domingo, 6 de enero de 2013

Si oviesse buen señor...


Los esfuerzos desmesurados que nuestros medios de comunicación están haciendo por salvar las cenizas de nuestra monarquía llegan – como siempre – mal y tarde.
Sucede, además, que los mimbres del canasto no son como para tirar cohetes... y estos mimbres en concreto llevan muchos años haciendo el cimbel.
No percibo a su Majestad como el servidor público que dice ser.
Es mas, si fuese un funcionario como los demás lo habrían expedientado una docena de veces... y eso, pese al excelente trabajo que la Casa Real ha hecho a la hora de ocultar los deslices, tanto financieros como amorosos, del sucesor de Franco.
Inmersos en el cieno de esta corrupta cleptocrácia, tenemos que escuchar continuamente que la parte del león de todo esto se lo debemos a Don Juan Carlos.... que sin él, ahora no tendríamos “democracia” (porque los cleptócratas, a esta cosa que sufrimos, la llaman “democracia”).
Se le engalana con una intervención que nos cuentan que hizo un lejano 23 de Febrero... pero poco a poco – debido a la flotabilidad de la mierda – vamos sabiendo hasta que punto eso tampoco fue para concederle un premio Nobel.
El papel que se dio a si mismo cuando se podía haber dado el papel que quisiese, fue el de diplomático distinguido... y se dedicó a amasar una fortuna de la mano de Adolfo Suarez, Felipe Gonzalez y otros comisionistas ilustres.
Sus leales han ido entrando en la trena en fila india, y ahora, la excelente actuación de su hija y su yerno (el hijo del peneuvista), amenaza no ya con salpicarle, sino con sumergirle en el pozo de corrupción que con tanto esmero han ido construyendo en España durante estos años.
Lo de dedicarse a amasar una fortuna soy capaz de entenderlo. Fue un príncipe pobre (que debe ser algo difícil de sobrellevar) y – además - la tradición en España es patearle el culo a sus monarcas, razón por la cual es preciso tener el “plan B” perfectamente pergeñado... pero que quieren que les diga, el “primer soldado de España” no debería haber entrado al trapo de según que cosas.
Como vertebrador de nuestra unidad nacional tampoco es que haya hecho un trabajo excelente... su papel de árbitro de la “casta política” (como gusta llamarlos ahora) no parece haber sido muy brillante.
En el último cuarto de siglo de su vida ha visto despedazarse la nación que recibió de manos de quien quiso ponerlo ahí... ese mismo que ahora le podría decir: “¿No te leíste mi testamento?... mira que te lo dije clarito: [No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria.]... ¿A quien crees que me refería cuando escribí esto?”
En cuanto a la laxitud de la bragueta, tampoco ha sido muy diferente a sus ancestros ni ha desentonado con las demás monarquías europeas (ejemplo de decadencia donde los haya)... pero, personalmente me hubiese gustado que fuese mas discreto, dado que “nos representa”, papel que – maldita sea – tampoco ha bordado.
Así que ahora, cuando aparece en la televisión recibiendo los lametones de los periodistas, cambio de canal.
Y lo peor de todo esto es, debo confesarlo, que a mi lo que me pide el cuerpo es ser monárquico... pero Don Juan Carlos y su atribulada prole, me lo ponen muy difícil.
“Dios, qué buen vasallo, si oviesse buen señor”.