martes, 31 de enero de 2012

¡Ciclópeo!

En España tenemos mucha suerte.
Hay en nuestra judicatura cabezas preclaras que – dado su altísimo nivel intelectual – son capaces no sólo de interpretar la ley, sino de inventársela sobre la marcha, analizando los delitos desde originales puntos de vista que demuestran que el resto del tejido jurídico en España está formado por incapaces, tontitos e iletrados.
A estos jueces los apoya la flor y nata de la intelectualidad española (se sabe que son intelectuales porque son de izquierdas, van gritando por la calle y los subvencionaba Zetapé), que admira esa capacidad de repartir estopa a calzón sacado y al margen de las leyes, de sus magistrados de guardia.
De entre los jueces para la demagogia, destaca, como un astro en una noche negra, Baltasar Garzón.
Para Baltasar la ley hay que aplicarla según y como y según a quien... porque no vamos a caer en la ordinariez de aplicarla a todos por igual.
Directamente iluminado por el astro rey, tocado por la mano del Gran Arquitecto, evidentemente nacido para grandes empresas, Garzón decide en que juicios es competente y en cuales no.
Y este hecho, natural por otra parte, tiene la original peculiaridad de que en la decisión, la ley no interviene.
Un juez normal (de esos que son incapaces, tontitos e iletrados) se inhibe de una causa cuando lo aconseja la ley... Baltasar no. Baltasar se inhibe o se considera competente cuando se lo susurran sus gónadas que, todo hay que decirlo, son mucho mas inteligentes que los demás jueces de España juntos.
Cuando los demás tontitos le advierten que las camisas de once varas no le sientan bién, Baltasar bufa, resopla, alza el mentón y lanza una mirada que ya la quisiera Medusa para si misma.
Ahora, en el injusto banquillo, decide a que preguntas debe contestar y cuales no... pero no en función de que las respuestan puedan o no incriminarle, sino en función de lo simpática o no que le resulte la acusación.
¡Este hombre es un cíclope!
Y yo – cegado por su grandeza - le deseo una inhabilitación de por vida para que pueda dedicarse a escribir clarividentes tratados de derecho con una olivetti lettera 35, que es sin duda alguna, el rolls-royce de las máquinas de escribir.