miércoles, 29 de agosto de 2012

Curaflautas

"Camino a la independencia a través de un ansiado protagonismo mediático. El independentismo político en Cataluña y el nacional-progresismo eclesial han encontrado un nuevo eslabón y un referente mediático de lo más curioso. Una monja, benedictina para más señas, se ha convertido en todo un icono de la independencia de Cataluña. Y mientras tanto el abad de Montserrat se ha subido al carro para quemar sus últimas naves y así poder convertirse en el sustituto del cardenal Martínez Sistach en Barcelona".[LD 28/08/2012]


Iglesia somos todos.
Los curas y las monjas son una parte esencial, visible y cualificada de la misma, pero sin los cristianos no existe la Iglesia.
Digo esto porque en todo grupo humano (sin excepción) hay siempre un cupo de imbéciles, y a esta ley, eso que llaman “el clero”, tampoco escapa.
En el seno del grupo de pastores de la Iglesia los imbéciles son fáciles de reconocer... con apenas quince años, cuando empezaba a interesarme por las cosas que me rodeaban en mi Barcelona natal, coincidí con un nutrido grupo de ellos, y gracias a que también encontré sacerdotes como catedrales y al ejemplo que recibí en mi propio entorno familiar, el abajo firmante se abstuvo de abandonar el redil... pero muchos compañeros de colegio que no tuvieron mi suerte, abandonaron sus creencias a través de la relación espiritual que tuvieron con esa partida de gilipollas con sotana.
A los gilipollas con sotana – en Barcelona – se les reconocía por el desprecio que sentían hacia el rito, los sacramentos y todas esas cosas que – se supone – debían explicar a su rebaño.
En vez de hablar de Dios hablaban de “justicia social” y decían memeces tales como que Jesús fue “el primer comunista” (lo he oído de boca de un seminarista que nos “catequizaba” en el colegio, no me lo estoy inventando)... y eran, indefectiblemente, catalanistas.
Interpretando el “Vaticano Segundo” como les daba la gana, crearon una enorme confusión entre los que aspirábamos a recibir una formación religiosa que nos permitiese sobrevivir dignamente a este valle de lágrimas.
Muchos de ellos – gracias a Dios – abandonaron aquellos hábitos que jamás debieron vestir, pero una parte sustancial se dedicó, en cuerpo y alma, a vaciar los seminarios y las parroquias catalanas.
Las continuas incursiones de los “curaflautas” en la opinión política, terminaban siempre hastiando al personal sensato o poniendo en manos de movimientos “obreros” (término usado entonces para decir “marxistas”) a los bienintencionados tontitos que se acercaban a escucharlos.
En esas diócesis tan infiltradas por el marxismo no había obispo que sobreviviese... y los que trataban de poner un poco de orden se encontraban con una nutrida colección de subordinados que no acababan de entender aquello del voto de obediencia.
El fenómeno se repitió en toda España, adquiriendo tintes especialmente dramáticos en las vascongadas, donde el comportamiento de muchos sacerdotes fue – y sigue siendo - claramente delictivo.
Como sucede con la derechona de me disculpe usted, los tontitos con alzacuello (que suelen ser los que no llevan alzacuello) se arriman a la izquierda pensando que en esas aguas se puede pescar alguna cosa... encontrándose con una masa que les alaba el gusto sólo en la medida que sirve a sus intereses políticos, pero de la que no van a sacar jamás una conversión. Al final, de tanto bogar en vacío, terminan con unas crisis de fe de órdago a los pares o zozobran – directamente – en aguas tan poco profundas como sus vocaciones.
De un tiempo a esta parte estoy encontrando sacerdotes jóvenes que parecen dispuestos enmendar los errores de sus predecesores dedicándose a las cosas de Dios sin confundirlas con las de los hombres... es posible que la pérdida de poder de la Iglesia haya alejado de ella los indeseables que buscaban fortuna en sus filas o, simple y llanamente, que el péndulo está regresando al punto de equilibrio.
Quedan todavía simplones que están mas cerca del alcalde de Marinaleda que de Juan Pablo II, pero van siendo menos... con un poco de suerte, en unos años, los cristianos tendremos en España un clero digno de la fidelidad que profesamos, contra viento y marea, a la doctrina de Cristo.
O al menos eso es lo que deseo.