miércoles, 3 de febrero de 2010

Ausencias dolosas

No va el Rey...
El primer soldado de España no acude a enterrar a un compañero.
Y yo, sinceramente, no lo entiendo... ¿Qué otra cosa mejor tendrá que hacer?
Tal vez no desea herir la sensibilidad de los que queman impunemente su retrato, de los que odian a España y a cualquiera que la represente.
Tampoco va el presidente del gobierno.
Los manda a morir pero no acude a sus funerales.
La crisis, que todo lo deprecia, alcanza también a sangre de los nuestros. ¡Que barato está – Dios mio – el litro de sangre española!... ¡Que poca importancia se le da a un sacrificio tan grande!
Decía Alfredo de Vigny (“Servidumbre y Grandeza de las Armas”) que los soldados son sangre anónima, que no tienen padre, ni madre, ni novia, ni hermanos... van donde les mandan, hacen lo que deben, mueren donde toca.
Y cuanta mas sangre vierten, con mas empeño se afanan en verterla... porque la sangre de los camaradas es una llamada inapelable al cumplimiento del deber.
Sabe a juramento, a hombría, a Historia... la sangre del soldado cimenta los imperios, y en los hombres de bien, se aferra a las gargantas con la misma pasión que a la memoria.
En los hombres bien... esa especie en peligro de extinción.