domingo, 13 de diciembre de 2009

Turismo en la capital

Según la definición que de ellos se hace, los sindicatos son organizaciones obreras creadas para defender los intereses de los trabajadores. Pero, ¿quiere realmente la clase obrera española ser protegida por las centrales? Tirando de la estadística pura y dura, no lo parece. Según la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo que elaboró el departamento de Celestino Corbacho en 2007, sólo el 15,8% de los ocupados españoles están afiliados a un sindicato, mientras que el nivel medio de conocimiento de la actividad sindical era de 3,7. Por edades, los trabajadores de entre 45 y 54 años son los más afiliados, mientras que por nivel de estudios, la tabla la encabezan los universitarios, con un 19,4%. El porcentaje, admiten desde las propias organizaciones, no llega en ningún caso al 20 por ciento aun incluyendo a los desempleados afiliados a las centrales. Los sindicatos se resisten a creer que los trabajadores españoles son indiferentes a su labor. Andrés Gómez, responsable de Administración y Finanzas de CC OO, no esconde que la tasa de afiliación a las centrales españolas es de las más bajas de Europa.” [La Razón, artículo entero pulsando aquí]


Sin lucha de clases, el marxismo no es nada.
Sucede, sin embargo, que identificar las clases contra las que luchar cada vez es mas difícil, porque en una sociedad del primer mundo, la posibilidad de cambiar la pertenencia a la clase “proletario” por la pertenencia a la clase “empresario”, es cierta y - si me aprietan - bastante probable.
Sucede también que la aristocracia ya no manda... no hay nobleza ni zares que ahorcar.
La clase media (eso que nos legó Franco) tiene – en España – un peso estadístico muy superior a las demás clases que podamos identificar, siendo por contra y con con diferencia, la que menos pinta en España.
Los hijos de los proletarios de ayer ejercen esa "pertenencia" a las clases medias de hoy... y muchos de ellos podrían incluirse en el odiado grupo de “empresarios”. Y eso sucede aunque sus negocios carezcan de proletariado, pues en las “pymes” el concepto de asalariado alcanza con frecuencia al director, al contable, al dependiente y al comercial que, en muchas ocasiones son la misma persona.
Las condiciones sociales y económicas que justificaron un proteccionismo social enorme en los albores del franquismo ya no se dan... de hecho, nuestra sociedad, desde el punto de vista económico, asume cada vez peor este proteccionismo por varias razones, entre las cuales brilla con luz propia el descenso de natalidad experimentado por España desde que empezaron a penalizar a las familias numerosas.
El modelo arruinador de los defensores antaño, creadores ahora, de la famélica legión, no conduce a ninguna parte. Basta con echar un vistazo a los éxitos sociales que se han producido en todos y cada uno de los regímenes en los que la utopía de los descerebrados se ha puesto en práctica.
La situación social es distinta, la situación económica es diferente, la posición de España en el mundo es otra... pero estos tontainas siguen con la misma cantinela.
No representan a nadie (no llegan entre todos al 20% de representación), viven de las subvenciones estatales, se articulan sobre una red de “liberados” (del trabajo) sindicales... una cosa vergonzante que devolvería a Doherthy y a Owen – llegado el caso - a la tumba con un disgusto de órdago a la grande.
El espectáculo lucido-lamentable que han dado los turistas con dietas durante el día de ayer, coronado por la intervención de ese bicharraco que se dedica a señalarle a la chusma los objetivos a patear, es una muestra más de hasta que punto es necesario darle a esta sociedad un cambio de sentido.
No defienden los derechos de los trabajadores, defienden su pesebre... y para ello arremeten contra los que pagan la alfalfa.
Y la única clase responsable de esto, la clase política, a salvo de sus iras.
¡Que hemos hecho, Señor, para merecer esto!