miércoles, 3 de julio de 2019

Estafadores

Hace un par de meses unos amigos me engañaron para que fuese a un restaurante de provincias a tener una experiencia gastronómica.
El restaurante no estaba mal, era un local limpio, con una decoración un poco minimalista para mi gusto y con el numero adecuado de camareros.
El menú era de degustación.
Admito que llegué al restaurante con cierto resquemor, porque la última vez que me pusieron por delante un menú de degustación fui incapaz de pasar del cuarto plato (y había siete)... pero no se dio ese caso.
En una variedad asombrosa de recipientes de todos los tamaños fueron desfilando ante mis ojos una serie de platos cuyo denominador común era la rídicula cantidad de comida que portaban.
Admito que no estaban malos... unos me gustaron mas que otros (ya saben, para gustos se hicieron los colores), pero tras probar ocho o diez cosas diferentes, regado todo ello por un vino pasable de la comarca en la que se asentaba el local, me levanté con hambre y la sensación de que, habida cuenta el precio de la experiencia, me habían tomado el pelo.
No es lo peor que me ha pasado en restaurantes.
En general, supongo que como usted, estoy dispuesto a pagar un poco mas de lo razonable cuando la comida es buena y abundante, y me molesta en sobremanera pagar (aunque no sea mucho) por ingerir basura aunque me la sirvan a toneladas.
Cuando salimos por la puerta del restaurante uno de mis amigos comentó: "¡Cuanto daño ha hecho Master Chef!"
Y esto me llevó a pensar cuan incautos podemos llegar a ser los mortales y que maleables cuando caemos en las garras de una persona manipuladora.
Recordé haber leido que cuando se proyectó por primera vez en los USA la película "Bamby" creó una enorme conmoción social... de hecho, en uno de los cincuenta y dos estados se prohibió la caza de ciervos. Esta prohibición generó que una decada después hubiese poco menos que exterminarlos, porque los problemas derivados del crecimiento desmesurado de la población de ciervos crearon una situación insostenible.
Supongo que cuando el malagueño Walt Disney empezó a humanizar a los graciosos animalitos que salían en sus películas, no podía prever que transcurridos unos años habría movimientos sociales pidiendo derechos para los animales.
Dotar de características humanas a los animales para contar historias con moraleja ya lo hacía Esopo, pero la factoría Disney dio un paso mas... y consiguió que una enorme masa de población cambiase la percepción que sobre los animales se tenía hasta entonces.
Un conocido que se casó con una norteamericana, en el último viaje que hizo para disfrutar de su familia política, se llevó una bronca por decirle a los niños que en España se podía comer conejo... los niños estaban aterrados de solo pensarlo.
Y no me malinterpreten, me gustan los animales, no les deseo mal alguno ni quiero que se extingan las ballenas, pero me parece un contrasentido que se anteponga el bienestar de las mascotas al de los hombres.
En cualquier caso, y perdonen la digresión, quiero poner de manifiesto que incluso las cosas buenas, en malas manos, pueden producir efectos nocivos.
La presión de los movimientos LGTB para imponer sus absurdos caprichos ideológicos ha llegado también a la factoría Disney.
Y eso no sería preocupante si no fuera porque el contenido multimedia de esta empresa está especificamente diseñado para consumo de los niños.
De modo que la abyecta ideología de estos talibanes, poco a poco, se va metiendo en nuestros hogares para "visualizar" y "normalizar" en nuestros niños, las estupideces indefendibles de la cosa de género.
La última ha sido que están planeando hacer un desfile del "orgullo" en Disneyland París donde, imagino, presentarán a los entrañables personajes de nuestra infancia como miembros activos del movimiento LGTB.
Es alarmante.
Porque - conscientes de que las mentes infantiles son las mas manipulables - están dispuestos a sembrar las cabecitas de nuestros niños con todas esas anormalidades que defienden a capa y espada para perpetuar la estafa mas grande de este siglo.
Porque si bien no pueden cambiar la realidad, si pueden cambiar la percepción que se tiene de ella... y meterse en nuestra casa, en la educación y los principios que queremos transmitir a nuestros hijos.
Y no tienen derecho - por mas que digan - a hacerlo.
¡Dejad en paz a nuestros hijos!... partida de malnacidos.