viernes, 25 de noviembre de 2016

Haters

Los sajones tienen un término para designar a esos individuos que parece que se han desayunado con un litro de vinagre.
Los “haters”, que podríamos traducir como “odiadores”, son esos individuos cuya actitud ante la vida es de abierta beligerancia. Odian aquello que odian de una forma visceral y lo demás lo contemplan con cinismo, envidia o escepticismo… son, como decía mi abuela “la alegría de la huerta”.
El hecho de que el odio es el sentimiento mas deplorable que puede albergar un ser humano, convierte al hater - sin lugar a dudas - el escalón mas bajo de la humanidad.
Esta incapacidad de mostrar empatía del hater, suele ir acompañada de una insuficiencia intelectual grave. Normalmente los haters tienen una formación mas que deficiente en muchas materias, siendo la Historia la disciplina que menos dominan.
Los haters son el principal cliente de los populismos.
Dotados de una predisposición a canalizar sus frustraciones mediante la transferencia de culpa, siempre encuentran un responsable de su propia incapacidad. A veces es "el Capital” o “los ricos”, otras veces “la Casta”, en ocasiones “la Iglesia” o “los españoles” (excusa muy popular en Latinoamérica para evitar un análisis serio acerca de las causas que convierten a una Nación normal en un Estado fallido), etc
Se da mucho entre esa juventud “incontratable” que prefiere romper escaparates a hincar los codos para labrarse un futuro mas o menos digno.
Hoy, con el fallecimiento de Rita Barberá, nos hemos dado un baño de “haters”.
Internet, convertida en el basurero universal sobre el que retozan estos individuos, nos ha dado una muestra onerosa de la miseria que esconde el alma de algunos tarados.
Pero con eso y con todo, lo mas pasmoso es que el fenómeno “hater” haya entrado en las Instituciones. Esas entelequias que - según dicen - tienen como finalidad representar a nuestra sociedad.
El espectáculo de la izquierda radical (por ponerle un adjetivo) frente a la solicitud de un minuto de silencio por el fallecimiento de un “compañero de trabajo” que - les guste o no - ocupaba su puesto por los votos de la “gente”, no solo ha sido lamentable, sino que además a puesto en relieve la materia de la que están hechos estos miserables.
Lo cortés, dice el refrán, no quita lo valiente… pero aquí - en este colectivo - solo encontramos maleducados y cobardes.