Una vez al año los autodenominados “frikis” (del inglés freak, “raro”) salen a la calle vestidos de superhéroe de tebeo, de malo de película de ciencia ficción o de personaje de videojuego... Lo hacen el “día del orgullo friki”, y no deja de ser una cosa curiosa e inofensiva, claramente lúdica, con tintes de carnaval callejero, en la que no se reivindica ninguna cosa.
Y no se reivindica ninguna cosa porque ser “fan” de las películas de George Lucas o tener la colección completa de los tebeos de “los cuatro fantásticos”, no tiene ninguna trascendencia social.
Los “frikis” no reivindican poder ir a trabajar vestidos de Spiderman o que les hagan leyes que los equiparen con los no “frikis”. Los “frikis” se consideran ciudadanos con los mismos derechos que los no “frikis”, y llevan sus “rarezas” con una dignidad encomiable y una falta de beligerancia ejemplar.
Los “frikis” se saben minoría y no hacen estadísticas de “frikis” y no “frikis”… no tratan de convencer a los demás que “lo bueno” es saberse de memoria los nombres de los personajes que intervienen en las seis primeras temporadas “Star trek”.
Y nadie se mete con ellos.
Los “góticos”, esos muchachos que van disfrazados de vampiro del XIX, son otro ejemplo de elementos marginales (por lo poco corriente) que no vuelcan sus iras contra el resto de la sociedad… se les mira como a bichos raros y ellos lo asumen con naturalidad. Se visten así – precisamente - para que les vean diferentes, no sólo no les importa llamar la atención, sino que lo van buscando. Y salvo cuando se meten en un cementerio a hacer el cimbel, la policía los deja tranquilos. (llegados a este punto es preciso aclarar que si yo – que no soy gótico - me meto a hacer el cimbel en un cementerio, la policía – probablemente - me dará el mismo trato que a un gótico en las mismas circunstancias).
El problema no es nunca lo que uno es o lo que uno quiere ser…
El “día del orgullo gay” es otra cosa. Ese día se monta una especie de carnaval “friki” en el que unos señores y señoras reivindican algo enseñando las nalgas.
Reivindican algo relacionado con sus inclinaciones sexuales.
Y ahora viene el “Disclaimer” obligatorio y políticamente correcto que, además, es verdad: “Yo no tengo nada contra los homosexuales…”. A mi, el agujero en el que estos señores metan el pito me la trae – literalmente - al paido, siempre, claro está que ese agujero no esté ubicado en mi anatomía. Y eso es así. No conozco a nadie que tenga un interés especial en perseguir sañudamente a los homosexuales. En Irán, Irak o Arabia Saudita puede que sí, en España no.
El homosexual en España, al igual que el “gótico” o el “friki”, es un ciudadano normal, otra cosa es que él “se sienta” un ciudadano normal.
Pero consideraciones aparte, esta jornada reivindicativa de no se muy bien que cosa absurda e innecesaria, se usa como escusa para ciscarse en mis muertos y reírse de mis creencias.
A mi lo que me fastidia de verdad es que este colectivo de locas peleonas (que no representa a todos los homosexuales, ni mucho menos) está empeñado en imponer que a mi me tiene que gustar lo que hacen. Su reivindicación es que yo no pueda manifestar mi desagrado ante sus inclinaciones sexuales, ni siquiera en “petit comité”.
Básicamente ellos pueden decir que yo soy un ser despreciable pero yo no puedo expresar la opinión contraria.
Claro que si de inclinaciones sexuales hablamos, esos términos amparan también a la pedofilia, la zoofilia y la necrofilia…
El mismo derecho ampara al “día del orgullo gay” que al “día del orgullo necrófilo”…
Y si quieren hacerlo que lo hagan pero… que no lo usen para insultarme y – también muy importante – que se lo financien ellos.
Usar dinero público para sus reivindicaciones no está justificado.
¿Se entera usted señor Gallardón?... Ni está justificado, ni es democrático.
