miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sanctam Ecclesiam Catholicam

Se forma parte de la Iglesia cuando se desea pertenecer a ella, cuando voluntariamente se asumen determinadas pautas, cuando se acatan determinadas cosas.
Tus creencias, que es lo que te impulsa a andar ese camino, condicionan tu comportamiento, tu juicio, tu propia evolución como ser humano.
Es el creyente el que se adapta al credo y no al revés.
Mi Iglesia, por aquello de ser católica, es decir, universal, y romana, tiene sus peculiaridades… y si las aceptas, eres bienvenido, si no, ahí está la puerta, nadie te obliga a quedarte con nosotros.
Pero si te quedas, cumple tus obligaciones en la medida de lo posible.
Si eso es válido para mí, que soy laico, cuanto no lo es más para un sacerdote.
La misión apostólica encomendada a estos hombres que entregan su vida al servicio de Dios a través de su ministerio, no varía en función de la ubicación geográfica del sacerdote… quizá porque Dios es el mismo en Somalia, en Kabul y en Bilbao.
El sacerdote, pastor de nuestro rebaño, tiene una responsabilidad adicional: mantenernos en la catolicidad de nuestra fe, ayudarnos a progresar en el camino de nuestra salvación y orientarnos para que seamos capaces de divulgar la Buena Nueva.
En ocasiones parece que hay que recordarles que la sangre de Cristo se derramó por la humanidad en su conjunto y por todos y cada uno de nosotros… el hombre es valioso por el altísimo precio que el mismo Dios quiso pagar por él, en ello no tenemos mas parte que haber nacido hechos a su imagen y semejanza.
Y el amor de Dios, derramado en nuestros corazones como dice la liturgia, debe alcanzar a todos, seas o no seas vasco, seas o no seas nacionalista.
Cuando un sacerdote protesta porque su obispo (nombrado por Roma) no le gusta, está necesitando un cisma o una cura de humildad.
Otra cosa es que a veces Roma no dé con la tecla… en mi opinión, por ejemplo, hombres como Setién han aportado muy poquito a la misión apostólica de la Iglesia, pero el que yo piense esto, no le ha quitado a Setién ni un miligramo de obispo.
A estos curas proetarras, que tantos años han cubierto de cieno nacionalista, de veneno sectario, de dudas de fe, los púlpitos de las vascongadas, no les gusta su obispo…
Y a mí, que soy tan iglesia como ellos, sólo por eso ya me cae simpático.
Que hable o no vascuence (que éste además lo habla) es secundario… Cristo tampoco lo hablaba, y para transmitir su mensaje de misericordia y salvación, no le hizo ninguna falta.