Cuando llega uno a determinadas edades ya no se tienen resacas, se sufren convalecencias.
La culpa de la que sufro hoy la tiene una cena de vecinos y sin embargo amigos, que celebramos ayer en mi casa.
Podría decir sin exagerar un ápice que la culpa de este insistente malestar la tiene la globalización, pues la cerveza irlandesa (negra como el alma de alguno que yo me sé), la aguja afrutada de los rosados portugueses, la reciedumbre de los riojas españoles y la traicionera naturaleza de los mojitos cubanos hacen que, comas lo que comas, acabes – a altas horas de la madrugada – en un estado en el cual si te caes al Manzanares, intentes también bebértelo…
Cuando de higos a peras caigo en este estado (pues no soy de natural bebedor) suelo aplicarme a la cura como me enseñaron en el ejército, a saber: ducha, desayuno y orden cerrado.
Debo precisar que el orden cerrado, paso ligero incluido, cuando tienes veinte años surte un efecto mucho mas tonificante que cuando puedes decir que tienes veinte en cada pata, pero como a todos nos gustan las falacias yo me he acogido esta mañana a esa que dice que la juventud está en el corazón y me he lanzado como un poseso a arrebatar a mi cuerpo este impertinente estado de ánimo que me aqueja.
Aunque dispongo de un precioso y muy inutilizado "Mosin-Nagant" de calibre 7,62 x 54 (el rifle del protagonista de la película "Enemigo a las puertas") no me ha parecido pertinente hacer "sobre el hombro" y "de frente" por las calles de mi pueblo, así que he optado por un enérgico paseo matutino que me ha llevado, sin darme cuenta, a misa de nueve, que – dicho sea de paso - es una de las pocas misas que se celebran donde vivo en la que no intervienen una pléyade de cantores voluntarios dispuestos a prolongar el rito hasta la exasperación de los fieles. El término "celebración penitencial" adquiere, en mi pueblo, tintes canoros.
Pues bien, la misa de hoy, dedicada al Apóstol Santiago, patrón de España y del Arma de Caballería, ha permitido a Don Ignacio hacer una reflexión sobre la tradición según la cual cuando Santiago volvía a Tarraco Nova para embarcarse – desolado por la dureza de corazón de los habitantes de Hispania – se le apareció la Virgen sobre un pilar de piedra (nuestra queridísima "Pilarica") y confortó al pobre apóstol diciendo que no se preocupase demasiado porque la semilla que había plantado daría cuantioso fruto.
Y la verdad es que en esto de la cristiandad España ha tenido a bien escribir algunas hermosas páginas. Muchas de ellas las ha escrito con sangre que es como los españoles solemos escribir, porque si duro es nuestro corazón, la mollera ni te cuento.
Animado por este pensamiento he regresado a casa dispuesto a encomendarle a nuestro patrón que nos ayude a superar la crisis de pasotismo espiritual que aqueja a nuestra Patria… porque con la que se nos viene encima, la verticalidad va a hacerse indispensable.
Y a mis lectores desearles que celebren este día con la adecuada moderación.
Y si no, ya saben: ducha, desayuno y orden cerrado.
La culpa de la que sufro hoy la tiene una cena de vecinos y sin embargo amigos, que celebramos ayer en mi casa.
Podría decir sin exagerar un ápice que la culpa de este insistente malestar la tiene la globalización, pues la cerveza irlandesa (negra como el alma de alguno que yo me sé), la aguja afrutada de los rosados portugueses, la reciedumbre de los riojas españoles y la traicionera naturaleza de los mojitos cubanos hacen que, comas lo que comas, acabes – a altas horas de la madrugada – en un estado en el cual si te caes al Manzanares, intentes también bebértelo…
Cuando de higos a peras caigo en este estado (pues no soy de natural bebedor) suelo aplicarme a la cura como me enseñaron en el ejército, a saber: ducha, desayuno y orden cerrado.
Debo precisar que el orden cerrado, paso ligero incluido, cuando tienes veinte años surte un efecto mucho mas tonificante que cuando puedes decir que tienes veinte en cada pata, pero como a todos nos gustan las falacias yo me he acogido esta mañana a esa que dice que la juventud está en el corazón y me he lanzado como un poseso a arrebatar a mi cuerpo este impertinente estado de ánimo que me aqueja.
Aunque dispongo de un precioso y muy inutilizado "Mosin-Nagant" de calibre 7,62 x 54 (el rifle del protagonista de la película "Enemigo a las puertas") no me ha parecido pertinente hacer "sobre el hombro" y "de frente" por las calles de mi pueblo, así que he optado por un enérgico paseo matutino que me ha llevado, sin darme cuenta, a misa de nueve, que – dicho sea de paso - es una de las pocas misas que se celebran donde vivo en la que no intervienen una pléyade de cantores voluntarios dispuestos a prolongar el rito hasta la exasperación de los fieles. El término "celebración penitencial" adquiere, en mi pueblo, tintes canoros.
Pues bien, la misa de hoy, dedicada al Apóstol Santiago, patrón de España y del Arma de Caballería, ha permitido a Don Ignacio hacer una reflexión sobre la tradición según la cual cuando Santiago volvía a Tarraco Nova para embarcarse – desolado por la dureza de corazón de los habitantes de Hispania – se le apareció la Virgen sobre un pilar de piedra (nuestra queridísima "Pilarica") y confortó al pobre apóstol diciendo que no se preocupase demasiado porque la semilla que había plantado daría cuantioso fruto.
Y la verdad es que en esto de la cristiandad España ha tenido a bien escribir algunas hermosas páginas. Muchas de ellas las ha escrito con sangre que es como los españoles solemos escribir, porque si duro es nuestro corazón, la mollera ni te cuento.
Animado por este pensamiento he regresado a casa dispuesto a encomendarle a nuestro patrón que nos ayude a superar la crisis de pasotismo espiritual que aqueja a nuestra Patria… porque con la que se nos viene encima, la verticalidad va a hacerse indispensable.
Y a mis lectores desearles que celebren este día con la adecuada moderación.
Y si no, ya saben: ducha, desayuno y orden cerrado.