Mañana acudiré una vez mas a las urnas.
No lo haré con ilusión y espectativas de cambio como la última vez... el decepcionante resultado del 28-A actua como inmunodepresor en mi salud democrática, pero iré en cumplimiento de mi deber.
Dado que no soy de izquierdas, es decir, que no soy un hooligan de mi equipo, me plantéo que podría votar a diferentes partidos en las diferentes elecciones.
Porque está claro que no es lo mismo elegir a tu alcalde que a un eurodiputado.
De hecho, la influencia que en tu vida cotidiana va a tener tu alcalde, está a años luz de la que va a tener un eurodiputado.
Para la alcaldía, está justificado votar mirando a la persona mas que al partido al que pertenece... siempre dentro de unos márgenes, claro.
En mi caso concreto, el alcalde que pertenece al partido que me pide el cuerpo votar, no es santo de mi devoción.
De hecho, no me gusta nada... de modo que, en las municipales, votaré a otro.
Y lo haré porque creo que será bueno para mi municipio, pues los políticos y los pañales de los niños deben cambiarse con frecuencia y por las mismas razones.
En las autonómicas podría plantearme un voto estratégico... tener un jefe de taifa de otro signo que el caudillo nacional podría ser ventajoso - sobre todo - a efectos fiscales.
Para las europeas si que tengo clarisimo a quien debo votar.
Lo de la Unión Europea, aunque hace ya muchos años que creo que solo sirve para que Alemania venda coches, me parece una idea defendible.
Tener una moneda común es una ventaja porque impide a los de siempre meternos en una inflación monstruosa cada vez que se hacen con el poder... y en cierto modo, someterse a unas directrices comunes, cataliza las estupideces económicas a las que se arroja la izquierda con entusiasmo a costa - claro está - de nuestros bolsillos.
Pero quitando estos aspectos, desde el punto de vista ideológico y moral, someterse a la podrida burocracia européa en materia de justicia o a los designios del club Bieldberg (promotora del abyecto "nuevo orden mundial") sin presentar batalla, no me parece adecuado.
De modo que mi voto no será para los que quieren una Europa fuerte sobre una España débil, al servicio de vaya usted a saber qué.
Hay para reflexionar.
Mañana vaya usted a votar (no lo deje) y vote como mejor le parezca.
Si coincide con mi forma de ver las cosas, le aconsejo que no encienda despues la tele... salga a dar un paseo, tomése un aperitivo con los amigos, lea esa novela que hace tanto tiempo está deseando abrir y mañana, cuando vea los resultados, no se disguste.
Cumpla con su obigación y conténtese con sentir la satisfacción del deber cumplido.
Al fin y al cabo, sucederá lo que quieran sus vecinos, usted solo puede aportar su granito de arena.
Pero no deje de aportarlo, porque si lo hace, nos vamos a hartar de cal.