“En España hay más de 100.000 musulmanes que padecen diabetes, y la abstinencia alimenticia durante unas horas al día eleva los riesgos asociados a ella. Por ello, el Grupo de Estudio de la Diabetes en Atención Primaria de Salud (Gedaps), en colaboración con los laboratorios Servier, van a facilitar a los médicos de familia y a los especialistas un kit informativo para aconsejar a los practicantes del Ramadán, con el fin de seguir controlando la glucemia adecuadamente y evitar en lo posible todas las complicaciones que se pudieran derivar.
El objetivo de este proyecto es aportar a los profesionales sanitarios algunos conceptos básicos sobre la comprensión de la enfermedad y la salud en el Islam que posibiliten un mayor conocimiento de la realidad sociocultural y religiosa del paciente musulmán.”[Redacción, 24 Julio, 2009]
Nada hay de extraño en esta noticia… en un Estado “aconfesional” (que no laico) aquellas peculiaridades de los cultos de sus ciudadanos deben ser, al menos en principio, respetados.
Si un diabético entra por la puerta de un ambulatorio, es de esperar que lo atiendan como Dios manda… para eso nos fríen a impuestos estos “redistribuidores” de mi riqueza y la de ustedes.
Practicar una religión (aunque sea la católica que, dicho sea de paso, es la menos exigente de las que existen) te capacita, entre otras cosas, para entender el fervor religioso en los demás seres humanos y te impulsa, a priori, a ser respetuoso con sus manifestaciones espirituales.
Contrariamente a la opinión de los agnósticos, ateos o diarreicos mentales (que son los que mas abundan) un cristiano está mas cualificado y es, desde luego, mas tolerante con las costumbres religiosas ajenas, que cualquier hermano de una de esas logias progresistas y solidarias que tanto abundan.
El problema que tratamos en este caso no es el Ramadán, es la diabetes (algo que tiene muy poco que ver con la religión que se profese)… 100.000 hombres con diabetes son un problema sanitario, no religioso.
Lo que llama la atención en la noticia es la sincera preocupación que manifiestan nuestros laicistas comecuras y quemaiglesias por cualquier religión que no sea la nuestra.
Si el cristianismo es nefasto, produce retraso intelectual y social, y es el culpable de todos los males que aquejan a occidente… ¿por qué una religión que mantiene a sus fieles anclados al siglo XV es – para ustedes - mejor?
La integración del emigrante en una sociedad pasa por dos esfuerzos: el de la sociedad de acogida para no rechazar al visitante, y el del visitante en respetar las normas por las que se rige la sociedad que le acoge.
Es, al final, un contrato “sociedad-inmigrante” que tiene dos partes implicadas… y están claramente definidas.
Mezcla de razas sin cuento, España no tiene tradición de rechazar al inmigrante… hay razones históricas para desconfiar del norteafricano, con el que hemos tenido alguna que otra guerra (unos ocho siglos de reconquista, y un par de ellas en el siglo XX), pero aparte de eso, no podemos decir que nos dé pereza mezclar nuestra sangre con el que entra por la puerta de nuestra casa. No todos los países son así.
Sin embargo, en la emigración que acogemos, la segunda condición del contrato se cumple menos… tendiendo el inmigrante a formar sociedades cerradas dentro de la nuestra.
Nuestra progresía, siempre dispuesta a renunciar a nuestra cultura, nuestra religión, nuestras tradiciones, etc., defiende a capa y espada el “derecho” del inmigrante a no integrarse, a conservar sus usos aunque vulneren nuestras leyes.
Lo llaman eufemísticamente multiculturalismo, y se basa en la falacia histórica de que en España, alguna vez, convivieron tres culturas; mentira que, por otra parte está universalmente aceptada… ya que parece ser que eso se produjo en Andalucía y Córdoba en tiempos de la Inquisición (según Obama, claro)
Y el problema de la reticencia a la integración es una llaga en el zapato de la sociedad, puesto que no es posible asegurar el cumplimiento del contrato “sociedad-inmigrante”, al negarse este último a cumplir con la parte que le corresponde.
Si la sociedad se rebota ante esta actitud, es acusada de racista, xenófoba, facha o cualquier otra lindeza, y santas pascuas… y este “trágala” que nos imponen, genera – no les quepa duda – mas malestar.
Quitar los crucifijos de las escuelas (tradición cultural y religiosa de nuestra sociedad) para que no se moleste un musulmán (que, si es un hombre religioso, lo mas seguro es que no se moleste en absoluto), es un castigo innecesario a la población cristiana que es, en este país, mayoritaria.
Al margen de esto, cabe reseñar que a la hora de emigrar, el emigrante tiene la ventaja de no estar obligado a hacerlo a un país concreto. Si vienen a España es porque han elegido venir a España… es decir, han elegido venir a un país de tradición católica.
Podían irse a Libia o a Argelia, países de tradición islámica… pero eligen España.
Pues bien, señores míos, si eligen mi casa para venir a vivir, respeten mis usos y costumbres… que yo, cuando voy a su casa, me cuido muy mucho de imponerles los míos.
Y si tan mal lo están pasando debido a mis costumbres (que no me lo creo) ahí está la puerta…
Personalmente no veo ningún problema en que una señorita use velo para ir al colegio, ni en que un señor ayune todo el día… estéticamente – lo confieso - me resulta mas molesto ver a las adolescentes “hartas de bollicaos” enseñando las lorzas y las tirillas del tanga.
