viernes, 21 de enero de 2011

Malos humos

Este verano hará veinte años que dejé de fumar.
Criado en un ambiente de fumadores, adquirí el hábito en mi adolescencia, y hasta el que alcancé los seis lustros, no abandoné el vicio.
Admito que me resulta agradable vivir en un ambiente sin humos. Me molesta llegar a casa con la ropa oliendo a tabaco ajeno y el olor del tabaco consumido mientras como en un restaurante me resulta desagradable.
Dicho esto, afirmo que la reciente ley sobre el consumo de tabaco me parece una insensatez hecha por un gobierno cuya incapacidad de encontrar soluciones a los problemas, le lleva continuamente a violentar al ciudadano.
La prohibición es el camino fácil y – económicamente hablando – el mas rentable.
Si en un bar se fuma: multa al canto. Si un ciudadano fuma donde dice la ley que no se puede fumar, sanción en camino… al final hacienda obtiene beneficio de vender tabaco y de prohibir su consumo. Muy progresista, muy de izquierdas, muy social… muy como lo hacen todo éstos inútiles de la secta de mayo.
Cabe contemplar el hecho de que el colectivo de fumadores en España es muy grande.
Y dado que la nicotina no tiene el efecto legal de suspender al ciudadano de sus derechos, cabría plantearse que esta masa de españoles que le pega al cigarrillo tiene, en efecto, derecho a hacerlo.
Un gobierno sensato arbitraría procedimientos para conseguir un equilibrio entre el derecho a fumar y el derecho a no sufrir el humo… por lo demás, ya somos mayorcitos, gracias.
Un señor que pone o mantiene un negocio – y más con la que está cayendo – tiene que poder elegir que postura adopta ante el humo.
Si quiere un bar de fumadores debe poder regentar un bar de fumadores, al que – probablemente – no acudirán los no fumadores. De forma similar, si decide que en su local no se fume, una parte de la sociedad dejará de visitar su establecimiento… pero en cualquier caso es una decisión que debe tomar el hostelero.
Los hay que han separado el local en zonas con y sin humo… porque lo han creído conveniente, razonable o les ha obligado a ello una ley que facilita la satisfacción del derecho del que fuma y del que no fuma.
Lo de ahora es una “peineta” a los fumadores por parte de una caterva de sectarios que consideran que lo que a ellos no les gusta debe ser prohibido. A los toros – dicho sea de paso – le pasa algo parecido.
¿Quieren ustedes que el hostelero prohíba fumar en su establecimiento?, es muy fácil… den ustedes al hostelero facilidades, exenciones fiscales o subvenciones y exijan a cambio la creación de un espacio sin humos.
¿Qué esto no funciona?... no se violenten, es posible que el ciudadano, ese ser del que emana el poder en una democracia, que es el jefe de ustedes, no su súbdito, haya tomado su decisión. Y esta puede ser que quiere fumar mientras se toma un café en una terraza.
¿Quién c… es usted para prohibírselo, señor Zapatero?