sábado, 17 de agosto de 2019

La ciudad que fué

Los pecados capitales se denominan así porque - en mayor o menor medida - todos estamos sujetos a ellos.
Nuestro comportamiento lo define la cantidad que poseemos de cada uno de ellos.
En España - decía Díaz-Plaja - el pecado por excelencia es la envidia, que, en mi opinión, le gana solo por medio cuerpo al que le sigue inmediatamente detrás: la soberbia.
Opino que si fuésemos una receta de cocina, la soberbia sería un potenciador de sabores.
En combinación con la envidia genera un tipo especial de individuo muy abundante en nuestra vieja piel de toro: el tonto ibérico.
De hecho, no hay tonto que no haga gala de una notable cantidad de soberbia, pues para expulsar la estulticia de nuestra vida, lo primero que hay que tener es humildad, virtud opuesta a la soberbia.
Si a este mejunje denominado tonto ibérico, le añadimos un pésimo bagaje cultural, un buen chorreón de mala leche, y una notable dosis de pereza, obtenemos un alcalde de izquierdas.
Y es curioso como cuanto mas a la izquierda está el político, mas cantidad de estos ingredientes posee su receta.
Dice el chascarrillo que no se puede ser bueno, inteligente y comunista a la vez... si eres bueno e inteligente no puedes ser comunista, si eres comunista y bueno no puedes ser inteligente, y si eres inteligente y comunista, no puedes ser bueno.
Como no saben ni abrocharse los zapatos, cuando tienen que hacer las cosas se dejan llevar por sus sentimientos.
Y no seré yo el que diga que hay que retirar el sentimiento de la ecuación, siempre y cuando el sentimiento sea bueno y se limite a dulcificar las medidas razonadas y razonables que dén solución a los problemas... pero es que en el caso de estos pamplinas profesionales el sentimiento sustituye - literalmente - a la razón.
Gobiernan como lo haría un mamífero cualquiera, dejándose llevar por su instinto... y así nos vá.
La macho alfa de Barcelona - Ada "no doy una" Colau, ha conseguido en sólo cuatro años que Barcelona pase de ser una ciudad referente en Europa a estar e las listas de ciudades peligrosas.
Admito que ha encontrado ayuda en las piaras de inempleables que intentan hacer de la política subvencionada su modus vivendi.
La confluencia temporal con grandes personajes como Benito Mas, Adolf Torra y Judas Puigdemont, que andan repartiendo cerillas y gasolina desde hace una década, ha propiciado que las escuadras hitlerianas de Omniun cultural (verdadero gobierno en Cataluña) usen la calle como válvula de escape de sus inconfesables frustraciones.
A las jaurías de perros rabiosos de los CDR, hemos de sumar en Barcelona a los MENAS y a los manteros, sombrilleros, vendedores ilegales de refrescos, okupas y un largo etcétera de indeseables.
No voy a meter en el mismo saco a un mantero que a un MENA de los que se dedican a violar en grupo, o a uno de esos CDR que hasta que no han dado por el saco a doscientos cincuenta catalanes no pueden conciliar el sueño... entre los indeseables hay también grados, pero el denominador comun de todos ellos es que proliferan cuando no se aplica la ley.
Y como a la señora Ada (y perdonen por lo de señora) no le gusta la policía pero le encantan los manteros y los okupas, cuando pone el sentimiento en el problema, la lia parda.
En Barcelona hay un serio problema de orden público.
No es nada que no se pueda remediar en un plazo mas o menos corto de tiempo.
El orden público tiene eso, que cuando se aplica de verdad, funciona... pero para que Barcelona volviese a ser la ciudad de los milagros, haría falta que toda esta caterva de inútiles y descerebrados hiciesen la maleta rumbo - a poder ser - hacia la Patagonia Argentina, por poner un lugar precioso que está muy lejos.
Si los políticos dejasen de repartir cerillas, los jueces trincasen el mazo y la policía hiciese su trabajo (le dejasen hacer su trabajo), yo les aseguro que en tres o cuatro años Barcelona sería tranquilolandia.
Pero en manos de la izquierda, y más si es independentista, eso es imposible.