viernes, 16 de julio de 2010

¿Cómo dice?


El chulo de Iznájar se ha descolgado con que los españoles tenemos que cambiar la Constitución para que los observadores de su ombligo no tengan que modificar el “Pastatut”.
Como la castaña pilonga no pasa por el tamiz, quitamos el tamiz y listo.
La desfachatez roza el delito, y el de las cejas de punta – responsable directo de este desaguisado – sale a la palestra y con esa media lengua con la que se expresa, nos da lecciones de democracia (¡manda huevos!) y nos habla de la imposibilidad de “taparles la boca” a los catalanes.
Yo, personalmente, no tengo ningún interés en que le tapen la boca a los catalanes, pero que se la partan de una “mascá” a esta partida de inútiles, me parece hasta necesario.
Porque el club de amigos del tres por ciento – cuando habla – se siente respaldado por una enorme masa de catalanes que – seamos realistas – simplemente, no existe.
Como Zapatero, sienten que por alguna convergencia planetaria inexplicable, los intereses de la Patria coinciden, punto por punto, con sus propios intereses... de modo que no hay desmán que no puedan arropar con una bandera.
Así estos cleptócatras del pacto del Tinell, nazis hasta la nausea cuando se trata de imponer su criterio paleto y miserable, con una representatividad en el parlamento Español que no les corresponde por número de votantes, pretenden que España cambie las reglas del juego para ocultar su incapacidad manifiesta a la hora de legislar.
Y a mi, que estos tontos quieran hacer juegos malabares con antorchas, lo puedo entender, pero que el presidente del consejo de ministros del gobierno de España (marca registrada) los apoye... no me entra en la cabeza.
Zapatero tiene que dimitir, convocar elecciones y desterrarse a la micronésia...
Es urgente.