jueves, 11 de octubre de 2012

DDT


En la izquierda española se produce un sorprendente fenómeno de negación de la evidencia cuando se trata de constatar algo que no encaja con su limitada, casposa y cutre apreciación de la realidad.
Cuando la realidad se opone a la visión sectaria y estereotipada de sus estrechas mentes, simplemente lo niegan.
Esta necesidad psicótica de moldear la realidad para que se constriña a sus prejuicios produce – como ya he comentado en alguna ocasión – una perversión del lenguaje y de los conceptos con la que pretenden sembrar la duda sobre la evidencia misma.
Así, amigos de todo lo que ofenda a las buenas costumbres, a la Patria o a la tradición secular, se empeñan en decir memeces del estilo de que en Cataluña no se produce un fenómeno de manipulación maniquea en las mentes de los escolares.
Parece ser que en las escuelas públicas catalanas, donde está prohibido por decreto hablar en español, se educa en al amor a España y en la solidaridad para con los “pueblos” mas desfavorecidos de España.
Tal es la visión que del asunto tiene la progresía... esa que manda a sus hijos al Liceo Francés, al Colegio Alemán o al Instituto Americano.
La educación pública en Cataluña (que ya era una basura nazi-onalista cuando yo tenía quince años) ha cambiado a mejor al tiempo que Arturito el del tupé – financiador del asunto - pide secesionarse de España a gastos pagados... ¿Hay algún memo que se crea semejante estupidez?
Cuando Wert dice que hay que españolizar Cataluña está, en mi opinión errando el tiro, lo que hay que hacer con Cataluña es fumigarla.
Los catalanes – que son, por el mero hecho de serlo, españoles de pleno derecho – no tienen porque aguantar que esa partida de mangantes que los gobiernan les indispongan con los demás españoles.
Un catalán se diferencia de un murciano en el lugar de nacimiento que figura en su DNI.
Un catalán lleva sangre fenicia, romana, ibera, celta quizá, goda desde luego, y probablemente bereber... exactamente igual que un señor de Murcia o de Jaén.
El señor de “Madrit”, por otra parte, es una leyenda.
En “Madrit” hay de todo menos madrileños, ya que en este pueblo manchego venido a más, convivimos gentes de todas partes de España sin que eso suponga – ni remotamente – un problema para nadie. Yo mismo llevo dieciocho años “currando” en “Madrit” y todavía estoy esperando que alguien me diga una impertinencia por haber nacido en Barcelona.
Pero en Barcelona si que hay gente que se siente en la obligación de recordarte que no eres de la tierra.
Yo pertenezco a esa tierra desde hace cuatro generaciones, pero como mi apellido es castellano y hablo español (como trescientos millones de seres humanos), para Arturito el del tupé y su partida de golfos no soy “aprovechable”... de hecho, no existo.
Es cierto que cuando te asomas a la ciudad condal (curioso nombre para la capital de un imperio sólidamente establecido en la historia), no sueles tropezarte con impresentables. Esto sucede, básicamente, porque los impresentables, en Cataluña, son una minoría muy ruidosa.
Pero negar que de veinte años a esta parte se ha estado creando un ambiente de victimismo favorable a la secesión de Cataluña, es de imbéciles.
Y, así, a bote pronto, sin pensar mucho... ¿dónde diría usted que se ha creado este ambiente?
La respuesta es obvia: en la escuela.
Y el que diga lo contrario miente como un bellaco.
Por eso, cuando los diputados del Partido de Sinvergüenzas de Cataluña, se ofenden ante la evidencia y los pitufos iletrados de la Generalitat niegan la mayor, están – como siempre – negando la existencia de una realidad que cualquiera que sepa leer, puede constatar en Cataluña.
No hay que “españolizar” Cataluña, insisto, lo que hay que hacer es fumigarla.