viernes, 9 de abril de 2010

Necrológica de la cenicienta

Cuando mi hija era pequeña, vestirse de princesa era, con mucha diferencia, lo que mas le gustaba. Y si su madre, en un alarde de generosidad, la maquillaba un poco, con un pintalabios rojo fuego y una pizca de colorete, la felicidad era completa.
Tales son mis recuerdos.
Ahora estos gaznápiros quieren que mi nieta le pida a los Reyes Magos un kit de camionero en vez de un traje de Blancanieves, porque la feminidad (atributo aplicable a la mujer como ninguno otro) les molesta en sobremanera.
Intuyo que tras los rebuznos de la Aido y sus secuaces, secuazas y secuazos (no olvidemos ningún género) hay algo de “vamos a dar que hablar” para distraer al respetable... las cifras del paro son tan elocuentes que hay que hacer malabarismos para ocultarlas.
A mi, lo que me pasa desde hace un tiempo es que estas estupideces (que son, como decía Forrest Gump, las cosas que dicen los estúpidos) cada vez me hacen menos gracia.
Y me hacen poca gracia porque con esa boquita llena de dientes y ese cerebrito vacío de neuronas, nuestra ministra de juguete se dedica a enriquecer a sinvergüenzas y a empobrecer a españoles decentes... eso cuando no facilita que los maten cuando son pequeñitos.
¡Y todavía tenemos dos años por delante!
¡Que cruz! - Señor - ¡Qué cruz!