lunes, 16 de julio de 2012

De cascos y coces

Hace ya unos cuantos años, en aras de la modernidad, nos dejamos caer en manos de esa estirpe maldita de pedagogos de baratillo que ha terminado por convertir la enseñanza en un ejercicio de burocracia.
Los que hemos bregado con sus estupideces, llamamos “pedagorrea” a los kilos de papel absurdo que debe rellenar un hombre dedicado a la docencia para que cuatro sinvergüenzas vivan del cuento de la “gestión de la calidad”.
Curiosamente, cuanto mas tiempo y esfuerzo se dedica a la “calidad”, peores resultados se obtienen en el alumnado.
¿Cómo es eso posible? se preguntará un observador ajeno a este marasmo.
Pues muy sencillo, esto es posible porque lo evidente se oculta tras un farragoso compendio de literatura “técnica” mal traducida y peor interpretada... y lo evidente, lo que debería ser evidente, es que en la enseñanza, la calidad debe recaer sobre el alumno, no sobre el profesor.
Y obtener un alumno de calidad es duro, y exige sacrificio y dedicación.
Sacrificio por parte del alumno y dedicación por parte del profesor.
Otra evidencia es que para estudiar no sirve cualquiera... y que hay una edad concreta en la que se deben aprender las cosas. Superada esa edad, es muy difícil que se produzca el milagro.
Si hay sacrificio por parte del alumno, si hay empeño, esfuerzo y voluntad, lo normal es que el alumno salga airoso... incluso aunque el profesor sea un manta.
En el caso contrario, desasnar a un holgazán es una tarea que requiere intervención divina.
Hoy, en España, hay un porcentaje muy alto de profesores desincentivados, hastiados, hartos de tratar con borricos y con los padres de los borricos (que con frecuencia, son peores que los hijos), cansados hasta la depresión de ver como año tras año el alumno es mas zote, mas descarado, mas chulo, mas irrespetuoso, mas patán...
Y para que la leña llegue a todo el mundo, también hay que poner en la balanza a los “profesores” que en vez de enseñar historia, geografía o música, se dedican a dar mítines baratos de revolucionario decimonónico, no dejando en el tintero estupidez alguna de las reseñadas en sus manuales de progre modélico.
Sale pues un producto a la calle capaz de tragarse no ya una rueda de molino, sino el Titanic recién botado.
Y consigue así la izquierda lo que siempre ha perseguido, rebañitos a los que engañar, a los que manipular a sus anchas, a los que inculcar un odio irracional, valga la redundancia.
Y esa masa universitaria que no sabe hacer la o con un canuto, ni quien era Alfonso XII, ni donde está Manaos... se lanza a la calle a apedrear a la policía por “la calidad de la enseñanza”.
Estamos en crisis porque somos un país de vagos y de adoradores de la mediocridad... y nos han robado hasta el alma porque nos hemos dejado robar, porque nos hemos creído que la subvención duraría siempre y porque se ha endiosado al chorizo, al que daba el pelotazo, al “listo” de turno.
Ahora, querida masa “indignada”, comed “listos”, comed “chorizos”, vosotros los habéis querido, vosotros los habéis votado, vosotros los habéis apoyado con vuestra inacción.
Y a la policía dejadla tranquila, porque sólo cumple con su obligación, y lo hace con reducción de sueldo y sin paga extraordinaria de navidad.