martes, 23 de septiembre de 2014

El dilema de la urna

La próxima vez que me citen a las urnas no sé a quien voy a votar… sin embargo, no todo está perdido, porque - al menos - si  tengo claro a quien NO voy a votar.
No voy a votar a un partido político que negocie con ETA, que me machaque a impuestos, que defienda esta espantosa ley del aborto que tenemos en vigor, que sucumba a las imposiciones de nacionalistas o del lobby rosa, que no esté por la labor de conseguir la separación de poderes, que mantenga en sus filas a personas imputadas en delitos de prevaricación, robo, estafa… que carezca de principios ideológicos, que reparta dinero entre los amiguetes y que incumpla su programa electoral sin que exista una necesidad evidente.
No voy a votar a un partido cuyos representantes me dicen que van a hacer una cosa para poco después hacer lo contrario… estoy cansado de que me mientan, de que me tomen por tonto.
No voy a votar a un partido que subvenciona medios de comunicación que atacan a mis creencias religiosas siempre que pueden.
No voy a votar a partidos para los que la defensa de la unidad de España es un tema “político”, para quienes el “modelo de estado” está por encima de la existencia de la Patria.

El lector de este blog ya se habrá dado cuenta de que estoy describiendo al PP.

Estoy describiendo a un partido al que he entregado utilitariamente mi voto en atención a aquello de que venía el lobo.
Ahora, voy a dejar que a este partido lo voten otros ciudadanos que no sean de mi parecer, que tengan el gañote mas ancho que yo, o que carezcan de mi sensibilidad política.
Soy plenamente consciente de lo agotadora que va a ser la misión de encontrar en España un partido político dispuesto a presentarse a unas elecciones defendiendo lo que - tozudamente - creo que hay que defender.
También sé que - en el caso de encontrarlo - este partido no superará el rodillo de la ley d´hondt, pero, al menos, habré emitido un voto de conciencia.

¿Vendrá el lobo a comerse a las ovejas?

Yo creo que sí… al fin y al cabo, el lobo está ahí fuera y tiene la férrea voluntad de zamparse un par de corderitos… el problema - tal y como están las cosas - es decidir si estoy dispuesto a votar a un pastor que, en cuanto aparezca el lobo, le abrirá la puerta del redil.
Y si el pastor va a hacer la política del lobo… ¿Por qué voy a darle mi voto?