Además del canon de Pachelbel, en España disfrutamos del canon de Teddy y sus alegres muchachos de la mano en la ceja.
Teddy, que en realidad se llama Eduardo, es la cara de la SGAE, aunque quizá en vez de cara deberíamos usar el termino jeta, porque lo cierto es que la tienen tan grande (la jeta) que se la pisan.
A cuenta de lo de Fuenteovejuna me he enterado que, generosamente, la SGAE va a renunciar a cobrar la mordida… debido sobre todo al hecho – intrascendente por otra parte – de que el adaptador de la obra no es socio de la mentada sociedad.
De este modo he sabido lo que ya conocía: que la SGAE es una sociedad privada que responde únicamente ante los eventos que puedan afectar a sus afiliados.
En los demás casos entra a saco “por si cuela”.
Y vaya si cuela…
Pero en todo esto – y con mucha diferencia - lo peor es el canon de “porsi”… de por si se te ocurre copiar una canción de Miguel Bose o una película de Ana Belén. La SGAE nos recauda un impuesto a cuenta de nuestro natural maléfico y piratesco.
De este modo, los que pertenecemos al reducido grupo de personas que se dejarían arrancar las uñas de los pies con unas tenazas antes de ver una película de Ana Belén o comprar un disco de Miguel Bosé (y de piratear ya ni hablamos), nos vemos obligados también a cotizar a la SGAE.
El chiringuito es impresionante, épico, ciclópeo, bíblico, inconmensurable…
Y por si fuera poco, no tenemos derecho a saber como se lo gastan, pues la “sociedad” rinde cuentas sólo a sus afiliados.
De modo que nos cobran un impuesto “si o si” pero luego no nos cuentan quien se lo lleva calentito.
Quizá, si rindiesen cuentas, veríamos como de los trece mil euros que le soplan al alcalde de Zalaméa, el adaptador de la obra, verdadero destinatario de lo recaudado, ve alrededor de trescientos… porque si fuese de otro modo, Cristiano Ronaldo, adaptaría obras de Teatro en vez de darle patadas a un balón en calzoncillos (el jugador, no el balón).
Como decía la chirigota gaditana de la época en que dirigía Boyer a los cuarenta ladrones de mister X:
“Desde que me case
No tengo fuerza ni pa echar viento,
Y pa colmo Boyer
Me viene ahora con los descuentos…
Si gano cuarenta
Se queda con veinte
Y si gano veinte
Se queda con diez…
Por lo visto se ha creído
Que voy a medias con él.”
La próxima vez que me baje de Internet una canción de Dolly Parton mandaré un correo a la SGAE para que me devuelvan la parte correspondiente del impuesto que me cobran por adelantado, pues - que yo sepa - Dolly no es “socia” de esta cosa.
Lo que pasa en España se lo cuentas a un extranjero y piensa que le estás tomando el pelo…
Y es el pelo, precisamente, lo que estoy deseando que se les caiga a estos chorizos.
Teddy, que en realidad se llama Eduardo, es la cara de la SGAE, aunque quizá en vez de cara deberíamos usar el termino jeta, porque lo cierto es que la tienen tan grande (la jeta) que se la pisan.
A cuenta de lo de Fuenteovejuna me he enterado que, generosamente, la SGAE va a renunciar a cobrar la mordida… debido sobre todo al hecho – intrascendente por otra parte – de que el adaptador de la obra no es socio de la mentada sociedad.
De este modo he sabido lo que ya conocía: que la SGAE es una sociedad privada que responde únicamente ante los eventos que puedan afectar a sus afiliados.
En los demás casos entra a saco “por si cuela”.
Y vaya si cuela…
Pero en todo esto – y con mucha diferencia - lo peor es el canon de “porsi”… de por si se te ocurre copiar una canción de Miguel Bose o una película de Ana Belén. La SGAE nos recauda un impuesto a cuenta de nuestro natural maléfico y piratesco.
De este modo, los que pertenecemos al reducido grupo de personas que se dejarían arrancar las uñas de los pies con unas tenazas antes de ver una película de Ana Belén o comprar un disco de Miguel Bosé (y de piratear ya ni hablamos), nos vemos obligados también a cotizar a la SGAE.
El chiringuito es impresionante, épico, ciclópeo, bíblico, inconmensurable…
Y por si fuera poco, no tenemos derecho a saber como se lo gastan, pues la “sociedad” rinde cuentas sólo a sus afiliados.
De modo que nos cobran un impuesto “si o si” pero luego no nos cuentan quien se lo lleva calentito.
Quizá, si rindiesen cuentas, veríamos como de los trece mil euros que le soplan al alcalde de Zalaméa, el adaptador de la obra, verdadero destinatario de lo recaudado, ve alrededor de trescientos… porque si fuese de otro modo, Cristiano Ronaldo, adaptaría obras de Teatro en vez de darle patadas a un balón en calzoncillos (el jugador, no el balón).
Como decía la chirigota gaditana de la época en que dirigía Boyer a los cuarenta ladrones de mister X:
“Desde que me case
No tengo fuerza ni pa echar viento,
Y pa colmo Boyer
Me viene ahora con los descuentos…
Si gano cuarenta
Se queda con veinte
Y si gano veinte
Se queda con diez…
Por lo visto se ha creído
Que voy a medias con él.”
La próxima vez que me baje de Internet una canción de Dolly Parton mandaré un correo a la SGAE para que me devuelvan la parte correspondiente del impuesto que me cobran por adelantado, pues - que yo sepa - Dolly no es “socia” de esta cosa.
Lo que pasa en España se lo cuentas a un extranjero y piensa que le estás tomando el pelo…
Y es el pelo, precisamente, lo que estoy deseando que se les caiga a estos chorizos.