martes, 12 de agosto de 2014

Mi sociedad



Nada hace tan patente la realidad social española como un viaje de ocho horas en un ferry…
Adquieres un pasaje “en butaca” – que te cuesta un dineral – y cuando te acomodas ves que alrededor tuyo se sientan una colección de personajes que (en un país serio) no los dejarían viajar ni en las bodegas.
Manadas de horteras multitatuados que viajan con una indumentaria que sirve  lo mismo de pijama que de bañador, calzados de chancletas, con el pelo cortado por un descendiente de los cherokees… o un grupo de “kumbayás” (postadolescentes y guitarreros) que vienen de hacer un tour en bicicleta por Menorca (lo sé porque la ropa que llevan es propia de montar en bicicleta, las mochilas indican que no viajaban de hotel en hotel y el olor que expelen, que tampoco se han molestado en ducharse antes de subir al barco).
Algunos padres con aspecto de surfero venido a menos y de no conocer la crema de afeitar, pastorean niños silvestres por los pasillos. Las criaturas emiten sonidos estridentes o se engalanan con pataletas chillonas (despertando a todos los que tratan de dormir una breve siesta) sin que los mentados progenitores A o B se molesten en decirles que se comporten como seres humanos o, al menos, se los lleven a dar un paseo por cubierta.
Tanto los horteras como los kumbayás comen en el autoservicio del barco… que tengan aspecto de indigentes no significa que su poder adquisitivo no sea mayor que el mío.
Soy dolorosamente consciente de que pertenezco a otra España.
Soy de una España desaparecida en las nieblas de la horterada, el paletismo, la incultura y la mala educación.
En aquella España que conocí de niño los padres, independientemente de su extracción social, trataban de educar a sus hijos. He conocido siendo niño a chatarreros que se enorgullecían de la caligrafía de sus hijos y de las buenas notas que sacaban en el colegio. Personas que trataban de ocultar su rudeza mediante modales un poco forzados, pero modales al fin y al cabo. En la España que conocí el que procedía de la nada era consciente de sus limitaciones… y trataba de disimular sus carencias.
Hoy de la carencia se hace gala. De la mala educación bandera. De la condición de patán estandarte… y a los demás, que les vayan dando.
No tenemos problemas políticos o económicos… no en comparación con el inmenso problema social con el que nos levantamos de la cama todos los días.