miércoles, 5 de agosto de 2009

Nadie a mi izquierda

Hace tiempo que defiendo la tesis de que uno de los principales males – quizá el mayor - que aquejan a España radica en el hecho de que la izquierda es, en si misma, un bloque ideológico único.
La derecha, siempre atenta a distanciarse de su derecha, busca desesperadamente el centro político (esa postura que lleva inexorablemente a la disolución de los partidos) empujado por la bobalicona asunción de los postulados de sus enemigos ideológicos.
La derecha española tiene en su haber, entre otras cosas, ser la artífice de una transición política pacífica desde la dictadura de Franco a esta especie de democracia que padecemos… y sin embargo, los que reparten los carnets de demócrata en España, son los herederos de la ideología mas nefasta y menos democrática que ha conocido el siglo XX: el marxismo.
La ultraderecha en España ni existe ni ha existido nunca.
No quiero decir con esto que no existan o hayan existido grupos minoritarios de gente que compartan posturas que podríamos tildar de “ultraderecha”… pero en comparación con la muy organizada y omnipresente ultraizquierda, son grupos marginales.
Cualquiera que tuviese uso de razón en los primeros años de la transición recordará que en pleno furor asociacionista, aparecieron al menos diez grupos autodenominados “Falange Española” o directamente relacionados con ella.
“Falange Española y de las JONS”, “Falange Española Tradicionalista y de las JONS” (el movimiento), “Falange Española Auténtica”, “Círculos de José Antonio”, “JONS”, “Unidad Falangista”, “Fuerza Nueva”, “Frente Nacional de la Juventud”… en Barcelona, Falange Española de las JONS debía contar con un par de cientos de afiliados (hablamos de una ciudad de cuatro millones de habitantes) y el grupo juvenil – la centuria amarilla – no pasaba de treinta… y hablo con conocimiento de causa porque conocí a algunos de ellos.
La rápida disolución de la ultraderecha española se produjo por varias causas: incapacidad de asumir una ideología común, exceso de personalismo de sus dirigentes, presión policial, y asfixia administrativa.
El periódico “El Alcazar”, que era el que representaba a esta facción de la sociedad, desapareció porque dado que no tenía una tirada muy alta, subsistía con el apoyo económico que le proporcionaba la obligada publicación de resoluciones administrativas… al negarle uno de los gobiernos de Felipe González esa fuente de ingresos, murió de inanición.
Por el contrario, basta echar un vistazo a los colectivos antifascistas, sus publicaciones, su organización a nivel nacional, sus ramificaciones en colectivos de todo tipo, su infiltración en el movimiento “okupa”, en las asociaciones ecologistas, en las universidades… para ver la buena salud de la que gozan los radicales del marxismo.
Así, mientras la derecha española trata de distanciarse de un fantasma, la izquierda apoya sistemáticamente a sus “cachorros”, a quienes usa para la obtención de objetivos políticos… el principal de los cuales es el acoso a sus enemigos de la derecha.
La impunidad con que actúan los colectivos de ultraizquierda en España contrasta con la firme persecución que se hace de cualquier cosa que suene a ultraderecha aunque se trate – cosas de la sociedad del Gran Hermano - de futbol.
Pio Moa, en un brillante análisis, explica en este artículo que he subido a “Amigos del túnel”, las razones que a su juicio hacen que el PSOE insista tanto en negociar con la ETA.
Creo que nuestra democracia va derivando poco a poco hacia una dictadura de facto “a la venezolana”. Lo hace poco a poco, pero viendo las cosas con perspectiva, analizando los cambios que paulatinamente se van produciendo en la sociedad, no cabe extraer otra conclusión.
Tenemos una batalla ideológica que librar… y nuestros representantes (los que naturalmente deberían librarla) se han rendido antes de pegar el primer tiro.
Es una vieja lucha que empezó a principios del siglo pasado… a la España de Caín llegó un poco más tarde, pero nos ha regalado – un siglo después – algunos semovientes con poder que se definen a si mismos como “rojos de solemnidad”.
El enemigo está dentro… disparad sobre nosotros.