sábado, 1 de junio de 2019

Verónica

Veronica se quitó la vida.
No pudo soportar la vergüenza y humillación que le producía la difusión de un video de contenido sexual que había grabado con un hombre años atras.
La reaparición del video, compartido a través de las redes sociales en su entorno laboral, fue el detonante de su decisión.
Casada, madre de dos niñas pequeñas, consciente de que ese video le iba a perseguir de por vida, Verónica optó por la solución que nunca lo es.
Confluyen en este caso varios factores que deberían hacernos reflexionar sobre el camino que vamos tomando como sociedad.
El primero de ellos es la negación de la naturaleza humana.
El hombre, desde que adquirió el uso de la razón, ha sido siempre el mismo.
Cambian los tiempos, los hábitos, las costumbres... pero la naturaleza es idéntica.
Mueve al hombre la envidia, el hedonismo, el odio, la lujuria, las ansias de poder, la soberbia, la necesidad de aceptación social, la vergüenza... son sentimientos que le han acompañado desde que el pensamiento se sobrepuso al instinto y que le llevan - en no pocas ocasiones - a la demencia.
El sexo entre un hombre y una mujer es un acto íntimo que sólo produce la satisfacción completa cuando existe una comunión espiritual, cuando lo promueve el afecto, cuando es expresión de amor. Si no es así, el sexo solo crea vacío.
El sexo no es un deporte o una actividad lúdica, es una forma de expresión... y sólo es una experiencia completamente satisfactoria cuando lo envuelve el amor.
Si se produce el desequilibrio, cuando uno de los participantes no forma parte de esta unión espiritual, puede pasar cualquier cosa, pero siempre, siempre, se produce un vacío, una insatisfacción inexplicable derivada de la victoria del instinto sobre la razón.
Y como acto espiritual e íntimo, el sexo necesita privacidad.
Es así.
No estamos diseñados para exponer al mundo esa parte de nosotros que reside en lo mas oculto de nuestra existencia, en ese lugar profundo y confortable al que nos retiramos para afrontar los reveses de la vida o para construir desde él las decisiones que nos mueven.
Veronica, como tantas otras mujeres de su generación, ha sido víctima de la banalización del sexo.
Ese video es una exposición violenta e innecesaria de un acto intimo, no tiene sentido mas que como actividad lúdica, y - sin entrar en otras consideraciones - es un riego inasumible si, como es el caso, eres una persona dotada de unos mínimos de sensibilidad.
Tampoco hay que demonizarlo.
El sexo es lo que es y forma parte de nosotros como cualquier otro instinto, pero tambien, como cualquier otro instinto, hay que mantenerlo bajo el imperio de la razón para sacar de él algo que nos haga crecer como personas... desatar un instinto (cualquiera) no conduce nunca a nada bueno.
Luego hay otra reflexión.
Cometido el error por Verónica, no han faltado miserables dispuestos a explotarlo.
Y lo han hecho por morbo o diversión, ninguno ha sido consciente de que sus actos desencadenarían una reacción tan dramática.
Poco o nada les ha importado que la difusión del video humillase a un semejante.
No sé si tendrán la sensibilidad necesaria para darse cuenta de lo que han hecho, porque vivimos en una sociedad donde todo es confuso y relativo... y cuando el camino no tiene márgenes, no es camino, es desierto.
Verónica creyó a quienes hoy se manifiestan tras pancartas que dicen que se puede hacer cualquier cosa con tu cuerpo sin que eso derive en consecuencia alguna.
Fue una ilusa y pagó un precio muy alto por ello.
Y nosotros tenemos que empezar a tomar cartas en el asunto y exigir que se contemple al hombre en su plenitud, que nos permitan educar a nuestros hijos en principios, que nos dejen desarrollar su espiritualidad...
Lo que llevamos enseñando en los colegios desde hace décadas solo produce desequilibrados, manadas de depredadores, embarazos no deseados y confusión.
Es el precio que estamos pagando por empeñarnos en negar nuestra humanidad.
Y nos conduce a la nada.