De aquellas aguas, estos lodos.
No aprendemos.
Creo que fue Foxá quien dijo que el régimen de Franco era un régimen autoritario atemperado por la inobservancia... definición extraordinaria como casi todo lo que salía de su cabeza y de su pluma.
Daba Foxá en el clavo: la inobservancia.
Vivimos en un país cuyo Estado se sustenta sobre un par de toneladas de leyes que son, a la postre, papel mojado.
Aquí legisla hasta mi portera y cada cual decide lo que quiere y no quiere cumplir.
Y los jueces – como no puede ser de otra manera – enredados en un cuerpo legislativo que dice que una cosa puede ser blanca y negra simultáneamente, hacen de sus togas sayos.
En este marasmo proliferan los piratas que – alimentando el odio entre españoles – hacen su agosto particular.
Y el españolito medio, que rezuma ignorancia a litros, se deja llevar por el cainismo... porque esa, y no otra, es la miserable pasta de la que está hecho.
¿Hemos tenido momentos mejores?
Yo creo que sí, pero siempre ha coincidido con épocas en las que la justicia se ejercía de forma férrea. Porque tranquilidad, cada día estoy mas convencido, viene de “tranca”.
Ahora que mis paisanos quieren secesionarse (otra vez) de España, tratando de seguir el modelo de los Balcanes, ante la complacencia de una Europa que siempre a contemplado a España como una molestia cuando no como una colonia, veo un futuro muy poco esperanzador.
Y veo un futuro oscuro porque percibo una desafección mutua y lo que podría denominarse la “nula voluntad” por ambas partes, de hacer que esto permanezca unido.
Percibo ésto en la gente de a pie, cansada de la cantinela “nazionalista”, y en nuestros laxos gobernantes, incapaces de tomar las riendas de un Estado.
Hay entre los catalanes alguna gente dispuesta a evitar este estropicio, y hay – no lo duden – un montón enorme de gente que (como ya hicieron en el 36) se encerrará en casa a ver por donde sopla el viento, sin tomar partido, sin manifestar afecto por lo uno ni por lo otro. La “pela” es la “pela” y lo demás ni me lo cuente.
Se juntan el hambre y las ganas de comer, pero se juntan como efecto, no como causa.
Una crisis económica, una basura de constitución, una ley electoral nefasta, una legión de chorizos en los sucesivos gobiernos, un pueblo sesteante y pancista... eso es la causa.
Y no puedo dejar de preguntarme que si esto se balcaniza, si llegamos a las manos... ¿que hará usted?, ¿que hare yo?
Yo – seguramente y a desgana – cumpliré mis juramentos porque para eso los hice... y lo haré a desgana porque soy dolorosamente consciente de que a este punto no teníamos que haber llegado, que estamos aquí por desidiosos, por holgazanes, por no haber puesto los puntos sobre las vocales adecuadas. Y porque maldita la gracia que me haría tener que verter sangre que – aunque ellos no lo entiendan – siento indudablemente mía.
Rezo para que no se llegue a ello.
Pero como pueden apreciar, hoy me he levantado pesimista.