lunes, 26 de abril de 2010

El príncipe de la paz


Fue una discusión interesante y viva y acabó en un reparto de papeles. Sucedió el pasado lunes, 19 de abril, a primera hora de la mañana, en la reunión de estrategia semanal que se celebra en La Moncloa y a la que acude la cúpula del Gobierno, del Grupo Parlamentario y del PSOE. Varios dirigentes del partido, como la secretaria de Organización, Leire Pajín; el vicesecretario general, José Blanco, y el propio presidente del partido, Manuel Chaves, reclamaron mayor compromiso en la defensa del juez Baltasar Garzón ante el malestar social que ha generado su enjuiciamiento por el Tribunal Supremo por su investigación de los crímenes del franquismo. Zapatero insistió en no rebasar el límite del respeto a las instituciones y a la independencia judicial. Tras el debate se pactó una salida: el Gobierno evitará cualquier manifestación que pueda cuestionar esa independencia o pueda interpretarse como una presión sobre los jueces. El apoyo a Garzón lo ejercerá el partido.” [El País 26/04/2010]

Los políticos, en la intimidad, hacen cosas muy raras.
Aznar decía que “en la intimidad” hablaba catalán… habría que preguntárselo a Ana Botella, pero supongo que confirmaría la coartada del entonces presidente del gobierno sin mayoría absoluta.
En el caso de Zapatero, en la intimidad, respeta al poder judicial.
A mi, que soy malpensado desde pequeñito, me da en la nariz que ambas afirmaciones son falsas.
El País, ese periódico de política-ficción que nuestra progresía lee en busca de las consignas del día, nos muestra a un Zapatero sereno y moderador. Trata de vendernos a un hombre conciliador, consensuador, comprensivo, tolerante… un pedazo de pan de trigo que trata de frenar a sus ministros, ávidos de sangre, en beneficio de la democracia.
Y eso, como decía el médico de mi pueblo, ni es bueno, ni es malo, simplemente, es mentira.
El que arrea al ganado es Zp.
Porque Zp gobierna con mano de hierro y descabeza a todo el que le lleva la contraria.
No hay mas que ver como los elegidos para la cuota - que no para la gloria - se desdicen de sus declaraciones en cuanto el Maquiavelo de la Moncloa abre el pico.
Lo hemos visto hace muy poco con Pepiño, el de fomento, que tras decir “digo” (con la renovación de miembros del TC) ha dicho “diego”, en el plazo de veinticuatro horas, tras enterarse por la prensa (vieja costumbre sociata) de la opinión del padre de las góticas.
Una vez el cejipicudo se expresa (como el oráculo que és) todos repiten machaconamente la consigna. A las pruebas me remito.
Lo que no saben estos incautos es que seguir a rajatabla los caprichos de Calígula, no impedirá que éste nombre senador a un caballo.
Obedecerle ciegamente, sin contradecirle jamás, repitiendo a pié juntillas sus rebuznos, sólo sirve para prolongar la agonía de estos nuevos morituri, porque ZP, en cuanto le parezca, exigirá sus cabezas para taparse las vergüenzas.
No habla inglés, no sabe de historia y las dos tardes de economía que le dio Jordi Sevilla ya se le han olvidado… pero de la noche a la mañana se ha convertido en un cruce entre Cicerón, Montesquieu y la madre Teresa.
¡Venga ya!