domingo, 19 de agosto de 2018

El rito

Muchas veces he defendido la solemnidad del rito.
El rito no deja de ser una estudiada manifestación de espiritualidad... lo que pasa es que "el rito" hay que entenderlo.
Un ejemplo que nos es familiar es la Santa Misa.
Nada en ella es improvisación... cada gesto, cada palabra, cada oración encierra un significado que - para disfrutarla - hay que entender. De hecho, cuando un sacerdote se pone "creativo" con la liturgia, rara vez acierta... porque el "rito" tiene un par de miles de años a cuestas, y ya ha sido cuidadosamente meditado y medido, no precisa adornos adicionales.
Desgraciadamente, tras décadas de desvaríos teológicos y dejadez en la enseñanza, hay una gran cantidad de personas que cuando acuden a una misa, son incapaces de entender lo que está pasando.
Y lo que digo para una misa lo puedo extrapolar a cualquier otra ceremonia.
Una parada militar, solemne y sobria, tiene sus tiempos y sus actos... su propio rito.
La ceremonia es ejecutada por una pequeña parte de los presentes y compartida por el resto de los que asisten que, con una actitud e indumentaria adecuada, dan brillo y realzan la importancia de la misma.
Hay grados y grados de solemnidad, pero si me permiten elegir uno, cuando está la muerte involucrada, cuando el rito afecta a la perdida de seres queridos, se alcanza la máxima expresión del mismo.
El que ejecuta la ceremonia lo hace con dignificada seriedad, y los asistentes la engalanan con su silencio... es la manifestación espiritual mas simple y directa del respeto por el dolor ajeno.
A veces la ceremonia hay que explicarla... en las paradas militares, de un tiempo a esta parte se incluye la figura del narrador que va desgranando a lo largo del acto el significado de las cosas que se van haciendo.
El asistente, de este modo, escucha de boca del narrador cosas tales como que cuando entra la bandera en la formación y suena el himno nacional, hay que permanecer en pie y en respetuoso silencio. Si, no me lo invento, es así... a día de hoy, a esta sociedad en la que vivimos, hay que explicarle estas cosas.
Anteayer, durante los actos de Barcelona, en los que homenajeaba a las víctimas del atentado islamista de las Ramblas y se agradecía la labor realizada a los que intervinieron tras los asesinatos, contemplé una ceremonia que - permítanme el comentario - daba vergüenza ajena.
No voy a ahondar en la miseria moral que envuelve a los deficientes mentales que colgaron pancartas en contra de la monarquía e intentaron dar "publicidad" a sus bastardas aspiraciones en un acto en el que - como se dice ahora - eso no tocaba... los cubos de basura no pueden sustraerse a su naturaleza de contenedor de inmundicias.
Cuando hablo de vergüenza ajena me estoy refiriendo a la ñoñería y la irrelevancia formal con la que articularon los actos.
La necesidad de la izquierda por separarse de lo "tradicional", de lo religioso y de lo "formal", les lleva inevitablemente a la cursilería... y si a eso añadimos la necesidad enfermiza de transmitir ese mensaje hipócrita de buenismo bobalicón del que han hecho bandera... el resultado esta servido.
En un acto en el que se trataba (según parece) de compartir el dolor con las víctimas y manifestar la repulsa colectiva hacia los actos de violencia terrorista (en este caso islámica), se hizo un pastiche en el que se leían versitos de tolerancia cultural en varios idiomas (menos en español), y en el que un coro de niños y una banda municipal de chavales en proceso de musicalización tocaba el manido "cant dels ocells" y entonaban - entre otros - el himno al nihilismo que compuso el mas miserable de los Beatles.
Una musulmana salió, con su velito puesto, a recitar en catalán los versitos de marras...
Yo habría esperado que ya que los que habían cometido la atrocidad profesaban la misma fé que ella, la mora hubiese tenido la deferencia de disculparse en nombre de los musulmanes y dejar claro que a la mayoría islámica afincada en España le repugna también el hecho de que unos correligionarios tarados por el odio, sean capaces de sembrar tantísimo dolor en nombre de Alá.... pero no lo hizo.
El Islam nunca se disculpa, y menos ante los infieles... porque en su complejo universo, lo que recibimos en Europa de manos de sus cachorros, en el fondo, no es mas que el pago que merecemos por nuestros actos. Algo que comparte de forma mas o menos subconsciente con ellos la izquierda española.
La ceremonia, al final, hubiese valido lo mismo para inaugurar unos juegos olímpicos que para celebrar el día de la madre... cursi, ñoña y hueca.
Lo que le gusta a los que no entienden nada de ninguna cosa...