Pero si nos ponemos con las ablaciones de clítoris o el maltrato de las mujeres, la cosa cambia… ¡Ah!, casi se me olvidaba, y yo no soy el malo de esta película, soy el que le da trabajo, sanidad gratuita, educacion gratuita, ayudas sociales y todas esas cosas que en su pais de origen no existen.
El objetivo de este proyecto es aportar a los profesionales sanitarios algunos conceptos básicos sobre la comprensión de la enfermedad y la salud en el Islam que posibiliten un mayor conocimiento de la realidad sociocultural y religiosa del paciente musulmán.”[Redacción, 24 Julio, 2009]
Nada hay de extraño en esta noticia… en un Estado “aconfesional” (que no laico) aquellas peculiaridades de los cultos de sus ciudadanos deben ser, al menos en principio, respetados.
Si un diabético entra por la puerta de un ambulatorio, es de esperar que lo atiendan como Dios manda… para eso nos fríen a impuestos estos “redistribuidores” de mi riqueza y la de ustedes.
Practicar una religión (aunque sea la católica que, dicho sea de paso, es la menos exigente de las que existen) te capacita, entre otras cosas, para entender el fervor religioso en los demás seres humanos y te impulsa, a priori, a ser respetuoso con sus manifestaciones espirituales.
Contrariamente a la opinión de los agnósticos, ateos o diarreicos mentales (que son los que mas abundan) un cristiano está mas cualificado y es, desde luego, mas tolerante con las costumbres religiosas ajenas, que cualquier hermano de una de esas logias progresistas y solidarias que tanto abundan.
El problema que tratamos en este caso no es el Ramadán, es la diabetes (algo que tiene muy poco que ver con la religión que se profese)… 100.000 hombres con diabetes son un problema sanitario, no religioso.
Lo que llama la atención en la noticia es la sincera preocupación que manifiestan nuestros laicistas comecuras y quemaiglesias por cualquier religión que no sea la nuestra.
Si el cristianismo es nefasto, produce retraso intelectual y social, y es el culpable de todos los males que aquejan a occidente… ¿por qué una religión que mantiene a sus fieles anclados al siglo XV es – para ustedes - mejor?
La integración del emigrante en una sociedad pasa por dos esfuerzos: el de la sociedad de acogida para no rechazar al visitante, y el del visitante en respetar las normas por las que se rige la sociedad que le acoge.
Es, al final, un contrato “sociedad-inmigrante” que tiene dos partes implicadas… y están claramente definidas.
Mezcla de razas sin cuento, España no tiene tradición de rechazar al inmigrante… hay razones históricas para desconfiar del norteafricano, con el que hemos tenido alguna que otra guerra (unos ocho siglos de reconquista, y un par de ellas en el siglo XX), pero aparte de eso, no podemos decir que nos dé pereza mezclar nuestra sangre con el que entra por la puerta de nuestra casa. No todos los países son así.
Sin embargo, en la emigración que acogemos, la segunda condición del contrato se cumple menos… tendiendo el inmigrante a formar sociedades cerradas dentro de la nuestra.
Nuestra progresía, siempre dispuesta a renunciar a nuestra cultura, nuestra religión, nuestras tradiciones, etc., defiende a capa y espada el “derecho” del inmigrante a no integrarse, a conservar sus usos aunque vulneren nuestras leyes.
Lo llaman eufemísticamente multiculturalismo, y se basa en la falacia histórica de que en España, alguna vez, convivieron tres culturas; mentira que, por otra parte está universalmente aceptada… ya que parece ser que eso se produjo en Andalucía y Córdoba en tiempos de la Inquisición (según Obama, claro)
Y el problema de la reticencia a la integración es una llaga en el zapato de la sociedad, puesto que no es posible asegurar el cumplimiento del contrato “sociedad-inmigrante”, al negarse este último a cumplir con la parte que le corresponde.
Si la sociedad se rebota ante esta actitud, es acusada de racista, xenófoba, facha o cualquier otra lindeza, y santas pascuas… y este “trágala” que nos imponen, genera – no les quepa duda – mas malestar.
Quitar los crucifijos de las escuelas (tradición cultural y religiosa de nuestra sociedad) para que no se moleste un musulmán (que, si es un hombre religioso, lo mas seguro es que no se moleste en absoluto), es un castigo innecesario a la población cristiana que es, en este país, mayoritaria.
Al margen de esto, cabe reseñar que a la hora de emigrar, el emigrante tiene la ventaja de no estar obligado a hacerlo a un país concreto. Si vienen a España es porque han elegido venir a España… es decir, han elegido venir a un país de tradición católica.
Podían irse a Libia o a Argelia, países de tradición islámica… pero eligen España.
Pues bien, señores míos, si eligen mi casa para venir a vivir, respeten mis usos y costumbres… que yo, cuando voy a su casa, me cuido muy mucho de imponerles los míos.
Y si tan mal lo están pasando debido a mis costumbres (que no me lo creo) ahí está la puerta…
Personalmente no veo ningún problema en que una señorita use velo para ir al colegio, ni en que un señor ayune todo el día… estéticamente – lo confieso - me resulta mas molesto ver a las adolescentes “hartas de bollicaos” enseñando las lorzas y las tirillas del tanga.
Pero si nos ponemos con las ablaciones de clítoris o el maltrato de las mujeres, la cosa cambia… ¡Ah!, casi se me olvidaba, y yo no soy el malo de esta película, soy el que le da trabajo, sanidad gratuita, educacion gratuita, ayudas sociales y todas esas cosas que en su pais de origen no existen.