesto a salir adelante, si pierdes el tiempo en la “Uni” y te dedicas a montar broncas y a repetir cursos… ¿Porqué tenemos que pagarte los estudios? ¿Por pertenecer a una familia modesta?
Y ya puestos ¿Para qué demonios sirve un Erasmus?