domingo, 15 de septiembre de 2019

De buenos y malos

Una de las cosas que caracteriza a la izquierda española (y pienso que de todo el mundo) es la capacidad de derivar la responsabilidad de sus actos hacia terceras personas.
Y si esa tercera persona es un ente etéreo, mejor.
Viene estupendamente poder echar la culpa de nuestras acciones a la sociedad, al capitalismo, al calentamiento global o a la conjunción de los astros... porque así, envueltos en este fatalismo existencial, podemos hacer lo que nos dé la gana sin perder la condición de buenos.
Un progresista de pata negra defenderá a ultranza la estupidez esa de que el hombre nace bueno y la sociedad lo hace malo... no imaginaba Rousseau que sus mitos engendrarían una legión de memos, ya que si salpimentamos el análisis de los problemas reales con afirmaciones como ésta, cualquier cosa que digamos después resulta defendible.
El mecanismo funciona estupendamente, y convierte al verdugo en víctima y viceversa.
Durante mi juventud se pusieron de moda las películas en las que el protagonista era un “anti-héroe”. El objetivo de esas películas era que el espectador empatizáse con un ser que encarnaba uno o mas aspectos abyectos del comportamiento humano.
Las carteleras se llenaron de películas en las que el policía se diferenciaba del ladrón en que llevaba una placa en el bolsillo de la camisa… muchas de ellas mostraban un comportamiento mas humano en el ladrón que en el policía y mediante falacias sutilmente construidas, te llevaban a aceptar que “las circunstancias” conducían a un buen hombre a hacer cosas malas.
Y no voy a ser yo el que diga que las circunstancias pesan mucho en el comportamiento de los hombres, pero me niego a aceptar que lo justifiquen.
Ante una situación adversa siempre hay una o mas elecciones… y tome uno la que tome, siempre será bajo su absoluta y exclusiva responsabilidad.
Aceptar la responsabilidad de tus actos te lleva a diferenciar nítidamente entre los buenos y los malos.
Pero eso no es progresista.
Lo "progre" es ponerse del lado del malo.
Como el verdugo tiene que ser defendido, cuando éste comete una atrocidad es porque la víctima lo merecía.
Y cuando no queda muy claro porqué la víctima merece el castigo irracional que le inflige el verdugo, se recurre al “algo habrá hecho” que tan buenos resultados dio en los años de hierro para justificar - entre nuestra basura nacional - el genocidio etarra.
Un ejemplo de esta perversión generalizada del pensamiento es culpar a Europa de las crisis migratorias.
Cuando un señor de Mauritania se ve obligado a cruzar medio continente africano y un estrecho para escapar del islamismo radical (que suele ser el motor que les impulsa a salir por piernas), hay un responsable de su huida, pero no soy yo, será - si acaso - el Boko haram de turno.
Y como no soy el generador del problema, no soy el responsable de la solución... no nos equivoquemos.
Otra cosa es que debido a mi natural bondad y a una tradición cultural basada en Roma y la Cruz, intente aliviar el sufrimiento del evadido... pero lo hago sin obligación alguna.
De modo que si el evadido reacciona contra mi causándome un daño, no tengo ninguna, en ningún caso, obligación de asumir esa responsabilidad.
Cuando un grupo de MENAS cruza la linea roja y viola despiadadamente (que es la única manera que existe de violar) a una jovencita y posteriormente son capturados, lo que hay que hacer con ellos es deportarlos, sin complejos ni remordimientos… y en ningún caso, empatizar con ellos.
Y en cuanto a las subvenciones, otro tanto.
Partiendo de la base de que no tengo ninguna obligación de subvencionar vagos y maleantes, y que no soy responsable de vengan a mi casa, no tengo que tener ningún reparo en retirar las subvenciones que generosamente otorgo, a quienes demuestran no ser merecedores de ellas.
Y ya está.
La ayuda, como las becas, debe ir a quien la necesite y se la merezca… no caigamos en la trampa.
Empatizar con el malo es cometer una enorme injusticia sobre el que merece - precisamente - que se aplique la justicia.
Y hasta que erradiquemos la idea de que dispararse en un pie es progresista, no levantaremos cabeza.
Y necesitamos levantar cabeza.
¡Vaya si lo necesitamos!