martes, 9 de julio de 2013

Ciudad condal

Ha sido una estancia breve.
He tenido oportunidad de ver a viejos amigos y a algunos familiares.
Ha sido muy agradable, pero no es de esto de lo que quiero hablar.
Mi ciudad natal está cambiando… y constatar este cambio me produce desasosiego.
Noto una progresiva polarización, año tras año. 
Hay, ya lo creo que si, una masa separatista que no se puede obviar.
Hace unos años estos descerebrados eran exactamente eso: unos descerebrados que apenas representaban un cuatro o cinco por ciento de la sociedad… si ahora hubiese que censarlos nos llevaríamos un susto.
Pero el problema – cromañones aparte – es un creciente sentimiento de desafección hacia todo lo español. 
La nacionalista “senyera” se va sustituyendo por la separatista “estelada” (esa imitación cutre de la bandera de cuba donde, por cierto, habitaban los catalanes que la diseñaron). 
La juventud, cada día mas ignorante de todo aquello que se extienda a unos cuantos kilómetros de su ombligo, canaliza su frustración por los estrechos tubos del embudo mediático catalanista.
Aquí, el latrocinio evidente, palpable, casi masticable, que ejercen las familias que han hecho del sentimiento catalán su negocio, se niega a voz en grito. No es que roben a manos llenas, es que los calumnian desde “madrit”… de lo del caso Palau, las ITV, las subvenciones injustificables y la miseria en la que han sumido a esta tierra los Pujol, los Mas, los Prenafeta... la culpa, a la postre, la tiene Montoro.
Hay pueblos enteros en los que si paseas una bandera española, las probabilidades de que te lleves una docena de guantadas son elevadísimas.
Es así.
En “madrit”, este gobierno cobarde y silente lo niega mientras trata de contentar a los separatistas con las monedas que saca de nuestros exhaustos bolsillos… pero la realidad es tozuda.
Cataluña se balcaniza ante la mirada bovina de la mayoría parlamentaria, bobalicona y acomplejada del PP y la entusiasta colaboración de esta izquierda traidora y tóxica que disfrutamos en la piel de toro.
Al igual que en vascongadas, los españoles de bien que subsisten en este pantano se quejan del abandono de su gobierno… y tienen razón.
Me vuelvo a casa con el espíritu inquieto.
Y con la certeza de que esto no puede desembocar en nada bueno.