Rubalcaba “el renovador” se ha descolgado con la tradicional rabieta anticatólica en su discurso de reelección.
Como tiene al partido hecho pedazos ha optado por tirar del mantra unificador del rojerío: atizarle a la Iglesia.
Y yo lo entiendo, porque la izquierda en España (a la de Suecia no la conozco), vive del resentimiento aunque éste carezca de justificación.
Pero admitámoslo, lo único que se puede esperar de una doctrina basada en la lucha de clases es, exclusivamente, odio y bilis.
Yo vivo en una zona “buena” de Madrid... no es el barrio de Salamanca (donde reside Felipe González), ni la Florida (donde reside Ramón Tamames), ni Somosaguas (donde reside Zetapé mientas le terminan su palacio leonés), ni la Moraleja (llenita de artistas de la ceja)... pero mi urbanización está próxima al chaletón de Pepiño Blanco, que es uno que se reconoce porque tiene una garita con un guardia civil en la puerta.
En la zona donde vivo los sociatas – que son muchos – llevan a sus hijos a colegios privados, conducen “bemeuves” de gama alta y hacen una ostentación sorprendente del modo de vida contra el que dicen luchar.
En la lucha de clases estarían todos ellos – a juzgar por sus actos – en el lado de los malos... pero eso no les impide sentirse profundamente proletarios y dar lecciones de moralina a quienes, inmersos en una clase media poco pudiente, conducimos viejos utilitarios y tenemos que llevar a nuestros hijos a colegios públicos.
Su solidaridad con la clase obrera no les mueve a montar – como hacemos los católicos - comedores sociales, y actividades conducentes a paliar la miseria de los mas desfavorecidos (sean de la ideología o de la religión que sean). Ellos montan ONGs “sin ánimo de lucro”,que a la postre son “sinónimo de lucro”... pero no se les cae la cara de vergüenza cuando las actividades – a veces delictivas - de estas asociaciones, salen a la luz.
Hay elementos sorprendentes como Bono que pueden mantener un discurso pro católico y una actividad anti católica a la vez, haciendo gala de un acusado síndrome del doctor Jeckill y mister Hide.
Son lamentables esféricos (los mires por donde los mires, son lamentables) pero dan lecciones a diestro y siniestro... y le tiran, como no, a la Iglesia.
Ahora que les han quitado las manos del tesoro, están que trinan... probablemente porque una cantidad significativa de ellos, cuando los apartan del pesebre, son incapaces de ganarse la vida.
Su mosqueo tiene que ser monumental.
¡Menos mal que estamos los católicos para ser blanco de sus frustraciones!, porque si no fuese así, ¿A quien le zurrarían?
¿A los bancos?... No me hagan reír.