Uno de mis cuñados ha obtenido el título de doctor en derecho hace un par de meses. Entró en la Universidad a hacer unas “suplencias” y lleva ya tres años dando clases de Derecho Constitucional.
Se puede decir de él que, al menos en ese tema, está adecuadamente formado y – por lo que tengo hablado – me pega que se le pueda insacular de experto en la materia.
Como me pasa a mi, él tampoco entiende que el Tribunal Constitucional lleve tanto tiempo sin emitir veredicto acerca de la constitucionalidad del Estatuto de Cataluña… tanto más cuanto, en su opinión, la inconstitucionalidad del bodrio catalán es manifiesta.
Dada mi escasa formación en Derecho, en una hipotética discusión, me sería bastante difícil aportar argumentos jurídicos que avalasen mi rechazo al Estatuto de Cataluña. Siempre hay algún razonamiento técnico que minimiza el daño o justifica el desatino, pero si mi cuñado dice que es gravemente inconstitucional, no me queda otra que creerle, pues al contrario de lo que pasa con la progresía, uno tiene la humildad de asumir su propia ignorancia y fiarse de la gente que entiende de los temas.
(Nota del autor: Esta máxima no es aplicable a los herederos del mayo del 68 ni a los marxistas anteriores a esa fecha, pues cualquier cosa que cruce el cerebro de un progre o un bolchevique, sale vistosamente contaminada por la mentira y el sectarismo… )
El nada sorprendente y muy injustificable retraso que sobre la resolución de este penoso asunto lleva el Constitucional tiene que ver con el entierro de Montesquieu.
El que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial sean hoy en día una masa amorfa priva a esta democracia, entre otras cosas, de la calificación de Estado de Derecho.
En España, hoy en día, cuando se eleva a un tribunal de apelación un asunto, se sabe de antemano quien va a votar a favor y quien en contra… a veces hasta quien va a abstenerse. ¿Es eso normal?, ¿Estamos hablando de Justicia?.
El PSOE, principal responsable – aunque no único - del linchamiento de Montesquieu en España, lleva años poniendo a sus peones en todos los ámbitos del poder… y hace lo que le viene en gana con cualquier cosa.
Ya nos han anunciado en un alarde de optimismo, que el fallo acerca del mentado estatuto “va a satisfacer a todos”… es decir, que el trabajo meticuloso y muy, pero que muy profesional de estos magistrados, va a hacer que por fin y de una vez por todas el abajo firmante – en materia estatutaria y nacional - esté de acuerdo con Carod Rovira.
Discúlpenme si se me escapa la risa.
Y mientras se deciden a satisfacernos y no, los Reichsleiter de la Generalitat se dedican a promulgar leyes que se publican a la par que los correspondientes recursos de inconstitucionalidad.
¿Será el Tribunal Constitucional capaz de echar abajo el tinglado nazionalista? ¿Declarará inconstitucional el Estatuto y las leyes derivadas del mismo? ¿Soportará la presión a la que le están sometiendo los ejecutores del Gleichschaltung catalán?
¡A que es usted capaz de responder a estas tres preguntas antes de cinco segundos!
Creen que somos tontos y nos tratan como a tales.
Y yo empiezo a pensar que no andan demasiado desencaminados.
Se puede decir de él que, al menos en ese tema, está adecuadamente formado y – por lo que tengo hablado – me pega que se le pueda insacular de experto en la materia.
Como me pasa a mi, él tampoco entiende que el Tribunal Constitucional lleve tanto tiempo sin emitir veredicto acerca de la constitucionalidad del Estatuto de Cataluña… tanto más cuanto, en su opinión, la inconstitucionalidad del bodrio catalán es manifiesta.
Dada mi escasa formación en Derecho, en una hipotética discusión, me sería bastante difícil aportar argumentos jurídicos que avalasen mi rechazo al Estatuto de Cataluña. Siempre hay algún razonamiento técnico que minimiza el daño o justifica el desatino, pero si mi cuñado dice que es gravemente inconstitucional, no me queda otra que creerle, pues al contrario de lo que pasa con la progresía, uno tiene la humildad de asumir su propia ignorancia y fiarse de la gente que entiende de los temas.
(Nota del autor: Esta máxima no es aplicable a los herederos del mayo del 68 ni a los marxistas anteriores a esa fecha, pues cualquier cosa que cruce el cerebro de un progre o un bolchevique, sale vistosamente contaminada por la mentira y el sectarismo… )
El nada sorprendente y muy injustificable retraso que sobre la resolución de este penoso asunto lleva el Constitucional tiene que ver con el entierro de Montesquieu.
El que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial sean hoy en día una masa amorfa priva a esta democracia, entre otras cosas, de la calificación de Estado de Derecho.
En España, hoy en día, cuando se eleva a un tribunal de apelación un asunto, se sabe de antemano quien va a votar a favor y quien en contra… a veces hasta quien va a abstenerse. ¿Es eso normal?, ¿Estamos hablando de Justicia?.
El PSOE, principal responsable – aunque no único - del linchamiento de Montesquieu en España, lleva años poniendo a sus peones en todos los ámbitos del poder… y hace lo que le viene en gana con cualquier cosa.
Ya nos han anunciado en un alarde de optimismo, que el fallo acerca del mentado estatuto “va a satisfacer a todos”… es decir, que el trabajo meticuloso y muy, pero que muy profesional de estos magistrados, va a hacer que por fin y de una vez por todas el abajo firmante – en materia estatutaria y nacional - esté de acuerdo con Carod Rovira.
Discúlpenme si se me escapa la risa.
Y mientras se deciden a satisfacernos y no, los Reichsleiter de la Generalitat se dedican a promulgar leyes que se publican a la par que los correspondientes recursos de inconstitucionalidad.
¿Será el Tribunal Constitucional capaz de echar abajo el tinglado nazionalista? ¿Declarará inconstitucional el Estatuto y las leyes derivadas del mismo? ¿Soportará la presión a la que le están sometiendo los ejecutores del Gleichschaltung catalán?
¡A que es usted capaz de responder a estas tres preguntas antes de cinco segundos!
Creen que somos tontos y nos tratan como a tales.
Y yo empiezo a pensar que no andan demasiado desencaminados.