domingo, 16 de septiembre de 2012

El fracaso de la realidad

El pasado no se puede borrar.
Uno es fruto de sus vivencias, de su entorno, de su cultura... pero sobre todo lo es de sus fracasos y sus decepciones.
Contemplamos los éxitos en nuestra vida como si fuese el resultado del natural devenir de los acontecimientos... pero los fracasos nos moldean, nos hacen recapacitar, nos llenan de remordimientos.
Hay, en la actitud del hombre hacia sus semejantes una herencia (muchas veces palpable) de amarguras mal digeridas, de complejos inasumibles, de injusticias percibidas, de objetivos no alcanzados... y todo ello se produce por el mero hecho de haber vivido una pequeña parte de lo que tiene que ser, inevitablemente, una breve existencia.
Lo llaman experiencia y cada cual tiene la suya propia.
Hay una realidad y una percepción de la realidad.
La percepción de la realidad (que es lo que vivimos) es una realidad moldeada, maquillada por nuestros miedos y nuestras frustraciones... no hay dos personas que perciban una realidad exactamente igual, pero el hecho es que hay una realidad que – desgraciadamente – es la misma para todos.
Un hombre formado trata de de entender la realidad dejando a un lado sus propios condicionantes. El estudio de las humanidades permite entender el mundo que te rodea, tal y como las ciencias permiten comprender las leyes por las que se rige.
De ese modo, cuanto mas inculto, elemental y paleto es uno, mas distorsionada se le presenta la realidad.
Hoy, España está llena de hombres incultos, elementales y paletos.
Es posible que siempre los haya tenido, pero el problema que nos ocupa es el predicamento que se da a aquellos a quienes habría que ignorar por profilaxis mental. Así, cualquier animalito del Señor, por el mero hecho de saber juntar palabras, se considera con derecho a subirse a una tribuna... y a decir la primera burrada que pase por su cabeza.
Por desgracia, el numero de incultos, elementales y paletos es muy superior al de hombres formados y, por lo tanto, los miserables encuentran siempre un numeroso público dispuesto a hacerle el coro a sus rebuznos.
En mi Cataluña natal hay una realidad en forma de saqueo.
Es verdad, a Cataluña la han estado saqueando. Eso es la pura realidad. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de ello, pues los números (implacables) cantan por si mismos.
El problema es que los responsables del saqueo no viven en “Madrit”, viven en Cataluña, y llevan gobernando en ella desde que "nos dimos" el carísimo estado de las autonomías.
Los que han estado saqueando Cataluña son las cuarenta y tantas familias del “stablishment”, sus cajas de ahorros y sus bancas, sus liceos y sus “palaus”, sus proyectos de inmersión linguistica...
La defensa del catalán, una lengua que no necesitaba – ni necesita – defensa alguna, ha servido de excusa para acometer el saqueo sistemático y despiadado de las arcas catalanas y – por ende – de las españolas.
Sobre la base de un proyecto “identitario” se han montado chiringuitos nauseabundos, se han repartido comisiones, subvenciones y convolutos a diestro y siniestro... pero siempre a los mismos.
Y siempre señalando a España – con dedo acusador – para desviar la atención del personal.
Cataluña es el fracaso de la realidad.
Y es el fracaso de la realidad porque entre mis paisanos hay mucho inculto, elemental y paleto, que percibe esta realidad tras el velo de la distorsión. De una distorsión calculada y construida por aquellos que pretenden seguir ordeñándolos, haciéndoles mirar hacia “Madrit” mientras les roban la cartera.
Hay mucho tontito en Cataluña que piensa que en el resto de España, los que no vivimos en el estanque dorado, nos levantamos pensando que podemos hacer para fastidiarles... cuando la realidad a poco que uno se esfuerce en verla, es radicalmente distinta.
Cataluña es el fracaso de la realidad.
Y yo estoy cansado de escuchar estupideces.