lunes, 14 de septiembre de 2009

Indolencia

El Estado, con toda su maquinaria, está para hacer cumplir la ley.
Y para ello, el ciudadano - elemento del que emana el poder en una democracia - delega en “el Ejecutivo” el ejercicio de la violencia y lo dota de ciertas herramientas.
Y entre esas herramientas hay un mazo de goma, un bisturí, un serrucho, y unos cuantos cartuchos de dinamita.
El sereno análisis de la situación, en cada caso, es el que aconseja usar una u otra herramienta.
Lo que no debe hacer nunca un Estado es, por falta de diligencia, abstenerse de usarlas cuando se producen hechos que requieren intervención estatal.
Pero nuestros perezosos gobernantes, poco dispuestos a ganarse el sueldo que les pagamos, se aburren en sus escaños – las contadas veces que los ocupan - y manifiestan su indolencia permitiendo la degradación sistemática de nuestro Estado de Derecho.
La consulta de Arenys de Munt es - precisamente - uno de los hechos que, a mi juicio, ha puesto de manifiesto la aterradora falta de autoridad, sino de algo peor, de nuestro gobierno de incapaces.
Porque para impedir el desatino de un simulacro de “referendum” acerca de la secesión de Cataluña, había que haber usado las herramientas una a una… empezando por el sereno diálogo, siguiendo con la velada amenaza y acabando, si es preciso, encarcelando alcaldes y aporreando votantes.
Y eso es independiente de lo que ha sido en realidad esta mascarada.
Nuestro estimado Asno de Roterdam, con su acostumbrada agudeza, analiza en este artículo el resultado del evento.
Pero esto, insisto, es lo de menos… lo grave es que nuestro gobierno se ha negado a actuar.
Y esta negativa a cumplir con su obligación, lo que revela es una voluntad inequívoca de que salga el sol por Antequera… y para eso, señores gobernantes, no necesitamos gobierno.
Lo de Arenys podrá tener más o menos trascendencia, pero ha sentado un precedente que nos va a dar algunos quebraderos de cabeza.
Es uno de esos hechos que no pueden conducir a nada bueno.
Y esta píldora amarga, zetapé, por aquello del tripartito y los pactos de gobierno, en nombre de todos los españoles, se la ha tragado sin rechistar… humillándonos como colectivo sin que exista necesidad que lo justifique.
No quiero a un presidente así.
Y pido a Dios – por la espiral en la que estamos entrando - que ustedes tampoco lo quieran.



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