Y hacer “la loca” por la calle puede ser un ejercicio de libertad, pero no es – ni de lejos -una necesidad social.
Y ya esta bien de confundir la velocidad con el tocino.
Y no se reivindica ninguna cosa porque ser “fan” de las películas de George Lucas o tener la colección completa de los tebeos de “los cuatro fantásticos”, no tiene ninguna trascendencia social.
Los “frikis” no reivindican poder ir a trabajar vestidos de Spiderman o que les hagan leyes que los equiparen con los no “frikis”. Los “frikis” se consideran ciudadanos con los mismos derechos que los no “frikis”, y llevan sus “rarezas” con una dignidad encomiable y una falta de beligerancia ejemplar.
Los “frikis” se saben minoría y no hacen estadísticas de “frikis” y no “frikis”… no tratan de convencer a los demás que “lo bueno” es saberse de memoria los nombres de los personajes que intervienen en las seis primeras temporadas “Star trek”.
Y nadie se mete con ellos.
Los “góticos”, esos muchachos que van disfrazados de vampiro del XIX, son otro ejemplo de elementos marginales (por lo poco corriente) que no vuelcan sus iras contra el resto de la sociedad… se les mira como a bichos raros y ellos lo asumen con naturalidad. Se visten así – precisamente - para que les vean diferentes, no sólo no les importa llamar la atención, sino que lo van buscando. Y salvo cuando se meten en un cementerio a hacer el cimbel, la policía los deja tranquilos. (llegados a este punto es preciso aclarar que si yo – que no soy gótico - me meto a hacer el cimbel en un cementerio, la policía – probablemente - me dará el mismo trato que a un gótico en las mismas circunstancias).
El problema no es nunca lo que uno es o lo que uno quiere ser…
El “día del orgullo gay” es otra cosa. Ese día se monta una especie de carnaval “friki” en el que unos señores y señoras reivindican algo enseñando las nalgas.
Reivindican algo relacionado con sus inclinaciones sexuales.
Y ahora viene el “Disclaimer” obligatorio y políticamente correcto que, además, es verdad: “Yo no tengo nada contra los homosexuales…”. A mi, el agujero en el que estos señores metan el pito me la trae – literalmente - al paido, siempre, claro está que ese agujero no esté ubicado en mi anatomía. Y eso es así. No conozco a nadie que tenga un interés especial en perseguir sañudamente a los homosexuales. En Irán, Irak o Arabia Saudita puede que sí, en España no.
El homosexual en España, al igual que el “gótico” o el “friki”, es un ciudadano normal, otra cosa es que él “se sienta” un ciudadano normal.
Pero consideraciones aparte, esta jornada reivindicativa de no se muy bien que cosa absurda e innecesaria, se usa como escusa para ciscarse en mis muertos y reírse de mis creencias.
A mi lo que me fastidia de verdad es que este colectivo de locas peleonas (que no representa a todos los homosexuales, ni mucho menos) está empeñado en imponer que a mi me tiene que gustar lo que hacen. Su reivindicación es que yo no pueda manifestar mi desagrado ante sus inclinaciones sexuales, ni siquiera en “petit comité”.
Básicamente ellos pueden decir que yo soy un ser despreciable pero yo no puedo expresar la opinión contraria.
Claro que si de inclinaciones sexuales hablamos, esos términos amparan también a la pedofilia, la zoofilia y la necrofilia…
El mismo derecho ampara al “día del orgullo gay” que al “día del orgullo necrófilo”…
Y si quieren hacerlo que lo hagan pero… que no lo usen para insultarme y – también muy importante – que se lo financien ellos.
Usar dinero público para sus reivindicaciones no está justificado.
¿Se entera usted señor Gallardón?... Ni está justificado, ni es democrático.
Y hacer “la loca” por la calle puede ser un ejercicio de libertad, pero no es – ni de lejos -una necesidad social.
Y ya esta bien de confundir la velocidad con el tocino.