Hace tiempo participé en un seminario de gestión de crisis en el que tuve oportunidad de aprender un montón de cosas que ignoraba y que, como siempre que escuchas a alguien que sabe de lo que habla, me permitió modificar algunas de las ideas que traía antes de entrar en las conferencias.
Entre las cosas que aprendí, quizá la mas importante fue la afirmación de que los conflictos, lejos de resolverse, sólo pueden gestionarse... de ahí la "gestión de crisis".
Cuando hay un enfrentamiento de intereses entre dos actores (países, grupos políticos, empresas...), las acciones que se desarrollan en el conflicto, persiguen siempre aumentar la influencia propia en el escenario... o disminuir la del oponente.
Si uno consigue que su influencia sobre los acontecimientos sea muy grande y la de su oponente muy pequeña, puede decir que se ha "resuelto" el conflicto a su favor.
Porque aunque el conflicto perdure, el oponente carece de peso en el escenario.
En las guerras comerciales, hay cientos de ejemplos de ello, pero no es mi intención centrarme en el conflicto entre Google y Yahoo o entre Cocacola y Pepsicola, sino llevar esto a lo que está pasando en Cataluña.
Si desea usted ir a una guerra tiene que disponer en abundancia de tres elementos, a saber: voluntad de vencer, libertad de acción y capacidad de ejecución.
La primera de ellas es la mas importante, sin voluntad de alcanzar los objetivos, de luchar por ellos, no se puede meter uno en un conflicto... ésta no precisa explicación, es evidente.
La segunda (libertad de acción) significa que nada ni nadie me impida hacer lo que quiero para obtener lo que deseo... que no tenga obstáculos o que pueda superarlos.
La tercera (capacidad de ejecución) es que esté cualificado para hacer lo que necesito, que sepa conducir mis acciones, que mi organización haga su trabajo de forma impecable para mis intereses.
De esta tres cosas, dos dependerán siempre de mi, éstas son la "voluntad de vencer" y la "capacidad de ejecución", pero hay una que depende íntegramente de mi oponente: la "libertad de acción".
Si quiero hacer cosas y sé como hacerlas pero mi oponente me impide moverme, imposibilita que las haga, jamás el conflicto se decantará a mi favor.
Y ahí está la cuestión.
Los separatistas catalanes, aún siendo menos, tienen una clara y acusada "voluntad de vencer".
Como llevan años preparándose para conseguir sus objetivos y distrayendo dinero público para alcanzarlo, se puede decir que ya poseen una "capacidad de ejecución" notable... tienen la educación, una parte importante de los mossos, Omniun Cultural y la ANC, grupos terroristas preparando amonal en sus garajes, simpatizantes violentos para hacer "Kale Borroka", un movimiento Okupa para esconderlos... y lo peor de todo, las traidoras instituciones catalanas dispuestas a protegerlos.
¿Que les falta para conseguir sus objetivos?
En efecto, lo ha adivinado, la "libertad de acción".
Solo influyendo de forma clara en su libertad de acción se puede impedir que el separatismo gane la partida.
El Estado español tiene la obligación ineludible de asumir la responsabilidad de sustraer a estos individuos la "libertad de acción" que necesitan, haciendo lo que sea menester para impedir que alcancen sus objetivos.
Esta reacción debe ser proporcionada, pero no puede ser ilusa o buenista...
Si se producen disturbios, hay que usar medios antidisturbios... los que hagan falta, los del tipo que sean necesarios y en la cantidad que se precise.
Y repartir leña de lo lindo entre los que se dedican a quemar contenedores, a bloquear carreteras y vías de tren y - ya de paso - sus cómplices en las universidades, cadenas de televisión y radio, y sobre todo, en la policía autonómica.
El artículo 155 está diseñado para privar a los rebeldes de su libertad de acción... y es precisamente lo que está haciendo falta en una Cataluña cuyos dirigentes ya han manifestado ayer que vuelven a la secesión sin paliativos, caiga quien caiga.
Necesitamos que en el gobierno de España haya dirigentes con una clara voluntad de vencer y una cierta capacidad de ejecución, porque el 155 puede hacer el resto.
Pero la izquierda Española no cree en España ni siente la necesidad de defenderla, y respecto de la "capacidad de ejecución" de los gobiernos bonitos... ¡que les voy a contar!
Por eso, o esto da un vuelco en las próximas elecciones o llegará un momento en que el Estado español, en el escenario catalán, será un actor irrelevante.
No podremos jamas recuperar el afecto de los separatistas, pero hay que tenerlos controlados... esa es nuestra responsabilidad ahora.
Y mañana, ya veremos.