El sentido común, que como dice el refrán es el menos común de los sentidos, suele inspirar al ser humano en los momentos difíciles.
Y este extraño sentido se posee o no se posee. No se puede ejercitar.
La formación permite suplantarlo con cierto éxito, pero el que lo posee, aunque sea un analfabeto, lo posee y punto.
La evolución de la humanidad se ha basado en este peculiar sentido mas que en ningún otro… aunque la memoria y la experiencia, seamos justos, también han hecho lo suyo.
Cuando llegamos a una encrucijada, el sentido común puede sacarnos del atolladero, porque este sentido es un atajo inconsciente a la salida. Sin sentido común deberemos estudiar los factores, sopesar los riesgos, analizar las amenazas… y – salvo excepciones – terminar tirando del sentido común (o naufragar en la duda).
En lo que respecta a una sociedad sana, dotada de una economía fuerte, el sentido común nos dicta algunas generalidades que no podemos ignorar…
Una sociedad debe ser capaz de explotar sus recursos de forma eficiente y – como dicen ahora – sostenible (que es lo mismo que eficiente pero en cursi).
Una sociedad debe gastar – llegado el caso – tanto como ingresa, nunca más de lo que ingresa, pues eso genera algo muy molesto que se denomina deuda.
Para ello los presupuestos deben basarse en predicciones realistas, fruto de la experiencia, y deben apoyarse en razonamientos técnicos.
Una sociedad debe buscar una pirámide poblacional en la que el vértice esté constituido por los ancianos y la base por los niños… no un botijo o, lo que es peor, una pirámide invertida.
Una sociedad sensata favorece a la familia como base social, porque cuando llegan los malos tiempos el que le quita al Estado los problemas es la familia. Si un ciudadano se queda en el paro y tiene familia, alguno de ellos le dará de comer, otro le prestará dinero, un tercero vestirá a sus hijos… la familia es el núcleo sobre el que se puede edificar una sociedad sólida en todos los aspectos (No lo digo yo, lo dice el sentido común).
En una sociedad sana el Estado debe perseguir que sus ciudadanos paguen pocos impuestos, alcancen la justicia cuando precisen de ella, estén protegidos de las alimañas internas y de las externas, se atiendan sus problemas de salud, tengan eso que se llama "paz social", sin lo cual no hay progreso posible…
Hasta aquí estamos de acuerdo ¿verdad?
Bueno, pues cuando vienen mal dadas y no hay trabajo lo que manda la sensatez es controlar la inmigración. La inmigración sin trabajo genera delincuencia (ya se que a ustedes, señores de la progresía, no les gusta oírlo, pero es así).
Cuando vienen mal dadas hay que buscar energía barata e invertir en ella para disponer de reservas e incluso exportarla. Cerrar centrales nucleares es justo lo contrario.
Si ya las pasamos como Caín para pagar la hipoteca, no nos suban la gasolina, ni nos frían a multas de tráfico… no nos sobra la pasta.
No nos endeuden para diecisiete generaciones… si hay que apretarse el cinturón nos lo apretamos, pero nos lo apretamos todos. Apretarse el cinturón consiste básicamente en no tirar la pasta en proyectos absurdos, en no regalar dinero a países extranjeros, en no subvencionar sectores deficitarios tales como el cine español, el sindicato de la ceja, la familia de la Sinde…
Traducir al catalán las películas cuando el paro supera los cuatro millones de personas es innecesario.
Y el día del Orgullo Gay pueden pagarlo los sodomitas de su bolsillo, no hace falta que Gallardón colabore con nuestros impuestos.
Mantener 17 gobiernos y una pléyade de funcionarios haciendo las mismas cosas en cinco idiomas puede hacerse siempre que no cobren como un futbolista de primera división… si sale caro y no hay dinero, habrá que ver la forma de abaratar esa partida.
Los muebles de diseño no son necesarios para que el señor ministro trabaje, con que tenga una mesa digna, basta.
Y viajar a Ucrania para ver como lo hacen en los aeropuertos cuando nieva tampoco, en Internet puede obtenerse esa información.
Lo dice el sentido común, no hay que ser doctor en nada para entenderlo.
Y llegados a este punto yo me pregunto: Señor Rodríguez Zapatero, señores ministros del gobierno, señorías… ¿Ustedes para quien trabajan?
