lunes, 28 de enero de 2019

Mensajes erroneos


Se atribuye a Ortega y Gasset la frase "El que no educa a sus hijos de pequeños, los sufre de mayores". Es una de esas verdades que - a esta altura de mi vida - he podido constatar en varias ocasiones...
La educación que damos a nuestros hijos es lo que hace posible la convivencia social, pues un hombre que carece de educación es siempre una cuña en su entorno.
El déficit de educación que ya podemos apreciar en los componentes de nuestra endeble sociedad se debe - en mi opinión - a dos errores, a dos pecados capitales  (y quizá originales) de la modernidad en la que nos hallamos sumidos.
El primero de ellos es la pereza educativa.
Educar es una tarea exigente y obliga al educador a asumir un papel desagradable.
Cuando un hijo tuyo hace algo mal te ves en la obligación de corregirle.
Y digo que "te ves en la obligación", porque lo que te pide el cuerpo es ignorarlo, consentirle, dejarle hacer... es mucho mas cómodo comprarle la golosina cuando el niño está en plena pataleta que asumir el papel de educador responsable y negársela.
La golosina es ante la pataleta una solución a corto plazo que genera un problema a largo plazo... porque cuando el niño asocia la golosina a la pataleta, estás perdido.
Educar, además, es una tarea tediosa porque la asimilación de comportamientos en el niño pasa ineludiblemente por la repetición de actitudes en los padres.
Llevar al niño al convencimiento de que la pataleta es un camino estéril para la consecución de sus objetivos, implica cerrarse en banda en todas y cada una de sus pataletas... no puedes crear en el niño la sensación de que hay pataletas que funcionan y pataletas que no... porque si lo haces así su vida (y la tuya) será una pataleta continuada, no conseguirás nunca erradicar la pataleta.
De modo que el primer pecado es siempre de omisión: la dejación de funciones de los padres.
La modernidad nos trajo un segundo factor a tener en cuenta... yo lo llamo "pedagorrea", término inventado que aúna pedagogía y diarrea mental.
Por alguna extraña razón los pedagogos "progresistas" han renunciado a "formar", que es - en mi opinión - la razón última de la pedagogía.
Formar es "dar forma", y dar forma es "corregir" y "enderezar".
No defiendo en absoluto que esta tarea se haga a bofetada limpia o con un cinturón de cuero, pero lo que es evidente, es que de alguna manera hay que hacerlo, porque la tendencia natural del niño es a torcerse... y no es necesario que el niño tenga un mal fondo, basta con que intente determinar donde están los límites del camino.
Creo que usted y yo estaremos de acuerdo en que la creación de monstruitos no es una tarea a la que debamos entregarnos como padres.
Tengan en cuenta - además - que la primera víctima de la ausencia de educación es el propio niño.
En las últimas décadas ya hemos generado una cantidad insoportable de jóvenes que carecen de la mas leve "tolerancia a la frustración",  que no saben lo que es el "espíritu de sacrificio" y que no entienden nada que escape a la satisfacción inmediata de sus necesidades.
Creamos una base edonista y simplona con una notable incapacidad de reacción ante las adversidades... y entonces interviene la vida.
Y como no están capacitados para superar los obstáculos, no les hemos proporcionado las armas necesarias para echarse al morral las frustraciones y seguir adelante, no les hemos dado asideros morales y espirituales a los que agarrarse cuando pintan bastos, en el mejor de los casos "solo" se deprimen...
Y creanme, gastarse un dineral en psicólogos es un mal menor, porque las reacciones del animalito al salir de la jaula pueden ir desde ingresar en prisión tras cometer cualquier atrocidad a quitarse la vida.
Estas afirmaciones que circunscribo al seno familiar son perfectamente extrapolables a la sociedad, porque la familia es el elemento nuclear de la sociedad, es la piedra que conforma el muro.
Hay quien se resiste a aceptar esta frase, pero la realidad es tan palpable que oponerse a ella sólo pone de manifiesto la perversión ideológica de los que la niegan.
Siguiendo con la analogía del niño mimado, en España llevamos ya muchos años formando una familia en la que los padres han decidido cometer los dos errores fundamentales: dejar hacer y premiar las pataletas.
Como resultado, España es ya una asociación de monstruitos egoístas e impertinentes, que van a la suya y viven inmersos en la constante pataleta.
Y como la pataleta funciona, como a la pataleta el gobierno (del color que sea) ha respondido siempre con la cesión, la sociedad tiene un código de comportamiento equivocado.
Cataluña, en manos de niñatos consentidos, vive la época dorada del chantaje y la amenaza.
Cualquier huelga de cualquier sector deriva hacia la destrucción violenta de bienes ajenos y el perjuicio de terceros, de los que no tiene nada que ver con la reivindicación.
Asumimos que una manifestación pueda terminar con contenedores de basura ardiendo, escaparates rotos y viandantes sangrando....
Y eso es así porque, en España, desengañémonos, la pataleta funciona.
Hay una responsabilidad en los monstruitos, pero la culpa es de los padres.
De los sucesivos padres que han hecho, en esta familia, una terrible dejación de funciones.
Y ahora, cuando el niñato se ha vuelto intratable, nos vamos a ver en la obligación de meterlo en cintura.
Habra que poner pie en pared.
No nos queda otra.
Pero... ¿quién le va a poner el cascabel al gato?