jueves, 6 de diciembre de 2018

La Kale Borrica


Cuando se lleva un tiempo andando el camino, lo correcto, lo cabal, es detenerse, inspirar hondo y ponerse a repasar lo andado, para ver en que se ha equivocado uno y en que puede mejorarse la andadura.
Los que crecimos en un ambiente cristiano, a esto que hoy en día recibe una decena de nombres "guais", lo llamamos "examen de conciencia" y, generalmente precede al sacramento de la confesión que es donde se produce el reconocimiento de los errores (pecados en nuestro caso) y el propósito de la enmienda, que es, como no puede ser de otra manera, el resultado lógico del sincero arrepentimiento.
El marxismo creó una cosa parecida a esto con un matiz levemente distinto.
La cosa se denominaba "autocrítica" y permitía al pensante caer en la cuenta de las desviaciones de comportamiento que - en referencia a la utopía - se habían producido.
En tiempos revueltos, la autocrítica marxista era frecuentemente impuesta "manu militari", y los autocriticantes cumplían esta obligación en celdas en las que no podían extender los brazos, pero eso es otra historia...
Cuando tras la segunda guerra mundial se decidió imponer un nuevo modelo al mundo que echase a un lado los valores que tradicionalmente habían servido de base a las sociedades occidentales, eso que se denominó "el nuevo orden mundial", la izquierda, alentada por el fanatismo del converso, impuso su teología de odio y enfrentamiento en todo el mundo.
Del comunismo se pueden decir muchas cosas, pero que desconoce la naturaleza humana, no.
Al caer el telón de acero, Europa pudo contemplar atónita el resultado de las políticas comunistas que - sin duda - eran el secreto mejor guardado por las élites intelectuales de la Izquierda en Occidente.
La miseria desvelada fue un duro golpe al marxismo tradicional que se vio abocado a mudar las banderas... Si no lo ha leído, le recomiendo encarecidamente que se hagan con el libro "El retorno de los brujos" ("Le Matin des Magiciens") de Jacques Bergier, donde en su prólogo describe meticulosamente el batiburrillo ideológico predominante en las mentes de aquellos que decidieron tragarse la propaganda soviética sin rechistar y trataron - honestamente, no lo niego - separarse del pensamiento cristiano para abrazar prácticamente cualquier cosa que a su juicio permitiese llegar a la utopía sin pasar por el confesionario. No tiene desperdicio.
La necesidad de sentirse parte de algo mas importante que la propia existencia induce al hombre a abrazar causas.
Esta realidad se produce con mas virulencia cuanto mas vacío está el universo interior de la persona, cuanto mayor es la necesidad de "realización" que invade al ser humano.
Demolidos los cimientos cristianos que - con sus pros y sus contras - inducen al amor por el semejante en términos de igualdad ("Un nuevo mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado"), la necesidad de expresar amor se socializa, se deriva no hacia al hombre en sí, individualmente, en primera persona, sino hacia los "grupos sociales".
Se defienden así derechos de colectivos no por lo que de personas tienen los componentes de esos colectivos sino por la exclusividad del común denominador de sus integrantes.
Llevado a extremos (que fácil es conseguir eso) surgen como setas en otoño grupos de "istas" (ponga el prefijo que prefiera) cuya finalidad es la defensa de colectivos concretos mediante la inmersión del rebaño en una guerra declarada a lo que se percibe como enemigo.
Ya no es proletario contra capitalista (las tradicionales clases), es feminista contra machista, ecologista contra ¿cazadores?, ¿toreros?, ¿carnívoros?... el amor por la defensa de lo considerado "bueno" se torna en odio irracional hacia lo percibido como "malo", aunque la realidad, la insorteable realidad, nada tenga que ver con lo involucrado.
Esa desviación de la realidad palpable en la mente de las personas, puede recibir muchos nombres, pero siempre, todas las veces, forma parte de un proceso de manipulación.
Importante, muy importante en este proceso, es el nivel intelectual del manipulado.
La Universidad nació como la herramienta necesaria para permitir a los hombres acceder a la comprensión del mundo.
Cuando un hombre se forma, estudia, lee, medita... podrá llegar a conclusiones erróneas desde observaciones reales, pero rara vez cae en la trampa de la manipulación.
Me atrevo a decir, incluso, que el estudio termina forjando una suerte de aislamiento ideológico derivado de la honesta búsqueda y aceptación de la verdad desnuda, una percepción ajena a la simplificación grosera de los problemas con la que las ideologías tratan de manipular a las personas.
Un intelectual de verdad casa poco y mal con cualquier "ismo", pues los "ismos" persiguen devotos de colectivo, nunca individuos.
Los "ismos" sustituyen el pensamiento por la consigna.
Repetida una y otra vez, la consigna se interioriza como un mantra y permite al rebaño asumir tras ella el camión de basura que, deliberadamente, se diseña para manipular su comportamiento.
Es sorprendente constatar como las mentiras que sostuvieron la utopía soviética tras la segunda guerra mundial hoy en día, con leves mutaciones, subsisten bajo las banderas del indigenismo en Sudamérica... y más sorprendente aún es ver como toda esa basura ideológica se está exportando a la vieja Europa que - incomprensiblemente - parece no estar vacunada de ella pese a haber visto con sus propios ojos el resultado de la imposición ideológica de los carros de cieno.
Los sicarios de narco-dictador Maduro, aprovechando que en España hace ya mucho tiempo que el abandono escolar ha incrementado escandalosamente la producción de asnos y que el numero de "ninis" y de seres inempleables ha crecido hasta cotas nunca vistas, ha montado que podríamos denominar "la kale borrica".
La "kale borrica" define a esa masa rebosante de hormonas (y carente de neuronas) manejada a su antojo por los indeseables de Podemos y su miríada de grupúsculos gamberro-marginales, que aprovechan en su beneficio el poder disponer de personal que solamente es capaz de usar la cabeza para embestir.
Así, cuando unas elecciones que, convendremos todos, es el proceso según el cual se manifiesta la voluntad popular, no se ajusta a los dictados de sus caprichos ideológicos, los "democráticos" maporreros del marxismo bolibariano, lanzan a su pléyade de descerebrados a interrumpir el normal funcionamiento de la vida social y política de un país.
Dicen que no acatan las urnas y se fuman un puro en nombre de la democracia... simplemente vergonzoso y totalmente inaceptable por mucho que la Sexta y sus tertulianos lo justifiquen.
Un hecho que debería haber conducido (como sorprendentemente ha dicho Íñigo Errejón) a un proceso de autocrítica en los planteamientos políticos de ese mejunje de inadaptados que es Podemos, deriva, por el comportamiento psicótico de Pablo Iglesias, en la "kale borrica".
Y la democrática libertad de expresión en manos de estos anormales (y anormalas, que dirían los citados) adquiere, como no, forma de incendios, barricadas y pedradas... miedo y odio a la sociedad que, en vez de machacarlos (que sería lo suyo), les consiente la pataleta y paga después los platos rotos.
Ese generador de odio irracional se llama Pablo Iglesias Turrión, su partido se denomina Podemos, su ideología es profundamente antidemocrática y muy, pero que muy anticonstitucional... y ¿saben una cosa?... es el socio de Pedro Sánchez, ese señor que está pagando con bidones de gasolina el precio de mantenerse en el poder.
Ese poder al que - diga lo que diga la Sexta - ha accedido sin pasar por las urnas.