domingo, 4 de octubre de 2009

La mujer del César

La mujer del César no sólo debe ser buena, además debe parecerlo.
Uno de los fracasos mas llamativos de esta cosa que llamamos democracia (por llamarla algo) es lo malos que son nuestros representantes.
No sólo tienen una formación intelectual deficiente, algo que ya de por sí es escandaloso, sino que además se ven continuamente envueltos en casos de corrupción (mas o menos graves) que los incapacita moralmente para desempeñar sus cargos.
Ni son buenos ni lo parecen.
La política en España lejos de ser la vocación de servicio que pretenden vendernos, es un trabajo cómodo, muy bien remunerado y para el que no se exige un curriculum brillante.
Muy pocos han ejercido en otra cosa que no sea la política. Algunos han pasado de funcionarios de sexta fila a vicepresidentes de alguna cosa... multiplicando por diez o doce sus emolumentos y sus prebendas. Los menos, con sus oposiciones ganadas, podrían pasar a desempeñar un trabajo digno, pero (no lo duden) mucho peor remunerado que el que detentan ahora.
Si sólo puedes comer de tu escaño, la cosa se complica, porque harás cualquier cosa para conservarlo.
El debate político se hace formal, vacío de contenido. Se pelean en el parlamento por un punto del IVA pero permiten que normas claramente anticonstitucionales se pongan en negro sobre blanco ante la mirada atónita de millones de españoles.
Su incapacidad y tozudez alienta nuestro pesimismo porque, además, obran con la soberbia de creerse que el ciudadano es el que está a su servicio y no al revés. Son los pastores del rebaño y saben lo que nos conviene... y lo saben mejor que nosotros y, por lo tanto, sólo admiten nuestra sumisión como reacción a sus actos.
Manejan el dinero de todos, la policía de todos, el ejército de todos... y lo emplean para evitar que en España se instaure una verdadera democracia. ¿Cómo llamarían ustedes a un sistema político en el que las decisiones trascendentales se toman bajo el chantaje de minorías irrelevantes?
Meter un papel en una urna de cristal cada cuatro años no convierte a un Estado en una democracia.
Con un gobierno de vocación bananera y una oposición sumisa, la deriva de nuestro sistema político empieza a ser preocupante.
En manos de gente preparada, con principios morales, honesta y caritativa esto podría funcionar... pero el ideal, como decía Ortega, es enemigo del arquetipo. A un hombre preparado, honesto, caritativo, dotado de fuertes convicciones morales, lo más probable es que la política lo repela... a Maquiavelo le encantaba.
San Francisco de Asís podría representar al político ideal, pero el arquetipo es Rasputín... lo dice la realidad por mucho que nos empeñemos en negarlo.
Y dado que eso es así, ¿no parece razonable crear un sistema que nos defienda de los excesos de nuestros representantes?
Es mas, ¿no se supone que los jueces están para eso?, ¿no deberían los ciudadanos castigar la corrupción de alguna manera (aparte de con su voto)?, ¿qué medida de presión tiene el ciudadano para reconducir a sus representantes cuando se descarrían o inclumplen sus promesas?...
Debemos exigir que nuestros políticos nos representen, que hagan su trabajo sin robarnos, que nos mantengan cohesionados y fuertes, que nos metan en el club de los países serios...
Si no renovamos moralmente esta sociedad para crear un Estado justo y fuerte nos desmoronaremos.
Lo del IVA, punto arriba o punto abajo, es – hoy por hoy – frente a nuestra palpable decadencia como Nación, algo prácticamente irrelevante.