lunes, 1 de enero de 2018

Año nuevo, vida nueva...

Creo que lo mejor que se puede decir del 2017 es que ya ha pasado.
En el terreno personal ha sido un año agridulce, como la vida misma, en el que algunas alegrías se han visto empañadas por hechos muy dolorosos.
Es lo que tiene la existencia en este valle de lágrimas: que te da una de cal y otra de arena para que seas consciente de que la felicidad es independiente de los acontecimientos que te rodean, que no depende de ellos, que o la alcanzas en ti mismo o, simplemente, no la alcanzas.
Pero en los últimos meses he visto cosas que creí que no vería nunca... ya sospechaba - pues los indicios eran claros - que esta democracia "que nos hemos dado" era, cuando menos, de una imperfección aterradora, pero constatar que tras cuarenta años de tragar saliva íbamos a llegar a ninguna parte, mas pobres, mas divididos y con menos futuro que un caramelo en la puerta de un colegio, la verdad, ha sido doloroso.
Hemos creado una sociedad insolvente, incapaz de defenderse y desinteresada por su propia existencia. Una sociedad suicida y morbosa que se centra en la contemplación de su enfermedad, que la enarbola como bandera de progreso, que rechaza cualquier intento de sanitización.
Hay, en este desértico panorama, algunas buenas gentes que se rebelan ante lo inevitable, que no se resignan, que hacen por mantener los cimientos firmes, pero en el contexto de este caldo de cultivo, son estadísticamente irrelevantes.
Fruto de esta sopa de pienso es una clase política parásita, amoral e incompetente que - no se muy bien si por incompetencia o por maldad - trabaja en la destrucción sistemática de todas aquellas cosas que vertebran una sociedad civilizada.
Aquellos en cuyas manos hemos puesto nuestro destino, abrazan con entusiasmo cualquier causa - por extravagante y dañina que sea - si creen que eso les va a reportar un mínimo beneficio en cuota de poder... eso, cuando no usan su influencia, simplemente, en sustraer recursos al erario público. Algo que, antes que empezásemos a enredarnos con el diccionario, se llamaba simple y llanamente robar.
Tal es la situación que este año 2017 me he visto defendiendo a capa y espada esta basura de Constitución que alberga en si misma el proceso de autodestrucción de lo que antes llamábamos Patria...
No me ha sorprendido que varios cientos de miles de tarados intentasen apropiarse de una parte del territorio nacional, la Historia nos enseña que España es un país donde siempre hay un caudillo local para pastorear un rebaño de envidiosos y cabreados malparidos, lo que de verdad me ha dejado atónito es constatar como nuestra clase política es absolutamente incapaz de contenerlos.
Hace unos años un conocido mío - funcionario de protección civil - entró a formar parte del primer "gabinete de crisis" de Zapatero. Debo aclarar aquí que en mi opinión este hombre no es una mala persona, es sólo que su ambición supera con creces sus principios (lo cual da una idea de la fragilidad de los mismos), pero consideraciones personales aparte, cuando este ilustre vecino recorría los pasillos de Presidencia del Gobierno le pregunté repetidas veces si tenían claras las consecuencias que podía traer darle a los catalanes "lo que quisieran aprobar" y consentir aberraciones políticas como el famoso "pacto del tinell" - dinamitador de consensos - del que a estas alturas ya nadie se acuerda. La respuesta que me daba siempre era la misma: "no pasará nada, si se pasan de rosca los embridaremos".
Transcurridos unos años y vista la fortaleza de las bridas usadas, no nos queda otra que reconocer que los aprendices de brujo que pusimos a jugar con nuestro destino, han fracasado estrepitosamente.
Y es urgente que este año 2018 empecemos a tomar conciencia de nuestra condición de enfermos, pues sin el reconocimiento de su condición de enfermo, el alcohólico no abandona la bebida ni el ludópata las apuestas.
Vamos a ver que nos depara este 2018... de momento ha empezado como era de prever, con una victoria del separatismo en Cataluña.
Me dirá usted que eso no es así, y admitiré que tiene usted razón, que los independentistas no alcanzan el 50% en Cataluña, que no alcanzan la "mayoría", pero reconozca que no ando muy errado al considerar que el hecho de que superen el 40% es una aplastante victoria. Y lo es por una sencilla razón: porque ellos están dispuestos a pelear y Mariano no.
Le deseo, querido lector, que este año 2018 le traiga toda suerte de bendiciones en el terreno personal... y rezo para que España, al menos, se mantenga en este estado comatoso en el que nos han sumido.
En la estabilidad del enfermo reside la esperanza.