jueves, 15 de julio de 2010

Los lloricas


Cuando era pequeño, en mi Barcelona natal, los de siempre, hablaban de separatistas y separadores.
Por supuesto, los malos eran los separadores. Los separatistas, a fin y al cabo, estaban justificados por la existencia de un régimen (el de Franco), que en vez de machacarlos – como hubiese hecho un buen stalinista con una zona que permaneció hasta el final de la guerra en el bando contrario – los puso al frente del motor económico de España, en detrimento, claro está, de otras zonas cuyos habitantes se vieron obligados a emigrar masivamente.
La decisión de Franco, a mi modo de ver, no fue desacertada. Cataluña reunía unas buenas condiciones para asumir un rápido desarrollo industrial... y como en esos años de cenizas y hambre había que optar entre revoluciones pendientes o comer caliente, Franco, con buen criterio, eligió la segunda.
Cataluña se vio así favorecida por un apoyo que no se prestó a otras zonas de nuestra Patria... algo que nunca reconocerán los que se han creído esa versión “oficial” de nuestra historia que se han inventado los jiliprogres de mi generación.
Los separadores (como habrán imaginado) son los de “Madrit”... esa gente malísima que se levanta por las mañanas pensando que cosa pueden hacer para fastidiar a los catalanes.
He de decir que los años que he pasado fuera de Cataluña, nunca me ha avergonzado decir que soy catalán... ni al decirlo he sentido rechazo alguno por parte de mis interlocutores... lo que me ha llevado a concluir que los “separadores” son algo así como el hombre del saco, seres puramente imaginarios.
Ayer, los parlamentarios catalanes volvieron a esgrimir el tema de los separadores refiriéndose a la sentencia del TC. Una vez más, volvieron a amenazarnos con declararse independientes... entonaron a coro la  cantinela del paleto, la tragicómica pataleta del ofendido, el patético discurso de los victimillas.
Redactan un “Estatut” con los pies y el apoyo incondicional del jefe de los pirómanos... lo hacen mal, rematadamente mal, inconstitucional hasta los tuétanos... lo aprueban a capón y lo someten a un escuálido refrendo que – en una democracia de verdad – hubiera dado al traste con el texto... y ahora que después de casi cuatro años dándoles oxígeno el TC ha parido un no se sabe muy bien que (altamente interpretativo) se rasgan sus farisaicas vestiduras y nos amenazan con hipotéticas independencias.
Juegan con fuego... y mas tarde o mas temprano, se van a encontrar frente a sus demonios.
Y no les va a gustar.