Y este extraño sentido se posee o no se posee. No se puede ejercitar.
La formación permite suplantarlo con cierto éxito, pero el que lo posee, aunque sea un analfabeto, lo posee y punto.
La evolución de la humanidad se ha basado en este peculiar sentido mas que en ningún otro… aunque la memoria y la experiencia, seamos justos, también han hecho lo suyo.
Cuando llegamos a una encrucijada, el sentido común puede sacarnos del atolladero, porque este sentido es un atajo inconsciente a la salida. Sin sentido común deberemos estudiar los factores, sopesar los riesgos, analizar las amenazas… y – salvo excepciones – terminar tirando del sentido común (o naufragar en la duda).
En lo que respecta a una sociedad sana, dotada de una economía fuerte, el sentido común nos dicta algunas generalidades que no podemos ignorar…
Una sociedad debe ser capaz de explotar sus recursos de forma eficiente y – como dicen ahora – sostenible (que es lo mismo que eficiente pero en cursi).
Una sociedad debe gastar – llegado el caso – tanto como ingresa, nunca más de lo que ingresa, pues eso genera algo muy molesto que se denomina deuda.
Para ello los presupuestos deben basarse en predicciones realistas, fruto de la experiencia, y deben apoyarse en razonamientos técnicos.
Una sociedad debe buscar una pirámide poblacional en la que el vértice esté constituido por los ancianos y la base por los niños… no un botijo o, lo que es peor, una pirámide invertida.
Una sociedad sensata favorece a la familia como base social, porque cuando llegan los malos tiempos el que le quita al Estado los problemas es la familia. Si un ciudadano se queda en el paro y tiene familia, alguno de ellos le dará de comer, otro le prestará dinero, un tercero vestirá a sus hijos… la familia es el núcleo sobre el que se puede edificar una sociedad sólida en todos los aspectos (No lo digo yo, lo dice el sentido común).
En una sociedad sana el Estado debe perseguir que sus ciudadanos paguen pocos impuestos, alcancen la justicia cuando precisen de ella, estén protegidos de las alimañas internas y de las externas, se atiendan sus problemas de salud, tengan eso que se llama "paz social", sin lo cual no hay progreso posible…
Hasta aquí estamos de acuerdo ¿verdad?
Bueno, pues cuando vienen mal dadas y no hay trabajo lo que manda la sensatez es controlar la inmigración. La inmigración sin trabajo genera delincuencia (ya se que a ustedes, señores de la progresía, no les gusta oírlo, pero es así).
Cuando vienen mal dadas hay que buscar energía barata e invertir en ella para disponer de reservas e incluso exportarla. Cerrar centrales nucleares es justo lo contrario.
Si ya las pasamos como Caín para pagar la hipoteca, no nos suban la gasolina, ni nos frían a multas de tráfico… no nos sobra la pasta.
No nos endeuden para diecisiete generaciones… si hay que apretarse el cinturón nos lo apretamos, pero nos lo apretamos todos. Apretarse el cinturón consiste básicamente en no tirar la pasta en proyectos absurdos, en no regalar dinero a países extranjeros, en no subvencionar sectores deficitarios tales como el cine español, el sindicato de la ceja, la familia de la Sinde…
Traducir al catalán las películas cuando el paro supera los cuatro millones de personas es innecesario.
Y el día del Orgullo Gay pueden pagarlo los sodomitas de su bolsillo, no hace falta que Gallardón colabore con nuestros impuestos.
Mantener 17 gobiernos y una pléyade de funcionarios haciendo las mismas cosas en cinco idiomas puede hacerse siempre que no cobren como un futbolista de primera división… si sale caro y no hay dinero, habrá que ver la forma de abaratar esa partida.
Los muebles de diseño no son necesarios para que el señor ministro trabaje, con que tenga una mesa digna, basta.
Y viajar a Ucrania para ver como lo hacen en los aeropuertos cuando nieva tampoco, en Internet puede obtenerse esa información.
Lo dice el sentido común, no hay que ser doctor en nada para entenderlo.
Y llegados a este punto yo me pregunto: Señor Rodríguez Zapatero, señores ministros del gobierno, señorías… ¿Ustedes para quien trabajan?