miércoles, 15 de mayo de 2019

A merced de los vientos

Yo no se ustedes, pero yo, desde hace unos cuantos años, tengo la sensación de que a este barco se le averió el timón y navegamos a merced de los vientos.
Quizá es que me voy haciendo mayor, pero nunca como en los últimos tiempos he sentido que la administración de Justicia en España está sumida en el caos.
Admito que en materia de leyes soy un ignorante.
Estoy dispuesto a aceptar que la naturaleza de la Justicia se puede ver distorsionada por la aplicación de tecnicismos interpretativos... y que la ley en España es garantista hasta el ridículo, pero de un tiempo a esta parte, la justicia y el sentido común parecen haberse vuelto enemigos irreconciliables.
Crecí bajo el lema de "el que la hace, la paga", y ese convencimiento me salvó de perpetrar muchas insensateces... sobre todo en mi alocada adolescencia, una época de mi vida en la que mis hormonas superaban en gran número a mis neuronas.
He sido testigo (y usted también) de cómo se arrestaba a individuos que habían cometido delitos en decenas de ocasiones sin haber entrado nunca en chirona... de como se prevaricaba en política sin consecuencias penales, de como se usaba una vara de medir diferente cuando la falta - la mismo falta - la cometía un ciudadano común o un cargo político.
He visto - y usted también - a jueces dictar sentencias abyectas (o dejar morir denuncias en cajones) sin perder por ello otra cosa que la vergüenza... y he visto también lapidar a jueces que cumplían escrupulosamente su misión.
Y ahora, cuando se encuentra en mínimos históricos mi fe en que la Justicia llegue a imperar en España por encima de todo, veo como el poder legislativo cae en manos de hooligans de izquierdas que, ya lo están anunciando, están dispuestos a publicar en el BOE toda clase de tropelías.
Tras el entierro de Montesquieu (Guerra dixit), nos sumimos en una ciénaga que nos está pasando una factura enorme... y ya nadie sabe como recuperar sus huesos.
Y no es lo peor.
Como éramos pocos, entramos en Europa... y a la confusión legislativa nacional, se unió otro maremagnum generado por la masoquista burocracia centroeuropea.
Así, un juez de pueblo de tercera (en Alemania) puede enmendarle la plana a un Juez del Tribunal Supremo español... y una euro-orden emitida por un país de pleno derecho, puede ser procesada por el arco del triunfo de los tribunales de otro.
Lo que estoy presenciando con "el problema catalán" me lleva a preguntarme si pertenecer a la zona Schengen tiene algún sentido... porque me da la sensación de que nuestros socios - y a las pruebas me remito - no creen que en España se disfrute de un Estado de Derecho.
Permitir la libre circulación de personas debería llevar parejo el deber de extraditar a los delincuentes... vamos, digo yo.
De las naranjas, las mandarinas y el aceite, mejor no hablamos.
¿Será que me estoy volviendo "euro-escéptico", que es un vocablo similar a "facha" pero de uso universal?
Parece que desde el 11-M sólo recibimos palos.
En cualquier caso, y hasta que pase la marejada, les recomiendo que se atrincheren.
Porque va a llover a cántaros.